Escrito por Luis Armando González. 19 de Marzo. Tomado de Contra Punto.
Es impresionante ver como se debaten los problemas del país, sin llegar a propuestas de solución viables y efectivas.
SAN SALVADOR-La vocación por las discusiones estériles parece ser una forma del ser salvadoreño. Es verdaderamente impresionante el modo –flemático, acalorado y con fuertes dosis de irracionalidad— con las que se debaten los problemas del país –especialmente los coyunturales—, pero sin llegar a propuestas de solución viables y efectivas.
Cuando un problema grave irrumpe en la escena pública sobran los expertos, especialistas y pregoneros que no dudan en señalar con el dedo acusatorio a quienes consideran responsables del mismo; no es inusual que en este ir y venir acusatorio –y también defensivo, porque los acusados también no pierden oportunidad para defenderse con uñas y dientes— el problema real y sus soluciones pasen a segundo plano, diluido en la esterilidad de un debate que termina por centrarse en lo irrelevante.
Los ejemplos de lo anterior abundan, pero hay dos situaciones recientes –ciertamente, una más grave que la otra— que ponen de manifiesto el deterioro social, moral e institucional del país, así como la proclividad de distintos actores a gastar energías en debatir hasta el cansancio, dejando irresueltos problemas como los que a continuación se destacan.
Uno es el hecho –trágico y doloroso— de violencia en el marco del cual, como se desprende de las noticias de prensa relativas al mismo, un estudiante del ITI asesinó a puñaladas a un estudiante del INFRAMEN. Al parecer, el victimario –siguiendo una pauta de comportamiento bastante arraigada en sectores estudiantiles de ambas instituciones, buscaba quedarse con la camisa –adornada con los emblemas del INFRAMEN— de la víctima.
Un fotoperiodista de La Prensa Gráfica. que casualmente se las vio con el hecho criminal tomó fotografías del mismos; esas fotografías fueron publicadas posteriormente por el periódico. Esto último se ha convertido en tema de debate, un debate estéril en lo que concierne a la victima y sus familiares, pero también en lo que concierne a la problemática de la violencia que marca las relaciones entre grupos estudiantiles tanto del INFRAMEN como del ITI.
En el debate actual sobre ese grave hecho, brillan por su ausencia las propuestas creativas para acercar a los estudiantes de ambas instituciones; no se ha escuchado a nadie proponer la realización de un acto en memoria del joven asesinado en el que participen los alumnos del INFRAMEN y del ITI y en el que, por ejemplo, se puedan intercambiar cinturones, camisas, camisetas y otros emblemas objeto de disputa.
Tampoco se ha dicho nada de la posibilidad de que ex alumnos de ambas instituciones tengan una participación en ese necesario acercamiento entre poblaciones estudiantiles caracterizadas por las discordias recíprocas. Estas y otras iniciativas requieren creatividad y audacia; no debates interminables que ni de lejos contribuyen a resolver el problema de la violencia juvenil-estudiantil.
El otro ejemplo que ilustra la esterilidad de muchos de los debates en el país es lo sucedido recientemente en las instalaciones de la Universidad de El Salvador, cuando un grupo de estudiantes no admitidos paralizó las actividades del máximo centro de estudios de El Salvador. Lo que más sonó en el ambiente fue la condena a los jóvenes que, poniéndose al margen de la ley, impidieron que la universidad funcionara con normalidad. Incluso hubo quienes, desde el recinto mismo de esa casa de estudios, pidieron la intervención de la policía para desalojar por la fuerza a los manifestantes.
Pero, ¿se abordó en serio el asunto de la ausencia de mecanismos institucionales para que la demanda de esos jóvenes pudiera ser encauzada por cauces legales? ¿Se valoró en su debida dimensión la legitimidad de la demanda de esos jóvenes? Y es que vista en su justa dimensión la demanda planteada por quienes paralizaron la Universidad Nacional no sólo está fundamentada en el derecho, sino que es encomiable: esos jóvenes luchaban por estudiar. Y en un país en el cual las opciones para el descarrilamiento de la juventud son mayores que las opciones para llevar una vida medianamente recta, esa demanda francamente merece ser atendida con la mayor prontitud y esmero.
Obviamente, sobraran quienes rechacen la formulación anterior, por considerarla favorable a la anarquía, al caos y al desorden. Ni modo, de los que se trata es de correr riesgos y de atreverse a ver las cosas desde otro ángulo. Además, la opción por la juventud –por nuestra juventud—es la mejor opción que podemos tomar en estos momentos, en los cuales –hoy como ayer—los adultos hemos fracasado en la construcción de un país más inclusivo, justo y solidario.
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