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2009/09/27

Los culpables tienen nombre, apellido y partido

Escrito por Carlos H. Bruch Cornejo. Viernes 25 de Septiembre. Tomado de Diario Co Latino.

Había optado por no decir nada sobre la muerte brutal del fotógrafo Christian Poveda. Por dos motivos. Uno, porque ya se ha dicho lo que había que decir y lo que no. Y dos, que el tema de la muerte, la violencia y la delincuencia ha llegado a posicionarse de tal manera en lo cotidiano de nuestra sociedad que pareciera que es una opción colectiva de los salvadoreños el dejar que esos flagelos convivan – habrá que decir conmueran- con nosotros.

El asco que esa premisa me provoca casi consigue bloquearme. Pero callar nunca es solución.

Sobre todo si se trata de la vida de personas, y de un planteamiento férreo de lucha por reconquistar niveles de justicia y respeto ciudadano, aunque así las politiquerías de los últimos años hayan delineado lo contrario.

Demás está quizás mencionar que he debido contenerme de responderle un par de cosas nada amables a insensatos que ante los hechos que se viven, regañan y acusan de ser resentidos (esa palabra les gusta usarla como arma o los conformistas y mediocres) a quienes están alzándose en voces respecto a la dantesca realidad salvadoreña.

Esos mediocres y agacha cabezas del sistema caduco que se implantó en dos décadas y en el cual prevalece el bien material por sobre el social y humano también instan a que se deje de despotricar tanto contra nuestro país, alegando que tiene tantas cosas lindas y bonitas y bla, bla, bla.

Urge dejar de oír esas idioteces. Y darle la espalda a sus promotores.

No puede haber país bonito produciendo una docena de muertes violentas al día y con mafias ejerciendo tanto poder negativo sobre las personas.

Por similares motivos tampoco dejaré de comentar lo escrito por el director de editoriales de El Diario de Hoy, Eduardo Torres, a raíz del cruento asesinato del fotoperiodista español y de tantos otros ciudadanos.

Decía el ex secretario de comunicaciones de un gobierno arenero y actual pluma admiradora del partido que nos dejó el país en desastre, que “...la seguridad pública es un asunto de todos..” y que  “ ...la batalla contra la criminalidad no se gana con campañas publicitarias...”
Disparates de este tipo deben ser comentados.

Lo de la publicidad imagino que lo dirá porque a su periódico no lo irían a considerar para tal fin en caso que se haga una –necesaria, urgente- campaña colectiva denunciando a los responsables del pandemonio creado por el partido tricolor.

Campaña que debemos comenzar todos a generar activamente y dejando nuestros mezquinos intereses personales a un lado. Y antes de que la muerte también toque a nuestras puertas.

Estará Torres matando su chucho a tiempo. Puesto que los verdaderos y únicos protagonistas y creadores de la endemoniada violencia son sus correligionarios y amigos de ese periódico así como de los otros dos de similares y deplorables credenciales. Junto a la fatalmente célebre telecorporación.

Juntos han encubierto los veinte años de fechorías gubernamentales. Y a cambio de publicidad han atado nexos de complicidad con los propulsores de tal delincuencia.

Va siendo hora que sean puestos al conocimiento y estudio de las autoridades judiciales.
La desinformación y tergiversación de la realidad a la ciudadanía también es una forma de delinquir.

Lo que más debe considerar cualquier ciudadano decente en este momento es ser cada uno un agente de esa campaña de evidenciación, una voz activa de denuncia de quienes engendraron el monstruo que ahora acecha a todo el país.

¿Que la seguridad es una asunto de todos? ¿Eso quiere decir, si siguiéramos las necedades del editor, que cada uno debe continuar comprando armas para hacer nuestra propia justicia a la hora de defendernos, o contratando ejércitos privados a quienes llevan años lucrándose del negocio de la delincuencia?

Empresas ya conocidas y que pertenecen a ex funcionarios o funcionarios activos y directamente relacionados con la seguridad de nuestro Estado. Entre ellos quien fuera candidato a presidente y ex jefe de policía, más otros tantos de ese calibre.

No señor. La seguridad es obligación y compromiso del Estado y de los funcionarios que lo dirigen. Cosa que el partido ARENA no sólo fue incapaz de hacer –yo mantengo que lo suyo fue una pantomima constante- sino que además  la hicieron crecer para así lograr beneficios monetarios.

En décadas anteriores quienes hicieron proliferar la violencia con ambición de orden mafiosa y que subsecuentemente crearon un éxodo de los salvadoreños más miserables para así recibir luego el dinero que envían desde su exilio forzado, tienen nombre, y apellido, y militancia.

Me refiero a  Rodrigo Ávila, Hugo Barrera, Francisco Bertrand Galindo, René Figueroa, Astor Escalante, Mauricio Sandoval, Ricardo Meneses, Antonio Saca, Francisco Flores éstos últimos como principales impulsadores de los contraproducentes planes Mano Dura.

Y como mecenas de ellos están los grupos de poder económico que si directamente no delinearon el plan son igualmente responsables por no haber intentado aplacarlo. Ahora se quejan de los engendros que por acción u omisión ellos mismos contribuyeron a crear.

Todos ellos son quienes nos han llevado al abismo de muerte y desastre actual. Son ellos y sus cómplices en los medios como donde trabaja Torres a quienes debemos de señalar como artífices de la desgracia social. Los mareros son solo consecuencia y parte del personal de servicio utilizada en la macabra empresa.

Si algo debemos exigirle a nuestro gobierno actual es que deje politiquerías a un lado y no caiga en el error de gestos de falsa generosidad y modestia para con sus antecesores y que comience a señalar y llevar a la justicia a todos aquellos que han sido los artistas de este drama.

Si los ciudadanos apoyamos sacando coraje y denunciando lo que sepamos, si los periodistas de principios se deciden a investigar -independientes del cheque a fin de mes- y sus editores a publicar las erráticas medidas de los areneros, creo que más allá de dejar en evidencia a columnistas como Torres también se logrará generar la presión que lleve a ganarle la batalla a la delincuencia.

La violencia se combate con más justicia.

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