Ya no queda tiempo disponible para más dilaciones: la complejidad de esta problemática está perjudicando todos los otros esfuerzos nacionales.
Escrito por Editorial. Jueves 24 de Septiembre. Tomado de La Prensa Grafica.
Como hemos venido señalando insistentemente, lo que más impacto causa en el ánimo ciudadano es la sensación de que la autoridad está a la defensiva mientras la criminalidad sigue a la ofensiva, y cada vez con más desfachatez y “creatividad”. Si algo es básico en cualquier sociedad organizada es la capacidad institucional de garantizar el imperio de la ley; y cuando esto no se percibe con la suficiencia debida, todo lo demás parece estar en el aire. Es lo que venimos sintiendo los salvadoreños desde hace mucho, con todos los efectos inquietantes que ello acarrea.
Y, en situaciones tan graves como la que enfrentamos, se va dando un fenómeno de contaminación progresiva, que cada vez es más difícil de controlar. Ahora resulta que los principales reductos del crimen son las mismas cárceles donde presuntamente están aislados los criminales. Las cifras son espeluznantes, y lo peor es que ya se manejan casi con naturalidad. Ejemplo: durante 2009, el 80% de las extorsiones han sido ordenadas desde los centros penales. Y es que la institucionalidad parece estar recluida en una especie de versión superficial de su responsabilidad, que es enorme. La reubicación de reos peligrosos se maneja como si fuera un trámite normal, con consecuencias como las del “Sirra”. Y entonces viene la discusión bizantina sobre los consejos criminológicos. La realidad hay que enfrentarla como es, señores, sin ninguna evasiva.
Al crimen se le debe cortar el paso, no andarlo siguiendo a ver si se le alcanza. Es la actitud institucional lo primero que hay que cambiar a fondo. Y en tanto eso no ocurra, seguiremos oyendo estadísticas circunstanciales como oír llover.
INSISTIMOS EN EL PLAN INTEGRAL
No nos cansaremos de insistir en la necesidad de estructurar un proyecto integral de lucha contra la violencia y la criminalidad en sus diversas formas, para que todas las energías disponibles y posibles empujen en la misma dirección, con metas y propósitos claros y ordenados. Lo que no se puede ni se debe es continuar repitiendo el mismo patrón de las medidas inconexas, que siempre son improvisadas y nunca llevan a nada concreto y sustancial. La violencia y la criminalidad son síntomas y expresiones de males más profundos; y sólo decidiéndose a llegar a su profundidad se logran resultados reales. Aun las medidas más coyunturales, impuestas por la urgencia, deben ser parte de un plan integral, para que tengan sentido y no sean cohetes soplados.
Como toda esta temática tiene una dimensión política insoslayable, es en ese plano donde se han venido generando las principales distorsiones. El querer mostrar resultados para ganar imagen es la más notoria de éstas. En realidad, el efecto producido es al revés: la institucionalidad ha venido perdiendo confianza ciudadana en su efectividad para encarar de veras el gran reto que tiene. Hay que sustituir las tácticas momentáneas por una verdadera estrategia de largo alcance.
Ya no queda tiempo disponible para más dilaciones: la complejidad de esta problemática está perjudicando todos los otros esfuerzos nacionales. Hay que actuar ya, en la forma debida. No con parches ni con remiendos, sino con políticas integrales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.