Escrito por Beatrice Alamanni de Carrillo. 17 de Marzo. Tomado de Diario Co Latino.
Un niño menor de edad, fue apuñalado, en pleno día, en una colonia “burguesa” de nuestra capital, mientras un periodista de un matutino de gran difusión, fotografiaba el homicidio, con abundancia de tomas y de particulares.
En base a tales fotografías, aparecen agentes de seguridad privada y transeúntes curiosos, observando o “haciéndose los desentendidos”, mientras se perpetra el delito.
Creo, que no obstante el amarillismo, que ha producido este impacto mediático, la dimensión y el significado de esta tragedia, son aterradores.
Si en términos periodísticos, este reportaje puede haber sido un “éxito” para quienes gustan de este tipo de información, no deja de ser aberrante y haber producido malestar en buena parte de la opinión pública.
Cabe decir, que este poco oportuno servicio periodístico y la fría indiferencia de los sujetos, que presenciaron, impasibles o curiosos este abominable delito, son los signos del deterioro de nuestro país y de la falta de valores, que parecen haber desaparecido en algunos sectores de la sociedad salvadoreña .
Un ejemplo evidente de esta situación, es, sin duda, la problemática presente en la Asamblea Legislativa, en la cual, los diputados piden duplicar la pena para los menores infractores, como un “remedio necesario” para salvar el país de la delincuencia, lo cual, no solo no resuelve la problemática de la criminalidad, sino, logra sólo complicar aún más, el cuidado de dichos menores de parte del Estado, sin contar que ningún delincuente menor de edad va a dejar de delinquir por el recrudecimiento de la pena, como lo demuestra claramente el crimen del cual estamos hablando. Evidentemente, el país necesita un auténtico y eficiente plan para erradicar la criminalidad organizada y la impunidad .
Es decir, los diputados están ocupando su valioso tiempo, en esta tarea demagógica y populista además de superficial e ineficiente, en vez de intentar resolver asuntos de mayor envergadura ,como serían, sin duda, el logro del fortalecimiento de la seguridad pública en primer lugar, y también, la precaria situación socioeconómica del país.
Lo más grave parece ser el desgaste prolongado e inútil que enreda a los diputados, en juegos políticos más ventajosos para sus estrategias de poder, que para el bien común, con el agravante de dar la impresión de querer “complacer” a la opinión pública, desesperada, ante el desbordar incontenible de la delincuencia, y que, por lo tanto, puede caer en la falacia de aplaudir y aprobar el “cortar cabezas”, de quienes son los más visibles y presuntos, según los medios, autores de tal flagelo.
Es interesante notar, que, los diputados, que dejaron vacante por más de un año, la Fiscalía General de la República, por no lograr un acuerdo “político” al respecto, lo cual condujo a una solución del “problema” en casa presidencial, entre quienes, ciertamente, no eran diputados y, por tanto, no tenían que ver con el tema, se afanan ahora para conseguir los votos de mayoría cualificada, como “punto de honor”, ante el veto presidencial al aumento de las penas para los menores.
En estos días se desgastan los diputados, en estas estériles contiendas sobre la pena para los menores, mientras el país está sumergido en la delincuencia organizada, la impunidad y el deterioro creciente de la conciencia ciudadana, que conlleva a la más decepcionante indiferencia ante el prójimo, aquel prójimo que se quiere “vengar” con el aumento de las penas para los menores infractores .
Se fomentan así, los peores sentimientos de revanchismo, de odio y de desesperación de la gente, que, al mismo tiempo, como lo demuestra el reportaje mencionado, se vuelve insensible ante el horror de un asesinato, asistiendo al mismo, sin actuar, sin ayudar, sin evitar .
¿Se habrá preguntado alguien, sobre todo los padres del desdichado joven asesinado, qué hubiese pasado, si alguien, en vez de fotografiar, si alguien en vez de asistir indiferente o fingiéndose desapercibido, hubiese intervenido, logrando con bastante facilidad parar al asesino?
