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2009/09/07

Creando un elefante blanco con apetito de corrupto

El pomposo Comité de inmediato se transformará en una corruptela y un cuello de botella, una enorme zanja en nuestra ruta

Lunes 7 de Septiembre. Tomado de El Diario de Hoy.

Muy a tiempo se detuvo una ley que dejaba en manos de una enorme burocracia el "ordenamiento territorial", como si tal cosa fuera posible, deseable y lógica. Un país que ha sufrido costosos y graves reveses con proyectos de planificación de comunidades y esquemas agrarios, se entramparía en una misión sin sentido que a los desquiciamientos económicos sumaría la corrupción.
Aquí tuvimos el "Valle de la Esperanza" durante la presidencia de Osorio, los distritos de Avenamiento y Riego, el proyecto del valle de Zapotitán y el programa de "promoción social" de la Ciudadela Segundo Montes. Los duartistas lanzaron la Reforma Agraria y en el proceso arruinaron la agricultura nacional, como sucedió asimismo con la estatización del sistema financiero, que hundió en la quiebra a la banca del país. Donde ponen el ojo, meten la pata.

La Ley de Ordenamiento Territorial parte de dos supuestos que no han sido fundamentados: el primero, que el país está peligrosamente desordenado y que ello constituye una rémora al desarrollo económico; el segundo, que la manera de ordenarlo es montar un aparataje burocrático con enormes poderes discrecionales en todos los niveles; no habrá municipio que no reciba su cuota de competencias para definir lo que se puede y no se puede hacer en su jurisdicción y aunque el consejero de mayor escolaridad apenas haya cursado la primaria.

La discrecionalidad –se decide en favor o en contra de un proyecto de acuerdo con el personalísimo punto de vista de un funcionario o un pequeño comité – siempre, irremediablemente se genera corrupción; el poder corrompe y cuando se tiene poder para aprobar o desaprobar la ejecución de proyectos, a la corta se cae en tráfico de influencias, favoritismos, regalías o participaciones accionarias.

Las sociedades organizadas se ordenan en lo económico y lo territorial, fijando reglas claras y sensatas, aplicables a todos, dejando que el mercado fije prioridades, desarrolle sectores y busque sus propios caminos. No son comités con poderes discrecionales casi absolutos (lo que equivale a autorizar a uno lo que se niega a otro) ni menos con pretensiones de adivinar el futuro, los que marcan el rumbo de la economía o definen "la vocación" de cada parcela de terreno.

Nadie tiene el poder de adivinar el futuro

El proyecto se presenta como la culminación de todos los esfuerzos y propósitos imaginables para hacer la felicidad de los pobladores vía un Consejo de Ordenamiento Territorial que tendrá el poder de regimentar sus vidas, su trabajo y su futuro. No son las decisiones de cada ciudadano, incluidos los que apuestan su dinero y su prestigio en un proyecto productivo o una urbanización para que paso a paso se desarrollen comunidades, sino lo que define un comité de personas que, tal como se integraría en el punto de partida, carecen de la experiencia necesaria. Pero aunque se formara ese comité con las personas más capacitadas del país y éstas además contaran con la colaboración del sector productivo e instituciones como el Banco Mundial, no se puede esperar otra cosa que un fracaso por una simple causa: nadie tiene el poder de adivinar el futuro, de definir lo que será exitoso y prever la dirección de la economía.

El pomposo Comité de inmediato se transformará en una corruptela y un cuello de botella, una enorme zanja en nuestra ruta.

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