Muchos latinos sufren las consecuencias del desempleo y el subempleo en Estados Unidos. Para quienes viven indocumentados es difícil lograr acomodarse este país y enviar las suficientes remesas para sus fammiliares.
A continuación la historia de un usuluteco que a pesar de rebuscarse le ha tocado muy difícil, con el agravante de haber tenido problemas con la Corte Federal, un estigma que lo sigue en todos los estados de la Unión Americana.
Escrito por Luis Alfredo Cortez.03 de Marzo. Tomado de La Pagina.
Vivir en Estados Unidos no es sinónimo de trabajo seguro o de dólares, como muchos piensan en El Salvador. Me llamo Eliseo M., tengo 46 años y soy oriundo de la zona rural de Usulután. Me vine mojado a Estados Unidos en 2004, porque me quedé sin trabajo cuando me despidieron de la empresa de seguridad en la que trabajé como contador durante once años, por más que busqué, ni siquiera de cobrador de autobuses pude lograr algo.
Pasaron seis meses sin trabajar y me acabé el dinero de la indemnización, mi esposa y mis tres hijos, entonces menores de edad, sufrían por mi condición. Me armé de valor y le pedí a un sobrino que vive en Carolina del Norte, que me mandara dinero para venirme. Luego yo le pagaría.
En enero de 2004 mi sobrino me mandó dinero y contraté a un “coyote” quien por $5 mil 500 me trajo a Estados Unidos, bueno en realidad me pasó de este lado de la frontera, porque luego fue mi sobrino quien se encargó de trasladarme hasta Houston.
En el camino pasé hambre, aguante sed, frío, calor y viví permanentemente el miedo de ser descubierto, inclusive de ser asesinado por los secuestradores de ilegales. Para colmo, en medio del desierto vimos huesos humanos de personas que habían muerto por la sed o porque los habían asesinado.
Llegar a Estados Unidos fue toda una odisea. En Oaxaca casi morimos porque nos tocó saltar de un tren en movimiento y caímos sobre rieles en los que en sentido contrario venía un tren de carga.
Pero llegamos al fin luego de saltar un muro, tras permanecer cerca de media hora esperando que se moviera una patrulla de migración. Cuando estuve en Houston no lo podía creer. Quedé alucinado con los edificios, las calles amplísimas y la gente. Pasamos tres días en la ciudad hasta que salimos hacia Carolina del Norte.
A la semana me sobrino me consiguió trabajo como ayudante de albañil. Trabajé en Forth Lines durante ocho meses y en ese tiempo gané suficiente dinero para pagarle a mi sobrino y enviarle dinero a mi familia en El Salvador.
Me salí de ese trabajo porque recortaron a la mitad del personal, especialmente a los nuevos y a los hispanos. Pasé quince días sin trabajar hasta que nuevamente mi sobrino me consiguió trabajo en una venta de muebles, donde mi labor era ayudar a mantener sin polvo los muebles en exhibición. La paga no era muy buena, pero me quedaba tiempo para ir a aprender inglés.
Trabajé con la empresa Research Sky durante dos años, hasta 2006. En agosto de 2005 me ascendieron a chofer, solo que la persona contratada no era yo, sino el dueño de la green card (tarjeta de residencia permanente), que era un guatemalteco que se había regresado a su país y que supuestamente se parece a mí.
En noviembre de 2006 tenía la presión de mi jefe que quería que estuviera cuanto antes en la oficina para entregarme unos documentos que tenía que llevar al este de la ciudad. Iba tan aprisa que me pasé un semáforo en rojo y me captó la cámara. Al siguiente día me llegó a la oficina del trabajo un citatorio de la corte, a nombre del guatemalteco.
Un abogado me aconsejó que no fuera porque si me presentaba me iban a meter preso y a deportar, por falsificar documentos. No fui. A los tres días del citatorio dos policías de migración llegaron a buscarme al trabajo, pero como no me encontraron fueron a la casa de mi sobrino, quien también vive con nombre diferente, porque también obtuvo una green card falsificada.
Quince días después a la casa de mi sobrino llegó una orden de arresto para él y para mí. Mi sobrino se fue para otro estado, donde vivía su esposa y se molestó conmigo porque yo había iniciado el problema. Me dejó solo en Carolina del Norte y sin empleo, porque me despidieron sin darme ni cinco de indemnización.
Unos amigos mexicanos me dieron donde vivir una semana hasta que se dieron cuenta de la orden que existía contra mi persona, por lo que me pidieron que abandonara el apartamento. Con lo que tenía ahorrado sobreviví tres meses, tiempo en el cual hasta tuve para mandarles remesas a mis hijos y mi esposa.
