Escrito por Manuel Hinds.Jueves 24 de Septiembre . Tomado de El Diario de Hoy.
Hay mucha gente que se pregunta cómo puede ser que la popularidad del presidente esté tan alta si la criminalidad y la situación económica están igual de malas o peores que cuando él asumió la presidencia.
Hay algunos que responden que el presidente Funes está en el período de la luna de miel, en la que todo se mira con beneplácito. Pero esto no sucede en todas las lunas de miel, especialmente si hay una crisis mundial. Por ejemplo, la popularidad neta de Obama (personas que aprueban menos las que desaprueban) cayó de 40 por ciento positiva en el día de su toma de posesión a 10 por ciento negativa ahora, en gran parte porque la situación de su país no ha mejorado. Lo interesante de la pregunta es que aquí tampoco ha mejorado pero la popularidad del presidente ha aumentado.
Otros responden a la pregunta diciendo que el gobierno está generando esperanzas de que aunque las cosas estén empeorando en el futuro van a mejorar. Pero estas esperanzas difícilmente pueden existir si lo que sería su base —un buen plan de gobierno— no existe y no existirá hasta el 2010. No hay ningún plan para combatir la creciente delincuencia.
Otros piensan que la popularidad del presidente ha aumentado como resultado de un efecto placebo. La palabra "placebo" proviene del latín, idioma en el que significa "complaceré". Comenzó a usarse en medicina en el Siglo XVIII para señalar medicinas orientadas no a beneficiar sino a complacer al paciente, es decir, medicinas que la gente creía que curaban aunque en realidad no tenían ningún efecto fisiológico.
Henry K. Beecher, un anestesista asociado con la Universidad de Harvard publicó un artículo en los años cincuenta, documentando que en muchos casos los placebos funcionaban tal y como si fueran las medicinas adecuadas para los pacientes a los que se los recetaban. Desde ese tiempo, Beecher y muchos otros investigadores han dedicado muchos recursos a estudiar este tipo de reacciones, que ellos encontraron que eran sorprendentemente comunes. Los efectos se explican porque la gente quiere creer que se va a mejorar y el tener una excusa para creerlo la hace sentir mejor.
El tema del placebo puede ser parte de la respuesta a nuestra pregunta. La gente, asediada por terribles problemas económicos y peores aún de seguridad, quiere creer que este gobierno les va a proporcionar una salida. Perder las esperanzas, y por cinco años, puede ser inaguantable para gente que está luchando diariamente para sobrevivir. Cuando el presidente les dice que todo va a mejorar, quieren creer que así será y, aunque objetivamente su situación no mejore, se sienten mejor.
Una variante del efecto placebo sugiere que, al menos en parte, la popularidad del presidente ha subido porque la gente está comparando su realidad en el poder con expectativas que eran drásticamente negativas. Muchos querían un cambio y no votaron por el ahora presidente porque temían que se radicalizara al llegar al poder. Como no lo ha hecho hasta ahora, esta gente se ha sentido reconfortada y dispuesta a sentirse complacida con el comportamiento del presidente.
Sea cual fuere la respuesta a la pregunta, es interesante notar que puede ser que estemos interpretando equivocadamente el concepto de popularidad que sale de las encuestas políticas. El hecho de que el presidente Funes aumente la popularidad mientras la situación objetiva del país se deteriora, no es la única incógnita con respecto a este concepto.
Hay otra incógnita interesante: el hecho de que la popularidad del presidente Saca fue aumentando exponencialmente mientras más se acercaban las elecciones presidenciales que él y su partido perdieron, al final de una campaña en la que se enfatizaba más la personalidad del presidente Saca que la del mismo candidato Ávila. Previamente, el presidente Saca, siempre popular, perdió las elecciones de diputados, en las que la campaña sugería que votar por los candidatos de su partido era votar por el presidente mismo.
Veamos ahora: si un presidente puede ser cada vez más popular y perder las elecciones, y otro presidente puede presidir sobre una situación de deterioro general del estado del país y volverse más popular, ¿qué es lo que realmente mide la popularidad? ¿De qué le sirve la popularidad a un político? ¿De qué le sirve al país que su presidente sea popular?
La evidencia sugiere que la popularidad mide hasta qué punto la gente gusta de la personalidad de alguien —como en un concurso de belleza—, pero no hasta qué punto la gente está dispuesta a seguirla políticamente. Esto, el liderato, no la popularidad, es lo importante. El liderato se mide sólo con acciones, no con discursos, no con declaraciones, no con encuestas.
El liderato del presidente Funes todavía está sin medirse porque no ha hecho nada. Y, cuando trate de hacer algo, su efectividad no va a depender de su popularidad personal, sino de su capacidad para resolver los dos problemas más grandes de la población: la creciente inseguridad ciudadana, y la deteriorada situación económica. Lo demás es paja.
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