Escrito por Luis Alvarenga. 18 de Marzo. Tomado de Contra Punto.
La intoxicación por metales pesados en las aguas es prueba de que el sistema sigue funcionando
SAN SALVADOR
- Es alarmante. Las aguas del río Lempa han causado insuficiencia renal a varias personas que viven en sus orillas. Los pobladores del bajo Lempa organizaron esta semana una marcha para llamar la atención pública del problema. ¿Qué hace de las aguas del mayor río de El Salvador un atentado para la vida? El sistema.“El sistema” puede ser una expresión para tratar de achacarle la culpa de un problema a una fuerza descomunal e intangible a la vez. “Se nos cayó el sistema”, se lamentan los informáticos cuando las computadoras no sirven. “Se nos cayó el sistema”, repiten a coro los empleados de banco.
El problema aquí es que el sistema, entendido como el conjunto de relaciones socioeconómicas, políticas, culturales e ideológicas controlado o hegemonizado por las élites tradicionales no se cayó. Al contrario, la intoxicación por metales pesados, presentes en las aguas del río, es prueba de que el sistema sigue funcionando.
La primera evidencia de esto es el mero hecho de que hay personas que viven a la orilla de ese río. Estas personas son, en buena parte, víctimas de la guerra, que salieron huyendo de los brutales operativos militares en el campo y que fueron a refugiarse a lugares que no ofrecen condiciones de vida dignas.
Una segunda evidencia de que el sistema sí funciona es la composición de las aguas lempinas. Hay estudios científicos que advierten de la presencia de metales pesados, como cromo e incluso cianuro, un veneno altamente reconocido.
El bioeticista argentino Víctor Penchaszadeh, advierte lo siguiente: “(..) los factores que contribuyen a lograr y mantener la salud van más allá de la sola atención médica, e incluyen determinantes muy diversos tales como posición social (absoluta y relativa), estilos de vida, nutrición, ambiente epidemiológico y condiciones de vida y trabajo.
La realidad de los últimos decenios nos indica que, además, los factores políticos inciden mucho en la salud: discriminación racial y de género, represión política, guerras, desplazamientos forzados, genocidios, etc. Por otra parte, los avances científicos nos indican que también existen factores genéticos individuales que generan mayor o menor susceptibilidad a desarrollar enfermedades en interacción con las circunstancias ambientales.” (Cfr. “Bioética y medicina social: una confluencia necesaria”, en Revista Brasileira de Bioética, Vol. 3, Nº 2, 129-149, 2007).
Aplicado al caso de los pacientes de insuficiencia renal, esto quiere decir que hay un sistema que enferma a la gente. Hay elementos patógenos en ese sistema: las secuelas, aún no superadas, de la guerra; la herencia de las políticas de salud neoliberales; la misma crisis económica; la endémica exclusión social; las patologías psicosociales, etc.
La medicina, en este caso, también tendrá que abarcar al sistema que, en vez de generar posibilidades para la vida —como un organismo sano: en este sentido no resulta tan descabellada la metáfora de la sociedad como “cuerpo social”—, limita tales posibilidades, tanto en el nivel estrictamente biológico como en el económico y el social. Si la patología afecta integralmente la vida humana, no sólo en el bajo Lempa, sino en el país, la cura deberá ser también integral, sistémica y sistemática.
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