Ha concluido lo que fue, sin duda, un exitoso viaje a Brasil del presidente Funes, la primera dama y una nutrida participación oficial y del sector privado. El propósito del viaje fue estrechar las relaciones comerciales entre ambos países, lo que seguramente se logró, gracias, en parte, a las excelentes relaciones personales que existen entre la pareja presidencial salvadoreña y el presidente Lula de Brasil.
Escrito por Ernesto Rivas Gallont.15 de Agosto. Tomado de La Prensa Gráfica.
El presidente Lula convocó a un impresionante número de empresarios brasileños en Sao Pablo para que escucharan a sus contrapartes salvadoreñas, y estos los escucharan a ellos y establecieran nexos entre ambos grupos y los dos países.
El presidente Funes tuvo el buen tino de invitar a que lo acompañaran a un selecto grupo representante del sector privado y de los medios de comunicación, entre los que se destacan el presidente de ANEP, Carlos Enrique Araujo; el CEO de TACA, Roberto Kriete; el presidente del Grupo Dutriz, José Roberto Dutriz; y Juan Carlos Eserski, entre otros importantes personajes del sector privado.
No se conocen detalles de los logros entre ambos grupos de comerciantes, industriales e inversionistas, pero algo habrá resultado, más allá de las promesas y declaraciones diplomáticas de buena intención.
Pero más importante de esos resultados, que son importantes, está otro de gran relevancia para la buena gobernabilidad del país y me refiero a la oportunidad única que un viaje como ese ofrece, de que las partes se conozcan e intercambien ideas y opiniones.
Esta es la primera vez que Funes hace un viaje semejante, después de más de un año de gobierno. El presidente habrá tenido la oportunidad de convivir y compartir con los representantes del sector privado y ellos con el presidente Funes y con los otros miembros de su gabinete que lo acompañaron.
Y es que no es lo mismo estar sentados alrededor de una mesa en Casa Presidencial o en la sala de juntas de la ANEP, que en un ambiente que, como por arte de magia, se vuelve agradable, estimula la conversación, genera amistad y empatía, a bordo de un avión, en la suite presidencial o alrededor de mesas en el bar del hotel, conversando de todo, hasta de temas trascendentales.
Funes le habrá perdido el miedo al sector privado y los representantes conocieron mejor a la persona que es el presidente de la República, al hombre, al ser humano que está detrás de la formalidad que su oficio manda.
Ha nacido una nueva amistad que no existía antes. Claro, habrá habido muchas promesas y expresiones de confianza mutua que Funes se ha ganado por su desempeño en el año que tiene de servir en el cargo. Lo mismo no pudo haber ocurrido si el presidente hubiese adoptado la línea política del partido que lo llevó al gobierno.
De hecho, Carlos Enrique Araujo, presidente de ANEP, dijo a un matutino local, en una entrevista en Brasil, que “la crisis empresarios-gobierno está superada”.
Lo más importante que surgió habrá sido el convencimiento de que no se debe criticar al vecino hasta no haber caminado 10 kilómetros en sus mocasines. O, en otra palabra, “empatía”. Esa palabra mágica que abre puertas y construye caminos que conducen a un mejor país a través de un mejor entendimiento.
Amén.
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