La inmadurez de las instituciones salvadoreñas, la intolerancia con el adversario político y la falta de altura para hacer una transición pacífica son lamentables en la actual coyuntura salvadoreña.
Escrito por Carlos E. Rodríguez. Viernes 18 de Septiembre. Tomado de La Prensa Grafica.
Es triste apreciar el show que el Ministerio de Relaciones Exteriores está haciendo en la ciudad de Los Ángeles en contra de su cónsul general. Es de esperar que la falta de experiencia y desconocimiento de los nuevos funcionarios, respecto al Servicio Exterior, es la causa de las “poco felices” declaraciones de la cancillería, inculpando al cónsul general en esta ciudad.
En una reunión con amigos de otras nacionalidades me preguntaban la razón por la cual estaban inculpando al cónsul de El Salvador. La verdad, me sentí incómodo al no disponer de una respuesta justa y sensata. Las acusaciones en contra del cónsul no solo carecen de relevancia sino parecería existe otro trasfondo. Es comprensible que luego de una campaña política de desprestigio por parte de ARENA hacia el FMLN aún persistan en la memoria de los miembros de este último partido. Sin embargo, eso ya pasó, y los electores fueron los mejores jueces y emitieron su veredicto.
La comunidad salvadoreña en Los Ángeles es compleja y diversa, y sea cual fuese el funcionario que envían, de uno u otro partido, siempre será motivo de crítica por personas que creen que el cónsul “los vio mal”. Es triste ver cómo un funcionario de una de las sedes diplomáticas más importantes que tiene el país en el mundo se está defendiendo ante los medios de comunicación en Estados Unidos, acusado por su propia cancillería. Un funcionario que hace malabares para representar dignamente a su país, con un sueldo que en esta ciudad equivale al de un taxista. La “ropa sucia se lava en casa”, pero las autoridades del ministerio desconocieron este dicho popular, y se prestan para que el cónsul de El Salvador sea puesto en el banco de los acusados, y que 20 millones de latinos (casi cuatro veces la población de El Salvador) se percate de la falta de tino de las autoridades del país.
Creo que se debe de seguir la línea del presidente Funes, que dice: “No tenemos derecho a equivocarnos”, y en definitiva establecer una política de meritocracia y no vaciar las amistades y los miembros del partido en el gobierno.
Debemos de aprender de la historia, de ser prudentes y asumir un rol de gobierno constructivo. Esto pasa por revertir los errores de forma categórica, pero también fortalecer los aspectos positivos de las políticas de gobierno que se han heredado de administraciones anteriores. Cambiar “porque sí” y porque los anteriores gobiernos no pensaban como nosotros no es apropiado para la sana convivencia y sobre todo para la mayoría de población que espera un cambio de provecho para un país sufrido y con hambre.
Le tocó al cónsul de El Salvador en Los Ángeles, y así como él, hay cientos de familia que están en la incertidumbre que los despidan. Estos en su gran mayoría no son areneros, solo trabajaron por necesidad, en un gobierno que es opuesto al actual, y por ello los convierte en non gratos.
Si aún persisten rencores y el país se encuentra en una situación polarizada, el descargar los dardos contra los mandos medios de servidores públicos no es lo prudente.
Es lógico y sano que se deben de renovar cuadros administrativos, de confianza y lealtad con el nuevo gobierno, pero es de esperar que se tenga la altura para hacerlo de forma prudente y decorosa, con deferencia a los compatriotas que también son salvadoreños y merecen el mínimo respeto.
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