Carlos Ponce.04 de Agosto. Tomado de El Diario de Hoy.
El actual gabinete de seguridad, además de ser objeto de innumerables comentarios negativos por parte de la mayoría de analistas y haber obtenido, en repetidas ocasiones, resultados desfavorables en encuestas de opinión que cuestionan su idoneidad y capacidad para dirigir sus respectivas instituciones, se ha caracterizado por manejar discursos divergentes y, muchas veces, contradictorios en relación a la conducción del combate de la criminalidad.
Inevitablemente, esto genera desconfianza entre la población, quien ve con mucho escepticismo las propuestas, explicaciones y declaraciones presentadas públicamente por los titulares antes mencionados. Esto, a su vez, se traduce en falta de apoyo para las iniciativas lanzadas por el Ejecutivo.
El único abordaje antidelincuencial impulsado por el presente gobierno, que ha contado con la aprobación de la ciudadanía, es el que incluye como componente principal la participación de la Fuerza Armada, institución ajena al Ministerio de Justicia y Seguridad Pública. La aceptación de los salvadoreños se debe, en gran medida, como he explicado en el pasado en este mismo espacio, a la reputación que la institución castrense ha forjado a lo largo del tiempo, desempeñando un heroico y fundamental papel en la defensa de la soberanía nacional contra agresiones internas y externas, y durante desastres naturales en los que ha socorrido a la sociedad civil de forma efectiva y valiente.
Sin embargo, los máximos mandos militares también han sido lo suficientemente hábiles en relación al discurso que manejan públicamente, el cual se encargan de formular reiteradamente, proyectando una decidida y categórica intención de enfrentar la crisis delictiva que atraviesa el país.
El gabinete de seguridad, por otro lado, inició su administración con un discurso débil, que favorecía de manera desproporcional las medidas de prevención en detrimento de las estrategias de represión de la delincuencia. Algunos de estos funcionarios ahora han cambiado su discurso, tratando tardía y raquíticamente de enfocarse en la lucha frontal contra la criminalidad. No obstante, algunos todavía continúan centrando sus declaraciones públicas en el discurso inicial.
El Director de la Academia Nacional de Seguridad Pública, por ejemplo, continúa basando sus intervenciones bajo esta perspectiva. Muchos sostienen que su semblante y discurso evidencian que su desarrollo profesional y preparación académica no le permitieron alguna vez experimentar de primera mano el trabajo policial que se desarrolla diariamente en el terreno y, por tanto, desconoce totalmente la idiosincrasia que comparten todos los que usan el uniforme azul. En su más reciente participación durante una entrevista televisiva matutina, continuó resaltando las asignaturas relacionadas a derechos humanos que reciben los alumnos de la Academia y desaprovechó la oportunidad para destacar las materias que tratan sobre el trabajo policial investigativo y táctico. En consecuencia, en lugar de proyectar una mística de combate contra la delincuencia en el contexto de la formación policial, como la que se nos viene a la mente cuando se menciona a la Academia Nacional del FBI y otras instituciones similares, las declaraciones del funcionario dan la impresión que pretende preparar a los policías para que sean flojos y permisivos con los criminales.
La presidenta del Consejo Nacional de Seguridad Pública también ha mantenido su discurso enfocado invariablemente en un abordaje blando de la crisis delincuencial. Recientemente, dicha funcionaria atacó la iniciativa de criminalizar a las pandillas, sin importar que ésta fuera propuesta por sus compañeros del Ministerio de Justicia, argumentando que "los problemas estructurales de un país no se pueden solucionar a través del derecho penal".
Los titulares de seguridad deben de armonizar sus discursos y orientarlos a la lucha frontal de la criminalidad. Este es un componente indispensable para que el trabajo de sus instituciones comience a contar con algún apoyo por parte de la población.
elsalvador.com :.: Consecuencias de los discursos discordantes en seguridad
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