Cuando se me acabó el dinero acudí a una organización que ayuda a indocumentados, pero me rechazaron porque no querían problemas con la justicia. Sin dinero, sin casa donde vivir, sin nadie a quien acudir
En mayo de 2007 un amigo camionero mexicano me ayudó y me trasladó a San Antonio, Texas, donde me dejó viviendo con unos ecuatorianos, con quienes estuve un mes, pero al no encontrar trabajo para mí, me pidieron que los dejara. Entonces me fui a vivir a una zona verde de North Camp, donde vivía indocumentados que no tenían trabajo. Un día logré que una señora estadounidense me contratara para que todas las mañanas les sacara a pasear a sus dos perros, pero lo que me pagaba apenas me alcanzaba para sobrevivir. $20 diarios no eran suficiente.
La misma señora me recomendó con una amiga suya que también me dio trabajo como “paseador” de su perro. Un día uno de los perros se enfermó, lo llevaron al veterinario y dijo que la enfermedad era porque habían comido cosas de la calle. Las calles de San Antonio son bien limpias, nadie vota nada, por lo que eso era imposible, pero la señora me despidió. El trabajo apenas me duró cuatro meses y medio.
Volví a pasar dos meses sin trabajo y sin comunicarme con mi familia. Sabían que estaba desempleado, pero no en las condiciones en que estaba. Un amigo guatemalteco me dijo que en Houston habían más oportunidades de trabajo y juntos viajamos hacia esta ciudad. Vivo en esta ciudad desde octubre de 2007.
Con mi amigo Selvin vivíamos en un romolque que al principio comenzamos alquilando, pero al quedar sin trabajo dejamos de pagar los $400 mensuales. Estamos estaciondos cerca del Memorial Park Gulf Course, a la espera de que cambien los tiempos.
Los primeros dos meses la pasamos pidiendo dinero a los latinos. Los “gringos” nunca te regalan nada. En enero de 2008 mi amigo consiguió trabajo como jardinero y yo era su ayudante. Después yo conseguí trabajo de ayudante de albañil y Selvin era mi ayudante. Así la pasábamos. En junio alquilamos este remolque, que tiene hasta cocina, pero cuando quedamos sin trabajo el dueño se apiadó de nosotros y nos dijo que lo usáramos sin pagarle nada.
Los primeros seis meses de 2009 no trabajamos ninguno de los dos, salvo en ocasiones que salíamos a recoger la basura de los patios generadas por la hojarasca, pero la gente nos veía con desconfianza y a veces nos rechazaba. A mediados de año, mi amigo Selvin logró contactar a sus parientes y se dejó capturar por la policía federal par que lo deportaran. Me aconsejó que hiciera lo mismo.
En julio conseguí trabajo de ayudante de reparador de aire acondicionado, pero a quien era mi jefe lo despidieron y en noviembre volví a quedar desempleado. A mediados de diciembre logré que unos amigos me consiguieran que fuera a limpiar piscinas.
Yo no pierdo las esperanzas de conseguir un buen trabajo. En el mes gano un promedio de $400 a $500 lo que me alcanza para comer, pero no para enviar a mis hijos. Me he propuesto como meta conseguir un buen trabajo este 2010 y si no voy a hacer lo mismo que mi amigo Selvin.
Me daría pena regresar a El Salvador como fracasado, pero es la verdad, muchos salvadoreños, guatemaltecos, hondureños, mexicanos, y otros estamos sin trabajo o desempeñando labores por las que apenas nos pagan, la situación es bien difícil, más si uno tiene problemas con la justicia como los tuve yo en Carolina del Norte. Siento que quienes más sufren por lo que es mi vida en este país, son mis hijos, por ellos voy a seguir luchando, para sacarlos adelante.
Me gustaría pedirle a los salvadoreños que piensen dos veces. Es cierto, allá no hay trabajo, pero aquí en Estados Unidos no todo es color de rosa… Aguantamos frío, calor y a veces el desprecio de la gente, hasta de los mismos latinos que están bien, Estados Unidos no siempre es el paraíso. Allá por lo menos estamos cuidando a nuestra familia, por tanta delincuencia.
Nota del periodista: Eliseo M. vive en una casa rodante cuyo piso está roto, contra él existe una orden de arresto por desacato a la Corte Federal. El día de la entrevista estaba planificando viajar a otra ciudad de Texas, donde un mexicano lo había recomendado para que trabajara como aserrador, un trabajo que nunca ha desempeñado, pero que estaba dispuesto a asumir porque la paga iba a ser buena. Tres salvadoreños le iban a recoger dinero para que pudiera marcharse… suerte Eliseo.
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