Escrito por Juan A. Valiente.17 de Marzo. Tomado de Diario de Hoy.
Los asesinatos de estos últimos días nos llaman a reflexionar sobre lo poco que ha llegado a valer la vida en El Salvador. Al margen del rol que en estos momentos podría tener el narcotráfico y el crimen organizado en la violencia de las maras y también al margen del rol que deberían tener las instituciones del Estado en su prevención y en su represión, es importante reflexionar sobre lo que ha cambiado en el ser salvadoreño que nos hace menos sensibles ante la muerte.
Algunos de Uds. pensarán que el titular de esta columna está equivocado, porque ha habido reacciones de indignación por doquier. Sin embargo, no se vale reaccionar indignados ante los recientes asesinatos y no hacer nada en la cotidianidad para promover el respeto a la vida necesario en nuestra sociedad para prevenirlos. Nuestras prácticas vitales dicen otra cosa: hablan de irrespeto, hablan de negación del valor de la vida.
Sólo basta observar las interacciones entre las personas en el país y podemos detectar faltas de respeto lamentables. Sólo basta salir a la calle y experimentar la verdadera esencia de uno mismo y de los demás en las horas pico del tráfico. Ya no se diga de los riesgos de subirse a los buses, realidad de la mayoría de compatriotas, y exponerse día con día a tanta violencia. Basta observar la falta de cortesía y de convivencia armoniosa que mostramos generalmente.
Para construir mayor sensibilidad primero debemos aprender a respetar la vida y a los demás. Y este respeto se construye fundamentalmente en la familia a través de la experiencia de su amor. No hay fórmulas mágicas. Hay prácticas cotidianas de amor. Y en el país hemos permitido que la familia se desintegre. Nuestros jóvenes no aprenderán a respetar la vida, ni a apreciarla, con la experiencia diaria de tantos adultos que nos consideramos autorizados para irrespetar al otro. Tenemos que aprender a respetar a las personas en su integridad: llegar puntual a nuestros compromisos, mostrar el debido respeto a la autoridad, cumplir con nuestras responsabilidades, no botar basura en las calles, recoger los desechos de nuestros animales domésticos, respetar las reglas de convivencia, no meternos en las filas a la fuerza, no bloquear las calles, no gritarle al otro, no hacer señas obscenas con las manos… Y cuando la norma es el irrespeto, se necesita la presencia de la autoridad.
El respeto a la vida también se construye a través de la solidaridad. Nuestra sociedad debe preocuparse de los excluidos y marginados de beneficios sociales suficientes para llevar una vida digna. No se vale indignarse si no somos parte de la solución. La opulencia en medio de tanta miseria no es demostración de respeto a la vida. Debemos aprender a vivir con mayor sobriedad y a compartir con los necesitados. Los niños y jóvenes en la miseria deben vivenciar el compromiso de la sociedad con ellos.
La experiencia de las medidas represivas de un gobierno ante los abusos también construye respeto a la vida. Por casi dos semanas un grupo pequeño de encapuchados ha impedido que miles de estudiantes de la Universidad Nacional atiendan sus clases. ¿Dónde han estado la Fiscalía y la Policía Nacional Civil? En una sociedad moderna y democrática no existen encapuchados. ¿Qué aprenden los jóvenes con la ausencia de autoridad y la impunidad imperante?
Tenemos que reconstruir el tejido social de nuestro país, donde lo importante vuelva a ser la persona en cuerpo y alma, y en todas las áreas es necesaria la presencia de la autoridad para promover esa nueva armonía que debe prevalecer. A veces pequeñas acciones logran un impacto importante. Comencemos ya con nosotros mismos y con nuestra familia. Seamos solidarios con el pobre. Seamos corteses en la calle. Seamos conscientes de nuestra huella ambiental. Seamos respetuosos de todas las personas. En síntesis, seamos, recuperemos la esencia de nuestro ser.
Una mision imposible esa de la familia salvadoreña( una madre sola con unos 5 bichitos) dar amor y orientacion, principios morales, etc etc mientras tiene que dejar a los cipotes solos duratne el dia para poder ir a ganarse un par de dolares para la comida del dia. El planteamiento es correcto, la familia es el pilar principal de la sociedad. Ahora viene la pregunta: cuantas son las familias en ES? cuantos son los hogares desintegrados por la emigracion, el estres de sobrevivir dia a dia, la falta de solidaridad entre vecinos, el desprecio de los que la pasan mas o menos bien por los harapientos?
ResponderEliminar