Y entonces surge la pregunta del millón: ¿Están verdaderamente dispuestas las autoridades responsables a trabajar en serio por una reactivación que se afirme desde ya y se despliegue consistentemente en el futuro inmediato?
Escrito por Editorial. 16 de Marzo. Tomado de La Prensa Grafica.
El Salvador está en una situación financiera difícil, por distintas causas. La crisis crediticia y económica global en 2008 ha sido un fenómeno distorsionador de altísima incidencia en las condiciones actuales, pero también hay que reconocer que en el país, estructuralmente, teníamos ya muchos factores de riesgo no resueltos, que han venido a agudizar las dificultades. Así las cosas, hemos pasado de una era política gastada a una nueva correlación de fuerzas, con todo lo que eso acarrea en incertidumbres, expectativas y demandas. En ésas estamos, y para que nadie se extravíe en el camino y el país pueda seguir avanzando con certeza progresista hay que asegurar que los enfoques, las estrategias y las decisiones sean los adecuados a las circunstancias.
La nueva Administración se anunció como el “Gobierno del cambio”. Cambiar en buena medida significa gastar en lo nuevo. ¿Y de dónde se sacan los recursos, dadas las condiciones actuales? La primera salida que se busca en lo inmediato es, como siempre, el endeudamiento. Pero ya los organismos financieros internacionales han dicho que El Salvador está en el límite del endeudamiento responsable. Entonces se vuelve a hablar de un pacto fiscal, que como noción es muy positiva, pero que hay que contrastar con la realidad, porque por mucho que se pacte es muy difícil sacarle más jugo a un limón ya bastante exprimido por las circunstancias. Hay evasión, elusión y mucha actividad económica que no tributa, pero ya se sabe que con eso nunca bastaría, dado lo que se necesita y se pretende.
Más allá de los apremios inmediatos, que son sobre todo de índole política, hay que caer en una verdad ineludible: sólo una verdadera reactivación económica nos sacará adelante.
Audacia para la reactivación
Los liderazgos nacionales, encabezados como es normal por el liderazgo político, están en este momento ante una enorme responsabilidad histórica, que va desde luego mucho más allá de los vaivenes del día a día: dicha responsabilidad se concreta en el imperativo no sólo de continuar a flote, sino de recuperar la energía del desarrollo, como se está viendo en países aun del entorno. Esto requiere mucha precisión en los diagnósticos, alta claridad en la coherencia de las medidas por tomar y una verdadera interacción institucional, que permita cumplir objetivos, racionalizar inversiones, evitar desagües de corrupción y asegurar efectividad sostenida.
Como el motor principal de la reactivación está en los distintos sectores privados, desde la microempresa hasta la gran empresa, este punto hay que manejarlo sin sesgos de ninguna índole. Aquí hay tres peligros ciertos que habría que evitar a toda costa: la ideologización, la improvisación y la dispersión.
Y entonces surge la pregunta del millón: ¿Están verdaderamente dispuestas las autoridades responsables a trabajar en serio por una reactivación que se afirme desde ya y se despliegue consistentemente en el futuro inmediato? Y, en consecuencia: ¿Qué están dispuestas a hacer cuanto antes, en los hechos, no en el papel? Seguimos dando el beneficio de la confianza, pero dentro de una observación crítica que es la que corresponde dentro del ejercicio democrático, auténtico, realista y eficiente.
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