Al gobierno no le corresponde fungir de busero, de médico, de banquero ni nada que hagan mejor los empresarios independientes en competencia.
Editorial.17 de Marzo. Tomado de Diario de Hoy.
El presidente Lula, con todo su personal encanto, ofreció al gobierno una flota de autobuses brasileños para modernizar el transporte público de nuestro país, lo que puede resultar, por desgracia, como la compra de camiones chinos realizada por la antigua municipalidad capitalina. Los camioncitos chinos, hay que agregar, se han tenido que vender como chatarra pues chatarra eran desde que salieron de la fábrica.
Pedro Roque, el agudo columnista de EL DIARIO DE HOY, analiza la propuesta de Lula y concluye, sin decirlo, que con ofertas como esa no necesitamos enemigos. No porque en Brasil no se fabriquen buses de buena calidad, sino porque meter al gobierno salvadoreño a ser garante, financiar, vender, dar mantenimiento y cobrar mensualidades a buseros, es absurdo y además ruinoso.
No hay gobierno que cuente con la estructura de negocios para que la venta de buses o de lo que sea, no produzca pérdidas, aunque pueden haber casos excepcionales. La ineficiencia se demostró, como ejemplo, cuando un ente estatal controlaba la telefonía: el servicio era pésimo, el costo para el público desmedido y era difícil conseguir líneas nuevas. Lo mismo sucede con el abastecimiento de agua, la atención a la salud, la vigilancia y la seguridad en las cárceles. Nueve meses después de asumir el nuevo gobierno no se conoce su plan económico; en el mismo lapso no sólo se carece de una política coherente contra la criminalidad, sino que también la violencia se ha incrementado y los asesinatos están perpetrándose por todo el territorio.
Lo probable, en casi un noventa y tanto por ciento, es que la venta y asignación de las unidades nuevas se efectúe por consideraciones políticas más que basándose en la capacidad de pago del beneficiado, como sucedió con el reparto de semilla y fertilizantes. Los buses irían a parar a manos de los cheros, de grupos de fuerza, de transportistas en capacidad de rascarle la espalda a los funcionarios, de gente con impecables credenciales revolucionarias, etcétera. Y cuando llegue el momento de cobrar, "muy bien, gracias" y termina pagando el Estado como garante con firma solidaria, es decir, todos nosotros.
La estructura del transporte es el problema
¿Qué entidad de gobierno daría mantenimiento a los buses e invertiría en tener una suficiente dotación de repuestos? ¿Fijaría los precios de las reparaciones? ¿Es que Brasil vendría a instalar una distribuidora de buses avalada con préstamos del gobierno?
Adicionalmente, ¿por qué hacerle competencia a empresas que representan a fabricantes reconocidos y que además conocen muy bien el mercado salvadoreño? ¿Es que no aprendimos nada de la compra de camiones chatarra que hizo la municipalidad efemelenista con tan catastróficos resultados?
El problema del transporte no son tanto los buses chatarra que circulan y que obviamente es urgente reemplazar, sino la extrema politización del sector y el hecho de que la industria es una red de microempresas que impide la competencia. El público no se beneficia de economías de escala ni de que haya operadores que cuiden su imagen, que compitan por su marca.
El transporte se fraccionó a extremos de lo absurdo, una de las nefastas herencias del expresidente Julio Rivera, culpable de muchos de los males que asuelan a los salvadoreños, como la entrega de la UES a grupos radicales. Padecemos lo que sufre Haití con su agricultura: microempresas que no levantan cabeza.
Al gobierno no le corresponde fungir de codeudor, busero, de médico, de banquero ni nada que hagan mejor los empresarios independientes en competencia.
elsalvador.com :.: Con esa oferta brasileña no necesitamos enemigos
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