¿Quién le pide perdón a esa madre atribulada que acaba de perder a su hijo estudiante, que aspiraba a una vida útil porque la sociedad y la institucionalidad no hicieron nada para evitar el crimen a manos de un adolescente desquiciado por la “cultura pandilleril” que va ganando espacio impunemente?
Escrito por Editorial. 15 de Marzo. Tomado de la Prensa Grafica.
Una cuestión bien concreta acapara en los últimos días especial atención, en lo que a delincuencia se refiere: el tema del tratamiento legal que debe dárseles a los menores criminales. Dadas las condiciones en que se expande y opera actualmente la criminalidad, es imperativo revisar enfoques legales e institucionales, porque la ley, para que sea de veras funcional, debe ir siguiendo el pulso de la realidad, y no al revés, como parecen querer algunos teóricos y técnicos encerrados en sus cápsulas supuestamente incontaminables.
El debate partió de una decisión legislativa para aumentar el tiempo en que un menor delincuente puede estar recluido por sus acciones criminales. La decisión, lograda con amplio apoyo partidario, fue vetada por el Presidente de la República. El argumento: su inconstitucionalidad. Ante la posibilidad de superar el veto, los partidos mayoritarios –el FMLN y ARENA— se mantuvieron en lo originalmente decidido, y otros partidos empezaron a vacilar, porque la “voz superior” pesa. El pasado jueves la Asamblea acordó continuar en veremos, y ese mismo día el asesinato de un estudiante a manos de otro, en plena calle, fue captado por la cámara de un fotoperiodista de LPG, y el hecho reaviva una discusión que ya se estaba volviendo bizantina.
Las imágenes están ahí: el asesino, puñal en mano, corre llevándose la camisa de su víctima, con una sonrisa de triunfo. No faltarán los que digan que esas imágenes terribles, seguidas de declaraciones espeluznantes por parte de la cómplice en el crimen, valen poco frente a la defensa beligerante que hay que hacer del identificado “niño” asesino que corre, dejando atrás a su víctima moribunda. ¿Pero en qué mundo viven algunos ilusos?
¿QUIÉN SE OCUPA DE LAS VÍCTIMAS?
Se han puesto de moda las peticiones públicas de perdón, pero hay una discriminación intolerable a la hora de hacer distingos entre víctimas. ¿Quién le pide perdón a esa madre atribulada que acaba de perder a su hijo estudiante, que aspiraba a una vida útil, porque la sociedad y la institucionalidad no hicieron nada para evitar el crimen a manos de un adolescente desquiciado por la “cultura pandilleril” que va ganando espacio impunemente?
Estamos necesitando, en el plano del tratamiento a los niños y jóvenes que ya son delincuentes, y que en muchos casos exhiben lujo de barbarie, salir de la falsa lógica del péndulo: o un garantismo legal de escritorio o un tratamiento penal sin matices. Aumentar penas o rebajar la edad para ser penado no son fórmulas que funcionan por sí solas; pero a la vez, y aunque parezca paradoja, es andar peligrosamente en las nubes el aferrarse a una legalidad escrita en piedra, por miedo al “qué dirán” internacional.
Y, para mientras, la ola criminal continúa creciendo, los “pobres niños” asesinos siguen tan campantes, el crimen organizado se aprovecha de todo, a la ley nos la saludan cuando la vean por ahí, la institucionalidad tiene mil formas de “hacerse la sueca”, y las cosas siguen complicándose. Todos esos niños y jóvenes criminales también son víctimas, pero es victimizarlos más el sólo darles palmaditas en la espalda: necesitan tratamientos fuertes y eficaces, y empezar a entender que la edad no puede ser, en ningún caso, excusa para evadir el castigo merecido. Los adultos alcahuetes son sus peores adversarios.
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