Escrito por Gloria Silvia Orellana. 20 de Marzo. Tomado de Diario Co Latino.
El bullicio del centro capitalino se apaga al bajar las gradas que llevan a la Cripta de Catedral Metropolitana.
Allí, se respira un ambiente de paz, y se observa la imagen de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, su monumento, los cuatro evangelistas y la rama de olivo a su diestra, que simbolizan permanentemente su amor por Jesús, la Virgen y el pueblo salvadoreño.
En el XXX Aniversario de la muerte martirial del Arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero, la fundación que lleva su nombre inició una serie de charlas, exposición de pinturas, dibujos y presentación del video “Monseñor”, esta tarde en la cripta de catedral.
La ponencia “Una vida para el Amor”, dictada por Monseñor Jesús Delgado, historiador y compilador de la vida de Monseñor Romero, habló sobre la grandeza del amor que lo influyó en su labor pastoral.
Dividido su amor en tres etapas fundamentales la fe, la prudencia y la motivación de amor, Monseñor Romero “nació para amar, porque esa es la condición de los Santos, la sed de amar y su humildad, siempre decía ayúdenme,”, comentó.
“Desde muy pequeño cuando enfermo gravemente, fue envuelto por el regazo de su madre del cielo, en la advocación de la Virgen de la Paz, porque sus padres eran muy devotos de ella, por lo que tuvo muy clara su fe desde su adolescencia”, comentó.
No obstante su corto mandato eclesial, Monseñor Romero marcó la pauta en la búsqueda de construir otra realidad basada en el respeto a la justicia social, sin alejarse de la doctrina social de la iglesia.
“Recien había sido nombrado Arzobispo cuando tuvo que oficiar las exequias de su gran amigo Padre Rutilio Grande (asesinado en El Paisnal, Aguilares por autoridades de la Guardia Nacional), y ofrece en sus palabras capitales la fe, y la motivación de amor fraterno”, dijo.
Y agregó “no nos desunamos con ideologías, para sembrar lo que la Iglesia ofrece es la motivación de amor y no puede haber amor sobre la base de la intriga”, Monseñor Delgado, afirmó que el Pastor Mártir siempre tuvo presente que ni el odio, ni una ley del talión, podrá ofrecer un ideal donde surge la vida de la muerte.
“Hacer del mundo creado por Dios una antesala del cielo”, fue una de sus ideas planteadas en sus homilías de 1977, que le enfrentan con la Civilización del Amor del Concilio Vaticano y las consideraciones de la Compañía de Jesús, ante la injusticia estructural.
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