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2010/03/03

EDH-De vientos y mareas

 Escrito por Federico Hernández Aguilar.03 de Marzo. Tomado de El Diario de Hoy.

Tuve claro que la carrera presidencial de Rodrigo Ávila estaba por estrellarse cuando me enteré que Manuel Meléndez se había alejado del grupo que definía las grandes líneas de su campaña. ¿Cómo estaría de mal el asunto que el mejor estratega en comunicaciones del país había tirado la toalla? ¿Por qué las personas sensatas y experimentadas, capaces de aportar ideas luminosas a un esfuerzo electoral en evidente crisis, no parecían tener acceso al oído del candidato arenero o, por lo menos, a las entendederas de quienes formaban esa especie de "guardia pretoriana" que lo custodiaba?

Los que nos atrevimos a advertir —escribiendo en los periódicos, por ejemplo— que la campaña de ARENA iba directo al fracaso, fuimos llamados "al orden" de diversas maneras. En mi caso particular, si bien nadie llegó a decirme nada directamente, sí tuve ocasión de recibir, por terceras fuentes, muestras inequívocas de disgusto provenientes de líderes que en aquel momento se mostraban reacios a abrir los ojos.

Manuel Meléndez acababa de dar una verdadera cátedra (histórica, además) de comunicación política. Aprovechando al máximo las virtudes y aptitudes de un candidato que había empezado a correr por la Alcaldía capitalina en abierta desventaja, Manuel condujo un equipo de comunicaciones eficiente y bien engrasado, que, sin necesidad de recurrir a las tradicionales campañas "mitineras", se asomó a los tuétanos del votante y materializó la derrota del FMLN en uno de sus principales bastiones.

Tal fue la sorpresa que en ARENA causó la victoria de Norman Quijano, que hasta los mandos medios que habían estado boicoteando su candidatura tuvieron que admitir lo innegable: la ciudad capital había sido recuperada por la tenacidad de un hombre, el candidato, y por la genialidad de otro hombre, su estratega. El partido, si acaso, tenía derecho a las migajas de simpatía que aquel asombroso triunfo podía reportarle. Pero ni eso le sirvió.

Palabras más, palabras menos, este columnista trató de hacer ver a la ARENA de entonces, a escasos días del éxito electoral en San Salvador, que se iba a equivocar mucho si asumía semejante hazaña como una victoria del partido. "Eso no es verdad", escribí… "Rodrigo Ávila y sus asesores tienen bastante que aprender de la campaña de Norman Quijano".

Pero ni aprendieron ni se dejaron enseñar. Tal vez con la sola excepción del propio Ávila, que es una persona ecuánime y humilde, dudo que hubiera alguien en aquel COENA de soberbios que estuviera dispuesto a recibir lecciones valiosas. El resultado electoral del 15 de marzo de 2009 sorprendió únicamente a quienes llevaban varios meses respirando en el estómago de una burbuja.

Las buenas noticias detrás de aquel proceso empiezan a llegarnos ahora. La transición en el poder, llevada a cabo sin sobresaltos, ha desembocado en un gobierno extraño —variopinto e inquietante—, pero en el que Mauricio Funes ha conseguido, hasta el momento, hacer respetar las principales líneas de conducta democrática que ofreció durante la campaña. Y mientras ARENA lucha por recomponerse como mejor intuye, el FMLN se agrupa en torno a las ideas que siempre ha sostenido, si bien tras echar mano de una imperdonable deshonestidad histórica: reducir al mínimo la exposición de estas ideas para no asustar a los votantes.

El eco más autorizado de la exitosa carrera de Norman Quijano por la Alcaldía de San Salvador lo ha puesto, recientemente, el hombre que definió la ruta de aquella campaña: Manuel Meléndez. No podía ser otro, desde luego. En un libro cuidadosamente editado, el gran estratega de la derecha partidaria ha abierto un cauce infinito de reflexiones, entre las que sobresalen esas que a partir de 2009 no deberían faltar en el análisis de ningún instituto político salvadoreño, y quizás (me atrevo a decirlo) latinoamericano.

"Contra viento y marea", la primera aventura editorial de Manuel, es la empastada experiencia de alguien que conoce a profundidad, no sólo cada resquicio de las más efectivas teorías comunicacionales, sino la demostración —casi científica— de todo un replanteamiento de las estrategias políticas modernas, parido por el cerebro incansable de este publicista nato, mezcla de filósofo y psicólogo social, lector voraz y consumado demócrata.

Como he tenido oportunidad de decírselo personalmente a él, Manuel Meléndez ha escrito un libro que es, al mismo tiempo, crónica testimonial y lección práctica de antropología. No sería extraño, incluso, que sea utilizado en el futuro como texto universitario, tanto para los estudiantes de la publicidad como para aquellos que aspiren a entender las múltiples formas que pueden adoptar, en nuestros países, los ejercicios honestos de la verdadera política.

Creo necesario concluir esta columna compartiendo con mis amables lectores uno solo de los axiomas que Manuel Meléndez nos regala en esta obra magistral:

"Una campaña exitosa no se hace a partir de lo que el candidato o el partido quiere, desea o se le ocurre comunicar, sino a partir de las necesidades y aspiraciones del votante".

Norman Quijano y su equipo entendieron esta premisa. Al menos ellos.

vador.com :.: De vientos y mareas

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