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2009/09/02

Conocen, pero no comprenden ni aplican... (I)

Los resultados de pruebas educativas estandarizadas internacionales (Trends in International Mathematics and Science Study, TIMSS, 2007) y Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo (SERCE-UNESCO, 2007), en donde ha participado El Salvador acertadamente, reflejan un hallazgo de vital importancia: los estudiantes poseen conocimientos, pero no comprenden cómo estos pueden aplicarse a soluciones concretas.

Escrito por Óscar Picardo Joao. Miércoles 02 Septiembre. Tomado de La Prensa Grafica.

Dicho de modo más sencillo: un estudiante típico puede recitar aisladamente las fórmulas para hallar el área de un triángulo o un rectángulo (base por altura sobre dos / base por altura); pero a la hora de resolver un problema complejo, como obtener el área de una sala que integra dos secciones rectangulares y dos triangulares en un plano con ciertas medidas, los estudiantes se pierden y no logran comprender o aplicar lo que saben.
Esto vale para escuelas públicas y colegios privados, no hay un significativo nivel de disparidad, puede que en colegios privados los estudiantes sepan más, pero adolecen del mismo mal que los públicos: no comprenden ni pueden aplicar. Esta evidencia nos permite trazar varias hipótesis de lo que sucede en nuestras aulas: a) el modelo pedagógico que estamos utilizando es muy teórico; b) los y las docentes están trabajando unilateralmente con los libros de texto; c) el aula está desvinculada de la realidad; d) el tiempo pedagógico planificado no alcanza para los aspectos experimentales; e) no hay recursos o tiempo para llevar los conocimientos teóricos a la práctica; f) los docentes fueron formados bajo un modelo de enseñanza teórico; entre otras.

A escala pedagógica es importante señalar que hay dos modelos de aprendizaje: uno asociado a las rutinas de la evaluación (aprendo para pasar los exámenes o para obtener una nota) y otro vinculado al interés significativo de los estudiantes (aprendo porque me gusta, disfruto o lo necesito).

Este último modelo de difícil concreción requiere una cuota de creatividad pedagógica, en donde el docente debe preguntarse: ¿cómo logro aprendizajes significativos y efectivos en mis estudiantes?, ¿cómo los motivo? y ¿cómo pueden disfrutar mis clases?

Las respuestas son sencillas, pero demandan imaginación y planificación; los niños y jóvenes tienen intereses, creencias y costumbres, que los docentes deben conocer y canalizar; ese potencial que está en el lado discente debe conjugarse con la responsabilidad docente. Este arte mayéutico de diálogo y de exploración supone, además, la capacidad de inspirar y entusiasmar; y es aquí donde debemos trabajar: ¿son nuestros docentes entusiastas e inspiradores?, ¿aman su trabajo y lo hacen con dedicación y esmero?, ¿están valorizados los docentes por el Estado, por el MINED, por los padres y madres de familia y estudiantes?, y todo lo anterior: ¿se cristaliza en su nivel de vida, status quo y salario? Las respuestas quedan a su criterio...

Afirmaciones románticas, estudios y más estudios sobre la docencia –es por cierto la profesión más estudiada– y medidas o políticas periféricas hacen que el tema docente esté orbitando en la misma situación que hace veinte años; por ningún lado en Latinoamérica se ve un cambio sustantivo que transforme, de una vez, el modelo docente pre-industrial de pizarra y dictado que tenemos por el requerido en la sociedad de la información y el conocimiento.

Si como se ha demostrado, el docente es el “factor determinante” de la educación –todo lo demás es simplemente influyente–, será importante diseñar e implementar una política educativa orientada a renovar al docente en servicio y a formar el nuevo docente que necesitamos, revalorizando significativamente la profesión docente. Ojalá que las políticas educativas no corran la misma suerte de los resultados de las pruebas estandarizadas: solo son teóricas, no se comprenden ni mucho menos se aplican.

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