El diálogo, dicen los zelayistas, debe incluir incorporar la cuarta urna en las elecciones.
Escrito por Mario Paz/Borman Mármol. Sábado 26 de Septiembre. Tomado de La Prensa Grafica.
La resistencia volvió ayer a las calles. No se resiste al diálogo, pero se cierra a una sola opción: la discusión por la Asamblea Nacional Constituyente. Restituir a Manuel Zelaya es solo un paso.
Dice que se llama Juan, pero sonríe con sorna. Su identidad queda, quizás, guardada tras el pañuelo, “por la represión” que dicen sufrir.
Solo entiende una cosa: de nada vale la restitución de Zelaya si no se negocia la Constituyente. “Si va a haber elecciones, que haya cuarta urna; si dicen que el pueblo no quiere, entonces, ¿de qué tienen miedo?”, explica.
“Mel urge, porque urge la Constituyente, si no estos 90 días de lucha de nada sirven”, dice.
Las propuestas de diálogo son, para algunos periodistas consultados, opciones cerradas.
Prefieren no dar sus nombres porque siguen en la cobertura y emitir juicios les haría tomar postura. Pero, para casi todos, la situación no es nada bonancible.
“¿De qué le sirve a Zelaya gobernar tres meses? ¿Por qué no renuncian ambos y buscan una tercera opción?”, propone un corresponsal mexicano.
Las intenciones de diálogo de la Iglesia y los candidatos presidenciales Porfirio Lobo (del Partido Nacional) y Elvin Santos (del Partido Liberal) no plantean una vía clara sobre cómo se iniciará el proceso. Tampoco tienen fecha y encontraron como la mejor opción la propuesta del presidente costarricense, Óscar Arias.
No obstante, si la Resistencia impone como condición la Constituyente, el diálogo se dibuja improductivo. “Se tiene que incluir a las fuerzas vivas, y que se discuta la Constituyente, se desmilitarice el país y los soldados vuelvan a los cuarteles; que la policía se dedique a combatir el crimen organizado y la delincuencia”, dice Marvin Ponce, miembro de la Comisión Nacional de Resistencia.
Para Ponce, la restitución de Zelaya no es negociada. Tiene que hacerse de inmediato y a partir de allí abrir la discusión por el cambio de la Constitución.
Con la marcha en las inmediaciones de la embajada de Brasil, donde sigue refugiado Zelaya, el calor parece haber caldeado los ánimos. Allí, una vez plantados frente al ejército, la masa exige la restitución de Mel. Juan ha subido su pañuelo, trata de impulsar el grito de “¡Constituyente, Constituyente!”, pero los insultos contra los militares le ganan y su intento se diluye en el “¡Mel aguanta, el pueblo se levanta!”
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