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2009/09/04

¿Cambio o alternativa?

Escrito por Carlos Sandoval. Jueves 3 de Septiembre. Tomado de El Diario de Hoy.

A pesar de que el concepto cambio es utilizado con mucha frecuencia en los últimos tiempos, siempre sigue dando réditos políticos. Es una palabra fantástica, maravillosa, hechicera. La usaron en sus campañas electorales John F. Kennedy (El mundo debe cambiar), Felipe González (Por el cambio), Barack Obama (Sí podemos cambiar), Luiz Inácio Lula da Silva (La esperanza del cambio debe vencer al miedo) y, últimamente, Mauricio Funes (Cambio seguro).
Pero además de la palabra cambio, el Frente tuvo la habilidad de asociar a ARENA con la permanencia, la inmovilidad, lo estático. O sea, el continuismo, lo que asustaba a la masa empobrecida. El culpable de la crisis económica y financiero era el partido de derecha por haber adoptado el sistema neoliberal y su modelo economía de mercado, durante veinte años. Sus propagandistas decían en los mítines que "el neoliberalismo ha hecho más ricos a los ricos y más pobres a los pobres". Un eslogan que se inspira en el catecismo marxista. En consecuencia para detener la creciente depauperación, se hacía necesario e inaplazable implementar un nuevo sistema económico, social y político más centrado en las necesidades de los pobres. Pero la cúpula del FMLN nunca explicó, ni lo explica ahora, cuál es la alternativa al sistema neoliberal. Es más, el entonces candidato Mauricio Funes dijo, en cierta ocasión, que él no era "ni socialista ni revolucionario", contrariando los estatutos del FMLN. Y ya como Presidente electo solamente dijo que su referente político es Luiz Inácio Lula da Silva, de Brasil. ¿Por qué? Vamos por partes.

Ahora es oportuno preguntarse si la izquierda gobernante implementará una política de cambio o simplemente será de alternancia. La disyuntiva es clara porque dichos conceptos no son sinónimos. El cambio, en política, significa transformación, sustitución de una ideología política por otra, por ejemplo, cambiar el neoliberalismo por el nuevo socialismo. La alternativa, en cambio, representa la sucesión, el relevo, el reemplazo, por ejemplo, quitar un gobierno para poner otro. La hipótesis es que el Gobierno del presidente Mauricio Funes no representa el cambio, sino la alternancia. Parodiando a Frei Betto podría decirse que el FMLN tomó el Gobierno, pero ARENA retiene el poder. Otra cosa es que ARENA no sabe que la oposición debe ser honesta, capaz, visionaria e inteligente.

Lo más grave de lo anterior es que tampoco el Gobierno sabe qué hacer con el actual sistema político que heredó de ARENA. Frente a esto se pueden plantear dos escenarios. El primero es cambiar algo para que todo quede igual. Hacer algunos ajustes al modelo economía de mercado tales como subir impuestos, imponer austeridad en el gasto público, combatir la evasión y la elusión fiscal, atender los problemas sociales, etc. Lo que vendría a ser casi lo mismo de lo que practicó ARENA, especialmente durante el Gobierno del adiós.

El segundo escenario tiene que ver con una amplia y necesaria reforma del Estado, que tocaría indefectiblemente muchos asuntos delicados: reformar la Constitución, cambiar del modelo economía de mercado, impulsar la democracia directa, terminar con la partidocracia, etc., etc. Pero una agenda de esta naturaleza significaría seguir los pasos arrebatados de Hugo Chávez y su Socialismo del Siglo XXI, una ideología que trata de revivir el socialismo de la ex Unión Soviética.

Ante la ineficacia del socialismo real, el presidente Funes ha optado por una izquierda moderada, a pesar de la oposición de los farabundistas chavistas, un grupo radical que está moviendo las ramas para crear ingobernabilidad. Cuando Lula llegó al poder en 2003, su antecesor Fernando Heríquez Cardosa, de derecha, había implantado los principios de la economía social de mercado. Pero Lula no cambió el modelo económico, sólo le hizo algunas correcciones en el campo social. Y en efecto su estrategia política se centró en atender los problemas sociales, como el exitoso plan de becas para los pobres.

Pero El Salvador no es Brasil con su inmensa riqueza. Por ello va a ser muy difícil que el actual Gobierno logre cumplir su promesa de erradicar la pobreza, como lo reitera hasta el cansancio el presidente Funes. La palabra cambio, decía, es hechicera. Le ha dado el triunfo a un ex obrero metalúrgico, a un indígena cocalero, a un militar golpista, a un economista frustrado, a un ex obispo "metrosexual" y a un ex entrevistador. Mientras tanto, el país va de mal en peor y no hace falta explicar sus porqués.

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