Escrito por Pedro Roque. 14 de Marzo. Tomado de El Diario de Hoy.
Leí la semana pasada en un artículo que los préstamos para los buses nuevos de las empresas de transporte los avalará el gobierno y que si los transportistas no pagan, los pagaría el fiador, que al final seríamos todos nosotros.
Asumiendo que esta es la única solución y que el sistema de trasporte hay que mejorarlo, antes de endeudarnos más hay que reconceptualizar muchas cosas.
¿A qué se debe que este sistema de transporte, posiblemente el más desorganizado del mundo, esté como está?, le pregunté a alguien que conoce el sistema. "El problema viene desde muy arriba y desde muy atrás", me respondió. Desde muy arriba por la implicación de las autoridades y desde muy atrás, significa más de medio siglo. En el transporte --continúa explicándome-- navegamos en un mar de malos entendidos, falsos derechos adquiridos, abusos, irrespeto a las leyes, un entorno de pelea continua y falsa competitividad, arriesgando nuestra vida y la de los viajeros por la forma de manejar y la delincuencia.
Para muchos es un sector de supervivencia mal manejado y mal acostumbrado, donde cada uno tiene su parte de culpa y su parte de razón, pero puesto todo en un mismo huacal, al final todos perdemos, o mejor dicho, no ganamos lo que debiéramos ganar. Es un sector con demasiado desperdicio en vidas, esfuerzos, combustible, tiempo y dinero propio y de las subvenciones. ¡Valiente y realista definición!
Pues de ahí viene el riesgo, le respondí, que no puedan cumplir el compromiso de pago de los nuevos buses y que al final nos hagan pagarlo a todos nosotros. ¡Posible y triste realidad!, me respondió.
¿Y qué hay que hacer? ¡Leyes no faltan y autoridades tampoco! Pues lo que falta es aplicar la ley y el sentido común empresarial. Si se reduce el desperdicio, las empresas serán rentables; si se respetan las leyes se mejorará la calidad del servicio, la seguridad y sobre todo se bajaría el nivel de estrés del sector y de las calles.
Pero para eso hay que reconceptualizar la filosofía del empresario transportista, la definición de una empresa de transportes, el rol de las gremiales, la forma cómo se mueven los intereses del sector en la Asamblea, la educación y la conducta de los motoristas, la conducta de los pasajeros y reforzar la autoridad de la policía para que aplique estrictamente el reglamento de tránsito. Y todo esto en beneficio de todos y para que los transportistas ganen más, los viajeros disfruten de un transporte de calidad y viajen seguros y los empresarios puedan trabajar tranquilos y honrar todos sus compromisos.
Imagínense que les entregan buses último modelo a las empresas que tienen buses de hace cuarenta años, circulan sin parachoques, con plásticos en las ventanas, las seis llantas lisas, los asientos rotos, que sueltan chorros de humo negro, no hacen ni el mínimo mantenimiento, se quedan en cualquier lugar, manejados por motorista que trabajan doce o más horas, estresados y atemorizados a ser asaltados o asesinados y un dueño que los manda a la calle a saltarse todas las reglas, sobrepasando al que va adelante, viendo que no le pase el que viene atrás y generando un gran estrés en los viajeros y el resto de gente que circulamos en las calles.
Viviendo esta situación todos los días, ¿se atreve a ser fiador de este sistema? Definitivamente: ¡Primero hay que reconceptualizar!
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