Insistimos en el imperativo de aprovechar el tiempo disponible, que es poco y va cada vez más rápido, para encarrilar las dinámicas nacionales en forma interactiva, que vaya dejando resultados tangibles y acumulables.
Escrito por Editorial.09 de Agosto. Tomado de La Prensa Gráfica.
Una vez concluidas las festividades agostinas, el año entra en su etapa final, y, dadas las condiciones en que se está moviendo nuestra realidad como país, lo aconsejable en todo sentido es hacer todo lo posible para ganar tiempo precioso en las diversas tareas que tenemos pendientes como sociedad y como institucionalidad. Aunque hay demandas y urgencias prácticamente en todas las áreas, si no se ordena el trabajo pocos beneficios permanentes irá arrojando el esfuerzo; de ahí que se vuelva fundamental la priorización de propósitos y la planificación de acciones, conforme a un calendario preciso.
Como es natural, los tres campos ineludibles son el político, el económico y el social. En los tres hay que tener metas y métodos. En lo político, lo primero debe ser crear mecánicas de entendimiento entre todos los actores en competencia; en lo económico, articular un proyecto consensuado que le dé bases ciertas y seguras a la reactivación; y en lo social, avanzar hacia la estructuración de un verdadero régimen de oportunidades e incentivos, para generar opciones de futuro que consoliden las bases de una vida digna para todos.
Consideramos que la clave de un avance efectivo y sustancioso en todos esos campos está en centrarse en líneas básicas antes de pasar a medidas específicas. Lo trillado es impulsar medidas que no enganchan en un eje ordenador y conductor, y por eso siempre andamos en las mismas; pero hoy ya no hay ningún argumento justificativo para continuar haciendo lo que ya se sabe que no conduce a nada. Tenemos que visionar y que planificar, para ya no estar en el constante desperdicio de tiempo, de energías y de expectativas. Y como el tiempo es más corto que nunca, la reorientación del quehacer y del hacer debe darse sin demora ninguna.
Apuntalar la democratización nacional
Una buena gestión, tanto gubernamental como social, en los puntos básicos antes señalados, es el mejor servicio que puede hacérsele al proceso de democratización nacional. Éste no se da nunca por generación espontánea: hay que trabajar mucho en el ambiente para que la democracia pase de ser una aspiración declarada a ser una realidad arraigada. Lo curioso es que sea en el ámbito político donde menos parece haberse asumido tal objetivo histórico, y por ello la política va dando bandazos cuando debería ser la fuerza orientadora por excelencia.
Insistimos en el imperativo de aprovechar el tiempo disponible, que es poco y va cada vez más rápido, para encarrilar las dinámicas nacionales en forma interactiva, que vaya dejando resultados tangibles y acumulables. Si no se hace cuanto antes, pronto se arribará a las vísperas electorales con un escenario deteriorado por la desconfianza y por el desatino. Hay que agregar, como un factor perturbador, que a medida que se vayan acercando las fechas de las elecciones, más difícil será trabajar en común; por eso es que se impone hacerlo ya, antes de que la atmósfera se ponga más enrarecida por la competencia electoral.
Problemas críticos, como la inseguridad ciudadana con todas sus aristas y secuelas, están requiriendo, desde hace ya mucho tiempo, enfoques que lleven a replanteamientos novedosos. La agenda, pues, es abundante y desafiante a la vez; y de no atenderla como las circunstancias exigen, cada día perdido habrá que multiplicarlo cuando menos por tres, y entonces las consecuencias serán cada vez más imprevisibles y costosas.
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