Comentarios mas recientes

2009/09/23

Los nuevos liderazgos...

Escrito por Luis Mario Rodríguez R. Martes 22 de Septiembre. Tomado de El Diario de Hoy.

Cuando los liderazgos se agotan, las ideas se vuelven obsoletas, los planteamientos recurrentes, los principios se interpretan de forma distinta, por no decir, a conveniencia, y las ilusiones se mueren. Lo que es peor, cuando se cree que las instituciones, entiéndase partidos políticos, gremiales empresariales, sindicatos de trabajadores o movimientos sociales, gravitan alrededor de una sola persona, las buenas iniciativas se opacan, la libertad de expresión se coarta, la juventud pierde su brillo y en definitiva las instituciones están condenadas a desaparecer.
Por el contrario, cuando los espacios atraen nacientes esperanzas, los antiguos liderazgos soportan a los nuevos, las estructuras organizativas se renuevan y los idearios afloran, entonces los países dan el salto a un estadio superior, donde la política, la economía, el desarrollo, la responsabilidad y la libertad misma, se transforman, sin renunciar a sus cimientos, pero convencidas que el cambio supone nuevas oportunidades en las que otros, viejos y jóvenes, podrán dar un nuevo aliento a las ya enmohecidas propuestas de aquellos que con seguridad lo hicieron bien, pero que, tras un largo camino recorrido en la función pública, las gremiales o las organizaciones laborales, no pueden dar más, y pasan de líderes representativos a fanáticos del poder.

No hay momento idóneo para dejar las instituciones. Siempre habrá un pretexto para quedarse, o volver a ellas: "no hay nuevos liderazgos, vienen otros que no lo harán mejor que yo, quieren tomar las riendas quienes nunca han militado, o simplemente, aún no es mi hora para retirarme." Insisto, no hay edad, ni circunstancia, ni mucho menos iluminación extrasensorial que indique a los líderes cuando ahuecar y dar la bienvenida a una nueva voz, al pensamiento reflexivo de una nueva generación o a la experiencia de aquél por cuya vida han pasado ya sendos acontecimientos que le permiten tomar decisiones con mayor prudencia y sensatez.

Ni los que se van son los olvidados que ya no se necesitan, ni los que vienen representan la salvación porque son los únicos que ahora pueden dirigir mejor las Instituciones. Todos, los que se van y los que llegan, constituyen eslabones de una misma cadena; la habilidad está en la fusión de ambas generaciones y en la humildad para saber ceder hasta donde el otro tiene la capacidad de dirigir sabiamente lo encomendado.

El 15 de marzo no ganó el Presidente Funes las elecciones. Lo ganaron los nuevos liderazgos en cada una de las instituciones que hemos referido. Y no porque ante la temida llegada de la izquierda ahora debemos "cambiar de capitanes y engrasar las armas", sino porque se abrieron de forma natural y espontánea los cajones que guardaban la institucionalidad democrática. Tenemos nueva Corte Suprema de Justicia y un Fiscal General electo por unanimidad; la búsqueda de un nuevo discurso en las gremiales y en la oposición política, y, por primera vez, una decisión unánime de los sindicatos: no participar, por falta de representatividad, en el Consejo Económico y Social. Ojalá de esta postura derive la consolidación sindical.

El 15 de marzo se detonó una bomba en la derecha, la izquierda, el centro y los actores laborales y empresariales. Una bomba cuya radiación aún está afectando a todos: a la derecha, que ahora está llamada a reflexionar, no sobre su papel como oposición en la Asamblea, porque sería muy simplista y reducido, sino sobre su pensamiento, sus ideales y sus principios como partido político; a la izquierda, que encontró en el Presidente Funes, el punto de quiebre para reflexionar acerca de su futuro como los defensores del marxismo-leninismo y el socialismo del Siglo XXI, o los abanderados de una social democracia que nos haga dar el salto a un sistema político que durante décadas hemos estado esperando; a algunos empresarios, que por primera vez deberán enfrentarse al cumplimiento estricto de la ley, y a los trabajadores, que tendrán forzosamente que revisar sus liderazgos, pasando del sindicalismo personalista a uno que se materializa en el respeto a los derechos fundamentales de sus miembros.

La gran incógnita es si cada uno asumirá su papel en el momento oportuno. En cien días, dentro de los casi doscientos años de historia independiente, no es posible exigir una transformación tan seria como la que estamos apuntando. No es fácil cambiar un himno partidario, ni renunciar al idealismo comunista, ni perder los privilegios o expulsar a los aprovechados. No se puede, de la noche a la mañana, transformar a la derecha en una granítica organización que privilegie la responsabilidad social y renuncie al discurso de volver a sus orígenes, cuando los mismos, como ya lo sabemos, se basaron en el "anti" y no en el futuro; ni mucho menos, estando en la cúpula de su partido, obligar a que el partido comunista rechace, al mejor estilo del PSOE español, el sistema político que profesan, dándole la oportunidad a los progresistas para gobernar con una sola visión. Es preciso esperar, pero también es imprescindible avanzar. Si esta oportunidad, que Dios y los mismos salvadoreños decidimos adoptar, se convierte en un puente para profundizar nuestras diferencias, habremos caminado treinta años para regresar al punto de partida, sin armas ni sangre, pero con seguridad, habremos de sacrificar a la próxima generación, simplemente por nuestro ego, personalismo, falta de visión, rechazo al diálogo y a la negociación, y principalmente, porque creímos que el 15 de marzo ganó un hombre y no la democracia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.