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2009/09/28

Es fundamental fortalecer de veras la confianza ciudadana

A la nueva Administración, que ha llegado con el desafío básico de hacer que funcione la normalidad democrática en trance de alternancia en el ejercicio del poder, le corresponde enfrentar las urgencias antes señaladas, y hacerlo de inmediato.

Escrito por Editorial.Lunes 28 de Septiembre. Tomado de La Prensa Grafica.

En la medida que la sensación de inseguridad se ha venido volviendo cada vez más angustiosa en el ambiente, la necesidad de tomar decisiones e impulsar políticas que acrecienten sostenidamente la confianza ciudadana se vuelve más y más imperiosa. Todas las mediciones de opinión arrojan un alarmante déficit de confianza en las instituciones y en su desempeño, y mientras eso se mantenga el país verá un progresivo deterioro de todos sus otros indicadores. Sin confianza no hay seguridad; sin seguridad no hay progreso; sin progreso no hay estabilidad. Todo es un círculo que hay que cuidar en conjunto. Eso es lo que las autoridades deben asimilar a fondo, para accionar como se debe.

Y para que haya confianza se requieren, de entrada, dos componentes indispensables: efectividad y transparencia. La efectividad institucional y política sigue siendo deficiente; y la transparencia, ya no se diga. Tenemos una cultura de impunidad, que no sólo se refiere al campo delictivo. Por tradición, los Gobiernos han tendido a hacer lo que se les antoja, sin medir las consecuencias, porque casi nunca tienen que afrontar una verdadera rendición de cuentas. Y en cuanto a la transparencia, lo que se impone es aquello de “hoy por ti, mañana por mí”; es decir, ocultar lo que hacen los otros para garantizar el ocultamiento de lo que yo hago. Son perversiones del sistema que hay que corregir en serio.

A estas alturas, pues, para revertir la desconfianza ciudadana se requieren esfuerzos casi heroicos. No basta deslindarse de la ineficiencia pasada ni comprometerse a tener más transparencia: es preciso ejemplificar en los hechos la nueva conducta. Esa ejemplificación elocuente e inequívoca es la que podría hacer el cambio.

Actuar en todos los frentes

En la seguridad, en el desempeño económico, en la inversión social, en la modernización institucional hay tareas pendientes ya inaplazables. A la nueva Administración, que ha llegado con el desafío básico de hacer que funcione la normalidad democrática en trance de alternancia en el ejercicio del poder, le corresponde enfrentar las urgencias antes señaladas, y hacerlo de inmediato. En otras palabras, hay que empezar a actuar ya, y no en la forma menuda que viene siendo práctica aceptada, sino de modo planificado y articulado, porque lo que está por hacerse requiere cuerpo de permanencia.

La frase que dijo el Presidente el día de su toma de posesión, independientemente del valor que se le adjudicara en aquel momento, parece ser, en los hechos reales, un imperativo cada día más comprometedor: “No tenemos derecho a equivocarnos”. Ni en los contenidos ni en los métodos; ni en las decisiones ni en las estrategias. Se requiere, pues, que haya una dosis de racionalidad práctica que corresponda a las verdaderas exigencias del compromiso asumido.

Y, por ser así, la función de gobernar es, en las actuales circunstancias y condiciones, una misión de carácter excepcional. La alternancia va mucho más allá de quién está y quién no está: es una especie de límite dentro del proceso que venimos siguiendo en la transición democratizadora. De aquí en adelante las cosas ya no serán las mismas para nadie, y precisamente sobre la base de que no hay rupturas ni descalabros a la vista.

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