Escrito por Armando Salazar. 01 de Marzo. Tomado de Contra Punto.
Todos esperamos que la nueva propuesta sea producto de un proceso más amplio y más prolongado
SAN SALVADOR
- Si entendemos como cierto que los procesos culturales en nuestra sociedad son opacos y complejos, así como pueden expresarse con claridad y simpleza, entenderemos que si el actual gobierno quiere asumir ese reto “en serio” y “a conciencia”, nadie en este país está preparado para ello.Siempre habrá parcialidades ante la diversidad, más desarrollos en un campo u otro. Siempre habrá campos y profundidades que sufren desatención o desinterés al no ser integrados en una política, en un programa o en un proyecto.
El gobierno, tras nueve meses, ha tenido un aborto en vez de un parto “normal” en la definición e implementación de ejes, políticas y acciones claras en el campo de la Cultura, tras la supresión de CONCULTURA y creación de la Secretaría de Cultura, adscrita ahora directamente a la Presidencia
La política de cultura, es una política pública, es decir, incumbe a todos los salvadoreños. No es un problema de la cultura en sí, es un problema de qué hacer con la continua producción y reproducción cultural que diariamente hacemos los salvadoreños en nuestra forma de relacionarnos, de crear, de creer, de simbolizar y apropiarnos de formas de ser que nos producen certidumbres, soluciones, habilidades, satisfacciones, conocimiento, identidad, capacidades, etc.
Exactamente no se si la cultura nacional ha sido afectada por la salida de Breni Cuenca, porque la cultura de un país como tal, existe, independientemente de los giros que un gobernante pueda tomar o de la persona encargada gubernamental para promoverla. Comparto la apreciación que los directores tenían que haber aguantado en tanto se recién iniciaba un proceso, aún con sus deficiencias, como todo.
El argumento de pedir resultados inmediatos a una funcionaria recién nombrada en ese contexto burocrático, con traslado ministerial incluido, es poco consistente. Además, se registra públicamente la poca relación y comunicación entre el Presidente y la funcionaria, lo que también pudiera entenderse como un hecho que pasa una factura de (in)comunicación.
Evidentemente el gobierno puede incidir sustancialmente a fortalecer el quehacer, la creación y el fortalecimiento de políticas culturales, si se la re-conoce y se le proporciona aliento y materialidades, construyendo así un proceso de identificación que un poder del Estado asume, se apropia (forma parte) de esa creación diversa y decide, con su fuerza legal y recursos, re-simbolizar (en nuestro caso particular) los significados que existen. Eso sí y solo sí (con sus incidencias normales), hay interés gubernamental e identificación social con la misma.
Lo discursivo no genera necesariamente hechos culturales, pero sí compromisos. Este país (y principalmente los sectores populares), sufrido y casi disecado por la succión déspota del capital, sus leyes y por sus aparatos de poder, efectivamente necesita de un asidero de poder real que le proporcione confianza para ser y relacionarse como tal, para convertirse en “normalmente” habitable, sea respetado, re-conocido y que se asuma calculada y conscientemente integrado de una construcción nacional.
La Mesa de la Cultura produjo un proceso de aproximación que no tiene precedentes en el país y aportó sustancialmente en este campo al programa de gobierno formulado por el FMLN, que precisamente en parte condujo al cambio de la jefatura del Poder Ejecutivo, hace ya un año.
Sin embargo, hay que señalar que ese esfuerzo se ha fracturado, no por sus planteamientos que extendieron sus brazos para abordarla, sino porque la cultura también requiere certidumbres, “tempos” y confianzas.
A la vuelta de este tiempo corto, casi nos encontramos con las manos vacías y quizá peor, porque hay que volver a comenzar a reconocer el terreno; la madeja burocrática y legal sigue existiendo; se ha generado incertidumbre y, sea quien llegue, igual que hace nueve meses, siempre será complejo y difícil abordar el contradictorio campo cultural.
Hoy todos esperamos que la nueva propuesta sea producto de un proceso más amplio y más prolongado. Sin duda requiere construcción. Que re-conozca los avances y los insumos producidos para el cambio, y desde luego, tomar experiencia del camino recorrido. Lo que entonces urge no es un nombramiento, sino un proceso. Mientras tanto, la cultura salvadoreña sigue allí: esperando la esperanza.
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