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2010/03/01

EDH-No hay una sola pastilla que cure la delincuencia

Lo procedente es depurar nuevamente la policía con asistencia externa, renovar el gabinete de seguridad y actuar al unísono con otros países en la lucha contra el gangsterismo

Editorial. 01 de Marzo. Tomado de El Diario de Hoy.

Las maras y la delincuencia nunca se erradican del todo, pero con medidas sabias se pueden controlar como debe ser en los países civilizados. Si bien no hay una sola política capaz de erradicar la criminalidad, se puede diseñar un conjunto de políticas y leyes con carácter dinámico, sujetas siempre a ser actualizadas, que detengan el incremento de asesinatos y reviertan la creciente anarquización.

No está claro, tampoco, cuáles son los vínculos entre las pandillas, el crimen organizado, la izquierda radical y las mafias. A esto se agrega lo que para todos es evidente: la infiltración de indeseables en la policía, lo que es un fenómeno mundial y que hace más difícil y problemática la lucha contra la delincuencia. La aprobada ley de escuchas equivale a amarrar el perro con chorizos, dando a la población una señal falsa de que finalmente se va a contar con un instrumento eficaz contra el crimen organizado.

Como dijo Clemanceau, el estadista francés de principios del siglo XX, la guerra es un asunto demasiado serio para dejarlo en manos de militares. Y las escuchas y el combate de la delincuencia es una cuestión muy grave para que quede bajo control de policías. Lo procedente es depurar nuevamente la policía con asistencia externa, renovar el gabinete de seguridad y actuar al unísono con otros países en la lucha contra el gangsterismo.

Sáquenlos de la calle y pónganlos a aprender

El paso decisivo es que haya una inequívoca voluntad política para combatir la criminalidad con todas las armas que brinda un Estado de Derecho. Esa voluntad hace falta en un momento cuando parecen haber muchas voluntades, cuando operan diversos mecanismos de decisión que no consiguen coordinarse en un objetivo común.

Por lo mismo hay que ir creando los programas que pueden disminuir el azote y proteger mejor a las comunidades. En esto debe considerarse lo siguiente:

lo primero, que es casi imposible reformar a un asesino, indistintamente de las causas que lo llevaron a perpetrar ese crimen espantoso. Como decía lady Machbeth en la tragedia de Shakespeare, el agua de todos los océanos no consigue lavar las manos del asesino; la rehabilitación no aplica a los descuartizadores y homicidas.

lo segundo, que pese a haberse identificado el punto desde donde se ordenan homicidios y horrores, las cárceles, las autoridades han demostrado una enorme incapacidad para aislarlas. A nadie se le ha ocurrido un mecanismo elemental de control, que es la supervisión por cámaras manejadas a distancia, de los cateos e interrogatorios que se hace a los visitantes. Los aviones no piloteados que vuelan sobre Afganistán se controlan desde Nevada, no en una base de Pakistán;

lo tercero, que las comunidades deben entrenarse para repeler agresiones, lo que pasa por un trabajo de inteligencia y el apoyo de cuerpos especializados. El Ejército es el único que cuenta con la experiencia en esta clase de tareas;

lo cuarto, que los mareros, o los jóvenes a quienes se está forzando a incorporarse a las pandillas, pueden ser reclutados, protegidos y educados en cuarteles durante la terrible emergencia;

lo quinto, que mientras se prohiba a los jóvenes incorporarse como aprendices o educandos a talleres y pequeños negocios, estarán expuestos a todos los peligros de la calle. Montar un programa de ocupación juvenil es factible y contaría con el apoyo de las familias y la sociedad.

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