Pero lo imperativo es pasar de inmediato de los conceptos a las visiones practicables; es decir, a los proyectos que les den vida a las palabras.
Escrito por Editorial. Jueves 17 de Septiembre. Tomado de La Prensa Grafica.
En su Mensaje con ocasión de las conmemoraciones patrióticas del 15 de septiembre, el Presidente de la República ha reiterado la voluntad de trabajar en tres ámbitos fundamentales: la unidad nacional, el fortalecimiento democrático, el desarrollo con inclusión y la seguridad ciudadana. Y ha comenzado por enfatizar este último desafío, que es el que más angustia cotidianamente a la población. El mandatario se comprometió a dar al respecto “la buena batalla”, aunque faltó precisar el compromiso básico: un proyecto nacional de lucha contra la criminalidad en todas sus formas y manifestaciones, que no deje ningún cabo suelto ni ninguna raíz desatendida. Eso es lo que se espera para empezar.
En el tema de la unidad nacional, el gobernante hizo este 15 de septiembre puntualizaciones muy claras, y algunas muy audaces, como cuando afirmó que su militancia en un partido político fue sustituida ese día por “mi pertenencia a la sociedad entera”, es decir, la militancia en la unidad nacional. Esta declaración es inusitada en el ambiente, y, aunque debe ser manejada en la práctica con mucho tino para preservar la estabilidad política, puede ser un aporte significativo hacia un nuevo estilo institucional de enlazar las relaciones entre la política y la gestión pública.
Se hizo una referencia directa al fortalecimiento institucional, para establecer un verdadero equilibrio de poderes, en beneficio de la seguridad jurídica; y también se mencionó la necesidad de un pacto económico y social, como base de un plan nacional de desarrollo inclusivo. Todos estos enfoques parecen apuntar hacia una política de largo plazo, que ojalá se concrete cuanto antes, en la forma interactiva en que se anuncia.
Renovar el pluralismo
Dice nuestra Constitución que “el sistema político es pluralista”, lo cual no es sino el reconocimiento de una característica natural de la sociedad. Hasta la fecha, ese pluralismo reconocido legalmente es más una formalidad que una realidad, porque la cultura política tradicional ha venido haciendo que los representantes se consideren y actúen como los verdaderos depositarios del poder, y no como lo que son constitucionalmente: delegados del sujeto que tiene la titularidad del poder, que es el pueblo salvadoreño.
En tal sentido, para que la democratización avance sin tropiezos ni resistencias, para que la unidad nacional pueda convertirse en un proyecto que efectivamente funcione, para que la institucionalidad cumpla con todos sus cometidos de servicio, para que la dinámica social se exprese en un orden que todos acaten y al que todos contribuyan, hay que renovar la práctica del pluralismo, a fin de permitir que las energías políticas, económicas y sociales entren por los cauces del desarrollo suficiente, seguro y sostenible.
Son importantes los mensajes que surgen desde las áreas del poder al respecto, y en ese orden hay que valorar los conceptos expuestos por el Presidente el pasado día 15. Pero lo imperativo es pasar de inmediato de los conceptos a las visiones practicables; es decir, a los proyectos que les den vida a las palabras. Estamos en un momento en que todo urge, y lo que más urge es organizar la urgencia para que en realidad produzca resultados.
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