Lo más importante es impulsar y propiciar la cultura de la honradez en todas las esferas del quehacer nacional, tanto público como privado.
Escrito por Opinión. Martes, 01 septiembre. Tomado de La Prensa Grafica.
La creación del Observatorio Ciudadano de la Obra Pública, bajo la responsabilidad de Transparencia Internacional y su capítulo salvadoreño representado por FUNDE, es una noticia de gran valor en el esfuerzo por transparentar la gestión pública, que tanto lo necesita en todo sentido. La iniciativa partió del nuevo ministro de Obras Públicas, área administrativa que tradicionalmente ha sido señalada como uno de los ámbitos más proclives a la corrupción, por la naturaleza de los proyectos que realiza. Así, vienen apareciendo casos de carreteras que se deterioran muy poco después de ser construidas, y aun de proyectos que se quedan a medias sin ninguna justificación sustentable, como es el ya emblemático de la Diego de Holguín, que es una vergüenza a la vista.
El Observatorio que se instala no sólo abarca Obras Públicas, sino también otras áreas como CEPA, ANDA, CNR y FISDL. En todos esos campos hay mucho por vigilar desde los ángulos ciudadanos; y dicha vigilancia, debidamente estructurada, servirá sin duda para ordenar las conductas institucionales y para ir fortaleciendo la cultura de la rendición de cuentas, que es aún tan pobre en el país.
El presidente de FUNDE ha dicho que se trata de un monitoreo permanente, con informes periódicos. Y el ministro de Obras Públicas dice que el propósito es “instalar un sistema de honradez”. Como es natural, esto es sólo el principio de una tarea interactiva entre la institucionalidad y la ciudadanía, y en consecuencia propende a generar más responsabilidad en ambas. Esto, que es vital para la democracia, debe ser visto como una función natural y normal, con efectos que van mucho más allá de una iniciativa específica.
LA HONRADEZ COMO PRINCIPIO BÁSICO
Como hemos venido señalando sistemáticamente, si algo resulta esencial para que nuestro proceso democratizador arraigue definitivamente y nuestro sistema de vida sea incuestionablemente respetable es la práctica indiscriminada del valor honradez. La tradición pública al respecto fue yendo cada vez más hacia menos. Y, en los tiempos más recientes, las sospechas vehementes de variadas formas de corrupción pública, desde las altas esferas hasta los niveles más rasantes, se hacen sentir con fuerza creciente en el ánimo ciudadano. Y como el ejemplo de la conducta intachable debe fluir de arriba hacia abajo, es desde arriba de donde deben venir las más claras señales.
Hay un reclamo ciudadano constante de más efectividad en el control de la probidad, y eso se pudo medir en el repudio generalizado que mereció la decisión de la pasada Corte Suprema de Justicia cuando prácticamente desmontó la Sección de Probidad por razones estrictamente políticas. Estas son las cosas que hay que corregir y evitar que se repitan de cualquier forma en el presente y en el futuro.
Lo más importante es impulsar y propiciar la cultura de la honradez en todas las esferas del quehacer nacional, tanto público como privado. Una sociedad que llega a estar erosionada por la corrupción no es sostenible y por consiguiente está siempre expuesta a lo imprevisible. De ninguna manera se puede admitir que lleguemos a ese estado de cosas. Iniciativas como la que hoy comentamos apuntan en la buena ruta.
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