Lo que hay que evitar cuanto antes y de manera efectiva es que las cosas se vayan complicando más por no ponerle correctivos adecuados a las conductas que no son congruentes con los imperativos de la realidad actual de nuestro proceso.
Escrito por Editorial.10 de Agosto. Tomado de La Prensa Gráfica.
Las coyunturas políticas tienen sus características propias, según las condiciones del momento en que se producen. La coyuntura actual está evidentemente determinada por la alternancia en el ejercicio del poder, la cual, como podemos ver en los hechos que van sucediéndose en la realidad, es bastante más que un relevo de partidos de gobierno. Todo el aparato estatal está envuelto en esta dinámica, y, dado que nunca ha habido en el país una verdadera interacción de poderes públicos, el riesgo que se corre, y que ya está haciéndose sensible, es que las tensiones se incrementen, lo cual afecta aún más al proceso.
Todos parecen estar acelerándose, a punta de impulsos, que pueden ser más o menos dañosos permanentemente. El Ejecutivo se halla a todas luces centrado en cómo financiar sus programas, que tampoco tienen la claridad y articulación que se necesitaría. En la Asamblea, las disputas partidarias internas han generado una correlación de fuerzas más bien volátil, que estimula decisiones de pura ocasión, como fue la de la lectura obligatoria de la Biblia en las escuelas, tendencia que podría deparar sorpresas mucho más serias en lo que queda de legislatura. Y en la Corte Suprema de Justicia hay trincheras sin precedentes, lo que ha llevado a decisiones tan peligrosas como la de las llamadas “candidaturas independientes”.
Se está a la espera de la sentencia de la Sala de lo Constitucional sobre el recurso puesto contra el artículo 191 del Código Penal, que despenaliza la crítica periodística. Un fallo equivocado sería una señal histórica regresiva, que impactaría todo nuestro sistema de libertades, aún en formación. Esperamos que en todos estos ámbitos, y en general en el país, vaya ganando terreno la cordura democrática, que es eminentemente interactiva, realista y visionaria al mismo tiempo.
LA DEMOCRACIA ES EJERCICIO DE RAZÓN
La democracia es, por su propia naturaleza, un constante ejercicio de razón, y por ello es que cuesta tanto ir acomodando la política a la lógica democrática, ya que la política tiene en su base múltiples componentes pasionales. No es de extrañar, entonces, que evolucionar democráticamente sea un proceso en el que, para empezar, todos los actores públicos y privados tienen que ir educándose de manera consciente y disciplinada. La democracia, al avanzar, va disolviendo trincheras y abriendo mesas.
En este momento del país, la propia dinámica del proceso democrático va haciendo que esto sea más evidente, por lo cual las actitudes antidemocráticas aún prevalecientes en muchos sentidos están en vitrina como nunca antes. Lo que hay que evitar cuanto antes y de manera efectiva es que las cosas se vayan complicando más por no ponerle correctivos adecuados a las conductas que no son congruentes con los imperativos de la realidad actual de nuestro proceso. Éste tiene su propia racionalidad, y hay que respetarla de manera consistente.
El llamado general debería ser a que todas las fuerzas, tanto institucionales como políticas y privadas, entren en serio en un esfuerzo no sólo destinado a limar aristas o a superar diferencias en temas específicos, sino orientado a generar una auténtica gobernabilidad, que desde luego no sólo le concierne al Ejecutivo sino que es responsabilidad de todos los poderes que tienen presencia e incidencia en el hacer nacional. En los meses que vienen se verá si esto es posible, con las consecuencias que hacerlo o no hacerlo acarreará.
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