Escrito por Luis Alvarenga. Martes 22 de Septiembre. Tomado de ContraPunto.
Será la puesta a prueba de si la organización y movilización populares son capaces de restablecer el orden institucional
SAN SALVADOR - El retorno del presidente legítimo de Honduras, Manuel Zelaya, tomó por sorpresa a todos. Por vías desconocidas hasta el momento, Zelaya concluyó su gira por diferentes países centroamericanos en la embajada brasileña de Tegucigalpa. Ante las insistentes preguntas de una reportera de CNN, Zelaya no quiso especificar quién o quiénes lo apoyaron para entrar de nuevo en su país, desafiando la orden de captura del gobierno de facto.
La vuelta de “Mel” Zelaya es el triunfo del movimiento de resistencia hondureño contra la dictadura de Micheletti. Esto tiene su historia. Lejos de golpearlo mortalmente, el secuestro y posterior exilio de Zelaya supuso un fortalecimiento de las organizaciones sociales hondureñas. Evidentemente, esto tuvo un precio enorme, en términos de vidas sacrificadas y de personas encarceladas y exiliadas.
La resistencia hondureña desafió, una a una, las medidas represivas que impuso Micheletti. Ni los toques de queda, ni la represión a marchas pacíficas, ni los secuestros, ni los allanamientos militares lograron detenerla. Y detrás de esto no se encontraba la mano de Chávez, como pretenden los voceros golpistas y quienes, fuera de Honduras, justifican el golpe. Los movimientos políticos cuyo único sostén es el apoyo exterior no tienen mayor futuro. El sostén de la resistencia es la sociedad hondureña.
Sin esta primera condición, la condena internacional a Micheletti y el respaldo que tuvo Zelaya no hubieran servido de mucho. Claro que fueron valiosas acciones como el cierre temporal de las fronteras con Honduras (pese a los reclamos de algunos sectores empresariales, que veían más importantes sus intereses particulares que la defensa de la democracia en Centroamérica) y el respaldo, no sólo de palabra, sino de acción, de muchos gobiernos latinoamericanos. Esto sirvió de apoyo al movimiento de resistencia en el país centroamericano.
El intento de volver, de parte de Zelaya, a Honduras por tierra, a través de la frontera nicaragüense, pudo haber parecido un acto aventurero. Lo cierto es que, independientemente del hecho de que el presidente hondureño no logró ingresar a su país, esto fue interpretado como una señal de respaldo, por parte de Zelaya, a las organizaciones sociales que están en lucha contra la dictadura. Además, logró provocar desconcierto y nerviosismo en el gobierno de Micheletti.
Si, como dijimos en un comentario pasado, Micheletti entró furtivamente, por la azotea, al palacio de gobierno hondureño, Zelaya entró, sorprendentemente, a Honduras, mientras Micheletti todavía especulaba si el presidente estaba o no en el país centroamericano.
El retorno de Zelaya es el inicio de una jornada decisiva para Honduras. Será la puesta a prueba de si la organización y movilización populares son capaces de restablecer el orden institucional, o si las taras de la “política tradicional”, una de cuyas muestras son los golpes de Estado, todavía siguen demasiado arraigadas en el país vecino.
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