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2009/09/04

Se instala el Consejo Económico y Social

No hay representación política, lo cual aparta formalmente el trabajo del Consejo del forcejeo permanente en que se mueven los partidos. Y esto puede ser aún más beneficioso porque la función del Consejo será permanente.

Escrito por Opinión.Viernes 04 Septiembre. Tomado de El Diario de Hoy.

Ayer, el Presidente de la República declaró instalado el Consejo Económico y Social, como un instrumento permanente para sistematizar el diálogo entre sectores, en función de una gobernabilidad democrática más segura y acorde con las demandas de la realidad presente. Esta iniciativa se da en un momento especialmente crítico para el país, en el que hay grandes y diversos desafíos, tanto en lo político como en lo socioeconómico. Según hemos venido sosteniendo de manera constante, sólo un esfuerzo real de entendimiento intersectorial puede hacer posible que el país entre en la zona de las soluciones a sus problemas más críticos. La complicación extrema de la actual coyuntura lo hace aún más apremiante.

Este Consejo está configurado para generar propuestas que apunten hacia una política pública de Estado, no meramente de Gobierno. En el Consejo están presentes los sectores sociales, empresariales, académicos e investigativos, así como el área técnica y estratégica del Gobierno. No hay representación política, lo cual aparta formalmente el trabajo del Consejo del forcejeo permanente en que se mueven los partidos. Y esto puede ser aún más beneficioso porque la función del Consejo será permanente.

En la permanencia está uno de los principales desafíos de este nuevo intento de sistematización del diálogo intersectorial. Pues al ser permanente está llamado a ir produciendo resultados en un tiempo prudencialmente corto, para no caer en la irrelevancia, que sería su peor condición. Si la figura funciona como se espera contribuirá a la estabilidad progresiva en armonía social, como la democracia demanda.

La cultura del respeto mutuo

Cuando una sociedad viene de prácticas tradicionales tan distorsionadas como la nuestra, y a la vez de traumatismos históricos tan desgarradores como una guerra interna, la tarea reconstructiva de los tejidos sociales es imperiosa al máximo. Por fortuna, la guerra concluyó en un ejercicio sin precedentes: el Acuerdo de Paz, que fue un giro sorprendente hacia la racionalidad. El proceso posterior ha demorado la asimilación activa de las lecciones implícitas en la lógica del Acuerdo de Paz, pero la realidad exige ahora que se acelere creativamente dicha asimilación.

Los salvadoreños, para responder a la democracia en la que estamos irreversiblemente embarcados, debemos reconocer, aceptar y practicar el respeto mutuo, como base de toda nuestra práctica nacional. Y la herramienta más idónea para ello es el diálogo, no entendido como un recurso superficial y de oportunidad, sino como un procedimiento capaz de promover soluciones. El Acuerdo de Paz lo evidencia.

En esa línea, un Consejo como el instalado puede representar una forma nueva de manejar visiones, ideas y sobre todo intereses, al abrigo del interés nacional. Todos tienen derecho a explicitar sus intereses y a tratar de hacerlos valer, pero no en forma unilateral y por consiguiente excluyente, sino de modo integrado con todos los otros intereses en juego. Esa dinámica requiere un ánimo compartido, que al lograrlo permitiría avanzar hacia el gran proyecto de desarrollo nacional que tanto necesitamos.

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