Escrito por Beatriz Cortez. 19 de Marzo. Tomado de Contra Punto.
El perdón solamente nos lleva a refundir a Monseñor Romero en el olvido
SAN SALVADOR-Del asesinato de Monseñor Romero no tenemos nada en claro. Es decir, no tenemos la verdad. Tenemos un reporte elaborado por la Comisión de la Verdad que no tiene carácter legal. En este reporte se responsabiliza por la autoría del crimen a un escuadrón de la muerte, y de la autoría intelectual a Roberto D’Abuisson. Desafortunadamente, este proceso no ha sido documentado públicamente. Y este informe no es nada claro en lo que a responsabilidades compete. Por el contrario, se trata de un documento que también promueve la idea de la igualdad entre víctimas y victimarios, indicando que “en su crueldad ciega la violencia dejó a todos igualmente indefensos”.
De la santidad oficial de Monseñor Romero tampoco tenemos nada en claro. Para algunos, es importante que el Vaticano reconozca la santidad de Monseñor Romero. Sin embargo, dados los actuales escándalos que el Vaticano experimenta y los actos en los que se ha visto involucrado el actual Papa y que transforman el significado incluso de aquellos tiempos en que servía como jefe de la Oficina de la Inquisición, éste sería un reconocimiento a distiempo. Sobre todo porque hace ya tres décadas que él es San Romero para su pueblo.
Otros, desde organizaciones fantasma y sin firma han solicitado que el estado salvadoreño lleve a cabo una ceremonia del perdón desde “el atrio de la Catedral Metropolitana de San Salvador”, un lugar que al Estado no le corresponde. Y el Estado ha anunciado que el próximo miércoles llevará a cabo este acto. Desafortunadamente, al pedir perdón por el asesinato de Monseñor Romero sin haber hecho del conocimiento público la verdad sobre su asesinato el Estado contribuye a confundir más la opinión pública sobre este hecho. Por otra parte, al pedir perdón por un asesinato que no se cometió como parte de una decisión o política de Estado, el Presidente Funes institucionaliza y asigna un lugar que el individuo señalado por el Informe de la Comisión de la Verdad como autor intelectual del crimen jamás ha ocupado en el Estado.
Pedir perdón por un crimen que no cometió el Estado y que no cometió este Estado, contribuye también a retroceder todavía más en el proceso de asignación de responsabilidades en nuestro país. Pues en un país donde no ha sido posible implementar un proceso legal que nos permita sanar las heridas de la guerra, lo único que tenemos espacio de tener es un proceso de memoria histórica que nos permita saber la verdad, un señalamiento histórico, no presentado de forma simbólica a través de casos ejemplares como se hizo por medio del Informe de la Comisión de la Verdad, sino un señalamiento histórico que nos permita acceso a la verdad completamente.
De no ser así, esta ceremonia del perdón solamente nos lleva a refundir a Monseñor Romero en el olvido. No al Monseñor Romero que circula como símbolo de propaganda de una Secretaría del Estado, no al Monseñor Romero que circula despolitizado en celebraciones eclesiásticas, sino refundir en el olvido al Monseñor Romero que solamente sobrevive en el corazón de su pueblo. En otras palabras, vamos retrocediendo a grandes pasos. Como bien lo dijo Primo Levi, “uno debe responder personalmente por los pecados y errores propios, de no ser así, todo trazo de civilización desaparecería de la faz de la tierra” (Los hundidos y los salvados).
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