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2010/03/01

LPG-Peste delincuencial: remedios y vacunas

Las cifras del crimen han venido disparándose en el país. Las formas de la criminalidad se han vuelto cada vez más agresivas y desafiantes. El crimen organizado hace de las suyas. Las pandillas ganan territorio y fuerza. La angustia ciudadana se convierte en frustración reprimida. Los reclamos dirigidos a las autoridades encargadas de garantizar la seguridad van creciendo en demanda de efectividad. Y las autoridades, que nunca son pacientes ante la crítica, reaccionan en forma autodefensiva.

Escrito por David Escobar Galindo. 01 de Marzo. Tomado de La Prensa Grafica.

Proliferan las propuestas y los planes para encarar el problema o, al menos, los efectos más inmediatos del mismo. Y de repente todo eso se mezcla y se revuelve, y la situación de la inseguridad entra en una especie de vértigo, que agrega más inseguridad, porque es como si estuviéramos ante una multienfermedad del organismo social a la que no se le atina el diagnóstico que responda a todos los síntomas, y, por eso mismo, no se pueden ver claros los remedios suficientes y eficaces.

El Gobierno está estrenando medidas antidelincuenciales en estos días. Más allá de los análisis que cada quien pueda hacer sobre las mismas, es prudente darles el beneficio de la confianza, que opera en sí como una disposición positiva; no simplemente el beneficio de la duda, que siempre es una forma de reticencia. Pero la confianza también hay que calendarizarla, para tener un marco cronológico que permita la cuantificación de resultados.

Inmediatamente después de dar el beneficio de la confianza tiene que venir la etapa de la contribución a la confianza. Dicha contribución es el aporte de lo que cada quien puede y debe hacer para que el ambiente se disponga ser tratado de los quebrantos que padece. Los liderazgos nacionales, asumiendo el rol de vanguardia creadora e inductora que les corresponde, y que han venido dejando de lado por la obsesiva tendencia a magnificar sus respectivos melodramas. Las instituciones, ordenándose a sí mismas, desde sus estratos estructurales básicos. Los ciudadanos, enderezando todas sus actividades hacia la disciplina social de la responsabilidad compartida.

Todo lo anterior indica que, en esta complejísima problemática, lo que el país está necesitando es un proyecto no solo integral en los contenidos de lo que hay que hacer, sino integrador y ordenador de las acciones que hay que tomar. Ni en lo primero ni en lo segundo se ha hecho, hasta hoy, lo que debió haberse hecho. Hay, pues, un déficit estratégico que se ha convertido en deuda nacional. La inseguridad es un fenómeno estructural; es decir, proviene de carencias y errores que por su persistencia en el tiempo han llegado a ser estructurales. No ha habido política social preventiva ni política institucional correctiva. Ambos defectos deben ser tratados hoy de urgencia. Lo que en el pasado pudo tratarse con prácticas ambulatorias hoy requiere cuidados intensivos.

Hay, pues, emergencia por la inseguridad y la delincuencia, aunque no se declare. El fenómeno antisocial se ha incrustado en diversas áreas del cuerpo social, y el crimen organizado se aprovecha de esa proliferación de focos resistencia al orden y a la ley para reclutar su ejército privado. Ante todo ello hay que definirse por ir al fondo y decidirse a correr los riesgos de hacerlo. Pero la energía necesaria debe responder al realismo en la ponderación de los desafíos, no a la ansiedad por el apremio que parece envolverlo todo. Y las que más deberían protegerse de responder por y con ansiedad son las instituciones y las autoridades. Hoy es cuando se requiere más sensatez funcional y más paciencia organizada.

La politización del enfoque de lo antisocial y de lo delincuencial ha sido el peor lastre que se viene cargando en estos temas. Lo político es fragmentador, y aquí se necesita unificación. Lo político es artificiosamente reductor de los tiempos, y aquí se necesita tiempo real. Lo político es disimulador por excelencia, y aquí se necesita sinceración de medios y de fines. Pero lo político es inevitable, y lo que hay que hacer es mantenerlo a raya. Solo la conjunción inteligente de lo ciudadano y de lo estratégico puede lograrlo.

Veremos qué pasa en los días, semanas y meses que vienen. Atentos todos, no en plan de aves de mal agüero, que ya hay inmensa bandada en el ambiente, sino con voluntad de ejercer el juicio en razón de promover resultados. La inseguridad es una peste bien instalada; y estamos urgidos, a la vez, de remedios y de vacunas. Para atajar el mal y para evitar en lo posible que se reproduzca. No son tareas arbitrariamente alternativas, sino inexcusablemente complementarias. En la siguiente Palestra seguiremos hablando de esto.

http://www.laprensagrafica.com/opinion/editorial/97063-peste-delincuencial-remedios-y-vacunas.html

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