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2010/03/02

EDH-Sofismas que nos hierven como ranas

Escrito por Alejandro Alle (alejandro_alle@yahoo.com ). 02 de Marzo. Tomado de El Diario de Hoy.

La Real Academia Española define por sofisma a la "razón o argumento aparente con que se quiere defender o persuadir lo que es falso". Se trata de cosas a las cuales, lamentablemente, los latinoamericanos estamos por demás acostumbrados, al punto que solemos aceptarlas sin antes cuestionarlas. Permitimos que calienten el agua donde nos quieren hervir.

De ello se ocupó hace unos días el economista Orlando Ferreres, quien escribió en La Nación, de Buenos Aires, un artículo titulado justamente "Sofismas para impedir soluciones que el país necesita". El país al cual Ferreres se refería era la Argentina, y los tres sofismas que analizó en detalle no pudieron haber sido mejor elegidos.

Lo notable es que los sofismas que impiden soluciones en la Argentina son los mismos que las impiden en El Salvador..., algo fácilmente comprobable para alguien vinculado a ambos países, como es mi caso.

El primer sofisma al cual se refiere Ferreres es la reiterada cantinela de que "esta medida es buena para otros países, pero aquí no puede aplicarse". Seguramente usted lo habrá escuchado muchas veces. Una simple muestra de su falsedad es que tanto salvadoreños como argentinos, mágica y súbitamente..., aprendemos a respetar las reglas de tránsito cuando conducimos un vehículo en los Estados Unidos.

De tal modo, muchas medidas se descalifican sin análisis, evidenciando que no siempre se persigue la verdad..., sino intereses espurios. Aún cuando ello afecte a la población. Es inevitable la referencia al sistema de transporte público en El Salvador: "aquí no puede aplicarse" un mejor sistema, nos dicen. El agua comienza a calentarse.

Un segundo sofisma, que Ferreres señala para la Argentina pero que también se escucha en El Salvador, es que "esta medida es ideal en teoría, pero en la práctica es inviable". Quizás hasta usted mismo alguna vez lo haya repetido, seguramente de tanto escucharlo.

Quienes lo difunden no se atreven a discutir "la medida" en sí, temerosos de ser vistos como personas poco inteligentes: por el contrario la declaran como "ideal". Los políticos suelen ser los grandes beneficiarios de que este sofisma sobreviva: las cúpulas partidarias siempre dirán que "es inviable" mejorar el sistema de selección de quienes integran listas de candidatos. El agua sigue calentándose.

El tercer sofisma es que "esta medida es buena en el largo plazo, pero no se puede aplicar en el corto plazo". Algo que usted escucha también en El Salvador. Con este argumento falaz se pretende desviar el eje de la discusión: se acepta a regañadientes la bondad de una medida, pero se reclama que "no es el momento". Sirve para decretarle a ciertas industrias la infantilidad perenne..., a expensas de los contribuyentes, que con sus impuestos las subsidian. El agua está caliente pero no lo advertimos.

En el caso de El Salvador hay un cuarto sofisma, muy marcado, que es el supuesto carácter ideológico que, por definición, existiría detrás de toda diferencia entre los unos y los otros. Y esa sería la razón que les impide discutir seriame nte.

Tal argumento es falso, aunque a los unos y a los otros les permite utilizar a la ideología como un conveniente barniz superficial. Conveniente porque suele ocultar intereses. Superficial porque suele carecer de sustento ideológico.

Los sofismas tienen dos efectos perniciosos en una sociedad que se acostumbra a escucharlos, tal como fue señalado por el filósofo inglés Jeremy Bentham (1748-1832) en su obra "Tratado de los sofismas políticos": producen un mal específico y un mal general.

Por "mal específico" Bentham entendía "el efecto inmediato de tal sofisma contra una buena medida o en favor de una mala". Lo sufrimos a diario.

Pero mucho más preocupante es el "mal general", que Bentham definió como "esa depravación intelectual que produce la costumbre de razonar sobre falsos principios, pervirtiendo la más noble facultad del hombre". Que no nos pase lo de la rana, que se acostumbró a que le calentaran el agua. Y terminó hervida.

Hasta la próxima.

Sofismas que nos hierven como ranas

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