Empiezan a aparecer señales dispersas pero preocupantes de que las fuerzas políticas y sus representantes, así como los entes gubernamentales, se encuentran aún muy encastillados en posiciones rígidas, que ya no son funcionales ni valederas.
Escrito por Editorial. Martes 22 de Septiembre. Tomado de La Prensa Grafica.
Ha llegado el momento en que habrá de presentarse a la Asamblea Legislativa, por parte del Consejo de Ministros, el proyecto de Presupuesto General del Estado para el año fiscal 2010. Y, como todos los años, se iniciará el ejercicio político para lograr la aprobación oportuna del mismo, especialmente en lo que toca al financiamiento crediticio que sea necesario. Dicho ejercicio político tiende a derivar naturalmente en un forcejeo partidario, ya que la mayoría calificada se ha convertido en lo que no debería ser: un campo de prueba de fuerzas, en el que, para más dificultad, no se ha podido establecer ningún espacio de entendimiento básico.
El tema del financiamiento va más allá del Presupuesto en sí, pues sobre todo ahora, dada la complejidad del momento económico que se vive, tanto nacional como internacionalmente, las necesidades de fondeo vía préstamos se hacen aún más imperativas. En los últimos días del Gobierno anterior, se lograron acuerdos con la nueva Administración para lograr financiamientos internacionales que permitieran al menos mantener a flote las finanzas públicas durante el período de entrada; pero sin duda esto ni es suficiente ni podrá durar mucho. Si la economía no se reactiva de manera significativa en lo inmediato, la escasez de fondos podría volverse crítica de veras.
En tales condiciones, es imperioso para la buena marcha del país, y para su estabilidad en general, que las fuerzas políticas se sienten en serio a tratar de ponerse de acuerdo en mecanismos y garantías que permitan ventilar toda esta temática. Seguir con el simple tratamiento caso por caso puede ser aún más espinoso que en el pasado.
Medir la madurez
Es en los tramos complicados y en las condiciones críticas donde puede medirse con más certeza el grado de madurez que ha alcanzado un proceso transicional como el nuestro así como las distintas fuerzas que en él interactúan. Por lo que hemos podido constatar a lo largo de los años recientes, el proceso ha madurado más que sus actores; sin embargo, en esta coyuntura política y económica tan especial y desafiante para todos, es inevitable poner a prueba el grado de responsabilidad histórica que muestren las distintas fuerzas, y especialmente las políticas, en función de cooperar para que el país en su conjunto sufra lo menos posible los efectos de la crisis y pueda reorientarse cuanto antes hacia el desarrollo.
Empiezan a aparecer señales dispersas pero preocupantes de que las fuerzas políticas y sus representantes, así como los entes gubernamentales, se encuentran aún muy encastillados en posiciones rígidas, que ya no son funcionales ni valederas. En vez de estar en el juego de “yo condiciono” y “yo no me dejo condicionar”, habría que pasar a un manejo mucho más serio y razonado de las posibilidades de entenderse en lo básico, lo que no significa debilidad para nadie, como algunos aún siguen creyendo, sino más bien lo contrario: fortalecimiento del proceso vía el servicio a los intereses de la generalidad.
Todo esto requiere reconocer que nuestra cultura política necesita reciclajes de actitudes y replanteamientos de estrategias. Y eso vale tanto para los que están en el Gobierno para los que están en la oposición, y para todos los actores que inciden en la realidad.
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