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2009/09/29

Con gran sigilo se fragua una reforma tributaria

Las amargas experiencias de otros países que incrementaron impuestos en medio de una crisis económica no dejaron enseñanza alguna en los políticos de extrema izquierda.

Editorial. Lunes, 28 de Septiembre de 2009. Tomado de El Diario de Hoy.

Alrededor del Ejecutivo se está fraguando una reforma tributaria que vendría a echar por tierra la posibilidad de superar la actual recesión económica, ya que se contemplan, según nos informan, impuestos al patrimonio, penas de cárcel a los evasores, confiscación de tierras "ociosas" e incremento a las tasas impositivas. Es triste que las amargas experiencias de otros países que incrementaron impuestos en medio de una crisis económica no dejaron enseñanza alguna en los políticos de extrema izquierda; exprimir al máximo a los productores parece ser justo y conveniente, pero se olvida el descalabro causado por similares medidas durante los años de la gran demencia.
Veamos lo que representaría un impuesto al patrimonio. El patrimonio se compone de bienes que producen y bienes inactivos que no producen. Una persona puede tener un negocio establecido pero asimismo ser propietario de una vivienda, de una pequeña finca que sólo da gastos, de un automóvil y enseres domésticos, de una cuenta bancaria. Lo único que produce ganancias o una renta es el negocio; el resto representa gastos o pérdidas, lo cual significa que gravar el patrimonio equivale a elevar los impuestos a la producción. Si el total del patrimonio es de cien pero sólo genera ganancias la mitad, el impuesto vendría a doblar la carga fiscal del negocio.

En el tranquilo e ideal mundo que imagina la izquierda, los hombres de negocios explotan a sus empleados, venden a los precios que les da la gana, evaden el pago de impuestos y reciben toda clase de beneficios y regalías de un gran hermano que se esconde en algún misterioso punto del territorio. La realidad, empero, es otra: los negocios tienen que competir contra productores tanto internos como externos, sufren la ineficiencia estatal, se ven forzados a pagar extorsiones (el viejo impuesto de guerra del conflicto), son afectados por los desquiciamientos causados por bloqueos de calles, asaltos a furgones, el contrabando, los robos internos y toda clase de demandas que equivalen a secuestros legales. El dinero con que contribuyen al Seguro Social lo despilfarran voraces sindicatos y directivas incapaces. A esto se suma el bloqueo de vías por los vendedores ambulantes, que estorban el acceso a almacenes y tiendas en los centros urbanos.

Si afecta a todos, la deben discutir todos

Hacienda ya anunció el establecimiento de juzgados tributarios donde los jueces, nombrados por el ministerio, fungen como jueces pero también como funcionarios fiscales, con lo que los dados se cargan en contra del contribuyente. Habrá cárcel para evasores mientras asesinos y secuestradores son tratados con grandes consideraciones en los tribunales. Lo más grave es que encarcelar así nomás a dueños de negocios pone en peligro inmediato a sus empleados y a la cadena de clientes y a proveedores con quienes mantienen tratos.

En la época del ex presidente Osorio se tuvo la ocurrencia de gravar los activos de las empresas, suponiendo que eran dineros que el negocio tenía en contante, fondos líquidos. Fue necesario librar una batalla pública para que aquel gobierno comprendiera los nefastos alcances de la medida.

Lo importante ahora es que cualquier propuesta de reforma fiscal que se presente al país, se someta a debate, se examinen experiencias de otros países y se estudien sus efectos en el empleo, la inversión, el ingreso fiscal y la actividad económica. Los sorpresivos inconsultos pueden provocar un descalabro.

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