Escrito por Eduardo Badía Serra. Martes 08 Septiembre 2009. Tomado de Diario Co Latino.
Todo modelo se agota. Esta es una característica que se sostiene y explica en la teoría de los modelos. No hay modelo eterno. El hombre viene agotando modelos de vida por muchos años, y cambiándolos de acuerdo a las circunstancias y a sus visiones del mundo. Sólo los animales persisten en sostenerse en un mismo modelo, y aun ellos lo van modificando, ligeramente, sí, pero lo van adaptando a sus cambios instintivos.
Nosotros, en El Salvador, hemos agotado muchos modelos, de todo tipo, unos, pocos por cierto, exitosos, otros, los más, dañinos incluso, pero en fin, todos agotados y por ello cambiados.
Y ello en todos los campos, sobre todo en el económico, en el cual nos han llovido las recetas de rabí, con las cuales han pretendido orientar nuestras vidas, buscando evitarnos el difícil trabajo de pensar porque ya otros pensaron por nosotros. Es el famoso síndrome del ejecutivo: “No piense; ejecute. Otros ya pensaron por usted”.
Al país le ha tocado en suerte una especie de manto de Penélope: Tejer y destejer, o, de otra forma, hacer y deshacer. Lo mismo ha pasado en el campo de la educación: Modelos y modelillos, reformas y reformillas, planes y planecillos, que, si nos situamos en el pasado reciente, van desde las originadas en el gobierno del general Martínez, pasando por la tan famosa y comentada del señor Béneke, hasta nuestro conocido plan decenal 1995-2005, la llamada reforma educativa en marcha, una reforma educativa que a pesar de haber marchado tanto no supo conocer la realidad de aquellas escuelas que se situaban a la orilla de los caminos por donde marchaba.
Esta costosa e irrelevante reforma educativa 1995-2005 fue sucedida por lo que se conoce ahora como plan 2021, que es un plan y no un programa de Nación, repetido en casi toda nuestra América Hispana como producto de otra receta de rabí que nos vinieron a dejar por allí, y que no es otra cosa, en el fondo, que el mismo plan decenal anterior al que se le acomodaron las llamadas modalidades educativas, modalidades estas de penosa calidad con los que se pretendió ocultar las graves diferencias que había, y hay, entre las escuelas de nuestro sistema educativo, permitiendo así que continuáramos flotando en este subrepticio mar de la mediocridad, con su punta de lanza, el contentarnos con ir siempre a la zaga, rascando el seis, como dicen nuestros siempre ocurrentes jóvenes estudiantes.
Estas reformas educativas están realmente agotadas. Nos han mantenido en el subdesarrollo educativo, vendiéndonos la idea de que lo único que importa es el estar informados, ni siquiera bien informados sino simplemente algo informados, informados precisamente de aquello que a quienes nos informan les interesa informarnos. Es, patéticamente, eso que digo, ir a la zaga. Ahora se trata de otra cosa, de la búsqueda de un sistema educativo que responda a un modelo que trate de hacer de la educación el hilo conductor de nuestro desarrollo.
Esto lo dicen todos, pero pocos han intentado hacerlo, porque hacer este cambio requiere algo así como provocar otra revolución copernicana en el campo del conocimiento. ¿Es ello posible? Yo pienso que sí, y más pronto de lo que pareciera, por una razón muy simple: Porque los jóvenes salvadoreños desean estudiar, salir de ese remedo de vida fugaz, existencial, perentorio, en el que el sistema les ha sumido; y porque hay profesores, maestros, que desean enseñar, y enseñar bien, actualizadamente y con profundidad y propiedad.
El paso es claro: Ir a la sociedad del conocimiento, llevando a la par, justamente, una importante herramienta, la información; conformar hombres con una clara conciencia superior, es decir, con una clara conciencia de su propia conciencia. Ese es el cambio. Ese es el reto. Así, sin más.
¿Cuál es el peligro de quedarnos sólo como una sociedad informada y no avanzar hacia una sociedad del conocimiento? Pues un poco quedarnos sólo como una sociedad primariamente consciente, sin disponer de un sentido del pasado y de la historia, y con ello, de la cultura, y sin poder tener la capacidad necesaria para obtener una adecuada lectura de los signos del futuro.
Parangonando el comportamiento del hombre con el de los otros animales vertebrados superiores, estos últimos están ciertamente en posesión de una conciencia primaria; esto es, tienen conciencia del mundo, de las cosas del mundo, y pueden ellos construirse las imágenes mentales del presente; pero no se acompañan de la sensación de ser unos seres con un pasado y con un futuro. Por ello, antes que proyectando su vida, andan resolviendo su vida.
La conciencia de orden superior, al contrario, dispone del reconocimiento de la capacidad de razonamiento, de los propios actos y de los propios sentimientos, incorpora el modelo de una propia identidad personal y social, del pasado y del futuro, y no sólo de su presente. Esto es, posibilita el desarrollo de una posible conciencia de la conciencia. Ello permite a estos seres que tienen una conciencia de orden superior, no sólo resolver su vida sino proyectarla, resolverla de acuerdo justamente a ese proyecto.
Sólo la conciencia de orden superior es capaz de desarrollar la triada fundamental de las funciones superiores del cerebro: Categorización perceptiva, memoria y aprendizaje. Una conciencia primaria a lo sumo nos llevaría a la memoria, al presente juzgado, pero no podría hacer que nuestras percepciones y memorizaciones se conviertan en conocimiento. Sociedad del conocimiento.
Ese es el reto, el acto verdaderamente liberador. Y ello requiere que nos convirtamos en un país libre, con una juventud crítica y juiciosa, ilustrada y culta, y además, por supuesto, actualizada, informada, en cuanto a los avances que se dan en el mundo. Recordemos que lo único que distingue al hombre de los demás animales, (y esto está en los libros), es el conocimiento.
Por eso, yo digo:
Pueblo, ¡Rechaza las discusiones ligeras!
Pueblo, ¡Cuidado con los cantos de sirena!
Pueblo, ¡Levántate y anda!
Pueblo, ¡Decídete por el cambio! ¡Anida la esperanza!
¿De política?
¡Noooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo
ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo
oooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo
oooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo!
¿Para qué?
De estas, y de otras cosas, seguiremos hablando, si Diario Co Latino me lo permite.
Opiniones
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Editorial
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