Parece que los adultos, en nuestro país no están tomando en serio sus responsabilidades, en cuanto a la educación de los niños y de los jóvenes, y parecería, por estas fotos, que también se haya perdido el sentido de la solidaridad, de la generosidad y, de ser necesario, también del heroísmo. Si “los buenos” se portan con tanta indiferencia y falta total de sentido cívico, absteniéndose de intervenir, de socorrer, de actuar ante el ataque a un menor por parte de otro menor, qué nos podemos esperar de los “malos”?
Seguramente, no constituyen, algunos adultos, modelos confiables para la educación de los más jóvenes.
¿Qué efecto sobre un menor, debe haber producido un reportaje, que, fríamente, describe un delito y donde se puede comprobar claramente, que nadie hizo nada para impedirlo o contrarrestarlo?
¿Se estarán, ante esas fotos, envalentonándose, otros asesinos, por la publicidad macabra del asunto y se estarán “inspirando”, para hacer lo mismo?
¿Qué impacto sobre quien tiene miedo, estarán produciendo estas fotografías?
¿Habrá jóvenes, que se preguntarán, dónde está la seguridad pública, aunque sea privada, para tratar de contrarrestar al crimen?
¿Habrá quien se pregunte, cual debería ser el papel de los medios de información, ante la disyuntiva, si salvar una vida o realizar un reportaje “exitoso”?
Podríamos preguntarnos también, ¿dónde está la familia en El Salvador?. ¿Dónde están los padres?
En la mayoría de los casos, se sabe que no existen, que han sido substituidos, por la “gran familia de las maras”, porque la familia natural ha perdido el rumbo y su papel, y, por tanto, el fracaso de nuestra sociedad, condena a muchos menores a estas aberraciones.
La guerra en el país, terminó hace varias décadas. Los jóvenes infractores son “hijos de la paz”, no de la guerra. No hay excusas al respecto.
Sin embargo, si la familia es disgregada o inexistente, si son precarias, cuando no dramáticas, las condiciones económicas y sociales de grandes grupos sociales, si son más que comprobadas la debilidad y la inconsistencia de las instituciones públicas, que deberían preservar la seguridad ciudadana y perseguir el delito, ¿qué le podemos, según conciencia, achacar a los menores?
No solo los jóvenes dignos y honrados son fruto de esta sociedad, sino más bien, “los peores”, los que, con su comportamiento, cada día, nos deberían hacer reflexionar sobre nuestros fracasos como adultos y como sociedad entera.
En efecto, ¿qué menores está formando y ha formado en la actualidad, la sociedad salvadoreña?
Cuántas responsabilidades están recayendo sobre los adultos de nuestro país?
El Cristo, en el Evangelio, incita a quien está sin pecado, a lanzar la primera piedra.
¿Podrían, los que abogan por recrudecer las penas, observarse a si mismos, para analizar objetivamente si ha habido educación suficiente, para los jóvenes, si ha habido testimonio de ética en los comportamientos sociales generalizados, en cuanto a la corrupción, la violencia intrafamiliar, el abandono irresponsable de los hijos, la indiferencia egoísta hacia los demás, tan negativa en una sociedad democrática?
Sin duda, la inaceptable indiferencia de los adultos espectadores del crimen reciente, la frialdad imperdonable de quien, durante dicho asesinato, lo ha considerado un “tema noticioso”, nos indican, que nuestra sociedad está enferma, gravemente enferma, tanto como para distorsionar el sentido de las cosas que, desde el mundo de los adultos, no representa un modelo ni un patrón válido y confiable para los jóvenes, que no deberían, de dicha sociedad, recibir solo represión, sino curación de sus tremendos males.
De estos males somos, desafortunadamente, todos y todas responsables.
Una sociedad enferma | 16 de Marzo de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad
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