Necesitamos equilibrios políticos de cara a los retos

Es evidente que, en este preciso momento, lo primero por construir son los equilibrios políticos y los entendimientos partidarios básicos. Sin éstos, nada se puede empujar.

Escrito por Editorial.Viernes 25 de Septiembre. Tomado de La Prensa Grafica.

El proceso de democratización no es en ninguna parte una línea recta: los rodeos y los altibajos siempre están a la orden del día; pero lo verdaderamente importante es que no se deje de avanzar en la ruta del aprendizaje político y social de las reglas y sobre todo de la lógica natural de la democracia. En países como el nuestro, que vienen de una larga historia de experimentación antidemocrática, tal aprendizaje es aún más difícil, y eso lo vivimos cotidianamente. Pero, en nuestro caso, hay que reconocer y reiterar que hemos logrado emprender y mantener una dinámica de bastante coherencia, pese a los distintos frenos que las prácticas viciosas del pasado le ponen por donde pueden al avance actual.

En su Mensaje ante la Asamblea General de la ONU, lanzado hace un par de días, el Presidente de la República planteó, como una de las aspiraciones centrales de su Administración, “terminar con los enfrentamientos, los odios y las divisiones que malgastaron lo mejor de nuestra energía como sociedad” y llevaron en su momento a la guerra. El propósito, desde luego, es relevante, y abona como tal al eventual logro de la unidad nacional, que también postula el mandatario actual; pero todo esto, para que pase de las aspiraciones a los planteamientos y de éstos a los hechos, debe ser debidamente planificado, organizado y viabilizado. Y aquí asoma, y no debería aparecer más, una de nuestras fallas históricas: nunca concretar los objetivos de nación, por la falta de una cultura de nación y de un plan orgánico de nación.

Es evidente que, en este preciso momento, lo primero por construir son los equilibrios políticos y los entendimientos partidarios básicos. Sin éstos, nada se puede empujar.

Los retos como palancas

La seguridad y el desarrollo son, sin duda, los retos más apremiantes que nos pone enfrente la realidad, en el día a día, y más aún en la cotidianidad ciudadana. Ha faltado, desde luego, y ya es una falta inocultable, una verdadera conexión entre la institucionalidad y la ciudadanía. En esto, el déficit de funcionalidad de los partidos políticos es notorio, independientemente de los colores y las banderas partidarias. Unos porque asumen que representan por sí lo que la gente necesita y quiere, otros porque no tienen interés real en responder a eso que la gente quiere y necesita. La “conexión” a la que hacemos mención como requisito para la marcha efectiva y eficiente de la democratización nacional debe ser una de las tareas urgentes del momento.

El Gobierno actual, en voz de su más alto representante, el Presidente de la República, viene expresando explícitamente, y con persistente énfasis, que no es de partido ni de fracción. El mensaje tiene su dimensión positiva, pero también puede acarrear riesgos que no habría que descuidar. Porque lo importante de veras es que el Gobierno y su partido así como la oposición y sus partidos logren asegurar una armonía básica que no es sólo indispensable para enfrentar con éxito los desafíos de la crisis, sino fundamental para que la democracia opere con la normalidad que se requiere a fin de que el país avance en todos los órdenes.

Los retos que la realidad nos pone y nos seguirá poniendo deben servir de palancas para potenciar la racionalidad y apuntalar la estabilidad, todo en ruta hacia el sano desarrollo.