El periodismo es arriesgado, pero nadie pretende que sea sinónimo de martirologio ni de heroicidad
Editorial. Septiembre 05.Tomado de ContraPunto-El Salvador
SAN SALVADOR – Quisiéramos creer y asumir como propias, con todas nuestras energías, el hondo pensamiento de José Martí, quien dijo: “La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida”.
Otro gran poeta, el guatemalteco Otto René Castillo dijo: “Hermosa encuentra la vida, quien hermosa la construye” y Roque Dalton apuntó: “Cuando sepas que he muerto, no pronuncies mi nombre”.
¡¿Cuál de esos versos encajan en la muerte que ha tenido nuestro amigo y colega periodista Christian Poveda?!
Quizás ninguno de esos versos encajan o quizás todos al mismo tiempo. Poveda no tenía madera de mártir. Su labor diaria fue arriesgada, pero nadie pretende que el periodismo sea sinónimo de martirologio ni de heroicidad.
La muerte de Poveda nos recuerda la del periodista holandés Cornell Lagrow, muerto en la guerra civil, en 1989, en Francisco Javier, Usulután. Se creyó, se estableció, que el querido Cornell murió en "fuego cruzado", cuando en realidad lo pudo haber matado un certero francotirador.
En la vorágine de violencia que padecemos, el asesinato de Poveda nos coloca a todos como protagonistas de “La vida loca”, como él tituló su documental sobre la violencia pandilleril en El Salvador.
En “La vida loca” el victimario es víctima y la víctima es victimaria. Es el círculo vicioso en el que todos estamos en el centro o/y en la periferia, pero no salimos de él.
Tenemos que romper con ese círculo vicioso y que “La vida loca” se convierta en historia pasada, en la crónica registrada en un momento cruel y duro, que un audaz periodista dejara grabada como muestra de un sistema injusto al que no hay que regresar. Sólo así la muerte no será verdad para Chritian Poveda, nuestro hermano...
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