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2009/09/01

Los héroes sospechosos (V)

Salvador Cayetano Carpio, que luego se convirtió en el comandante Marcial, fundador y máximo jefe de las FPL, hizo célebre la frase: “Nuestras montañas son las masas”. No se trataba de una ocurrencia sino, al parecer, de una respuesta precisa al Che Guevara. La historia me la contó Mingo Mira, un antiguo cuadro del partido comunista que después fue militante del Ejército Revolucionario del Pueblo.

Escrito por Geovani Galeas.Martes 01 Septiembre. Tomado de La Prensa Grafica.

A mediados de 1966, en las vísperas de su campaña fatal y ya en ruta de aproximación a Bolivia, el Che habría celebrado encuentros rigurosamente secretos con varios dirigentes revolucionarios latinoamericanos en distintos países. Una de esas reuniones se habría realizado en algún lugar de El Salvador, y el convocado fue Cayetano Carpio, por entonces secretario general de PC salvadoreño.

El Che consideraba que, dadas las condiciones geográficas de El Salvador, principalmente su carencia de grandes zonas montañosas, la idea de una lucha guerrillera era inviable en términos estratégicos, por lo que los revolucionarios salvadoreños más bien tenían que constituirse en apoyo de las guerrillas de Nicaragua y Guatemala. Evidentemente, eso no coincidía con la perspectiva de Cayetano Carpio, y de ahí aquella altiva respuesta.

Pero la convicción de que las guerras revolucionarias latinoamericanas solo podían ser exitosas a partir del establecimiento de los focos guerrilleros en el campo era central en la estrategia castro-guevarista. Y lo era también en la concepción de Dalton: “El escenario donde puede desarrollarse la lucha revolucionaria no es la ciudad sino el campo, no las regiones urbanas sino las zonas montañosas”, escribe en su libro citando a Debray.

Otro punto central en la estrategia cubana, y consecuentemente en la concepción de Dalton, era el de la integración multiclasista de la vanguardia revolucionaria: “La clase obrera latinoamericana está lejos de ser la vanguardia concreta de la lucha. La dirigencia revolucionaria en América Latina a menudo ha estado integrada por pequeños burgueses de origen que se han proletarizado”, escribió. Claro, la liberación de los obreros cubanos no fue obra de los obreros mismos, como reza el mandato marxista, sino del abogado Fidel Castro y del médico Ernesto Guevara.

Pero eso era inaceptable para el panadero Cayetano Carpio, que creía fervorosamente que la fuerza fundamental y directriz de la revolución solo podía serlo la clase obrera en eventual alianza con los campesinos pobres. De hecho, la desgracia de Carpio, ya en 1983 (su suicidio después de haber sido acusado de ordenar el asesinato de su segunda al mando, la doctora Mélida Anaya Montes), se debió, según su carta de despedida, al hecho de que en la dirección de las FPL los pequeños burgueses, maestros y estudiantes sobre todo, habían desplazado a los obreros dejándolo a él mismo en franca minoría.

Para poder justificar el asesinato de Dalton, en 1975, el entonces jefe del ERP, Alejandro Rivas Mira, lo acusó de ser agente de la CIA. Años después, ya finalizada la guerra, el único defensor que Dalton tuvo en su enjuiciamiento, el ex comandante guerrillero Fermán Cienfuegos, escribió sus memorias bajo el título de “Crónica entre los espejos”. En ese libro revela un dato impresionante.

En una reunión entre Rivas Mira, el mismo Fermán Cienfuegos y Cayetano Carpio, fue este último quien dijo que tuvieran cuidado con Dalton, pues cuando había sido militante del PC no había podido explicar satisfactoriamente ciertos hechos oscuros relacionados con unos contactos que había tenido con la CIA. Pero no es conveniente buscar la explicación de los hechos en esos dichos y rumores: las claves están en el examen del contexto y de las ideas puestas en juego, y en el hecho mismo de que estas últimas suelen transformarse. Eso es lo que hemos intentado en esta serie de entregas que está a punto de concluir.

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