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2010/09/13

LPG-Editorial-Urge promover los valores como normas de vida

 Si no hay un tratamiento a fondo de la violencia intrafamiliar, de la violencia de género, de la violencia en todas las interrelaciones personales y de grupo, entre otras, seguiremos viendo deterioros por doquier.

Escrito por Editorial.14 de Septiembre. Tomado de La Prensa Gráfica. 

 

En nuestro país se ha venido perdiendo lo poco que teníamos en disciplina de la conducta, tanto pública como privada. En contrapartida, lo que ha venido ganando terreno es el desborde de las pasiones, que hoy se advierte hasta en las más altas esferas gubernamentales. Esta es una dramática señal de que la práctica de los valores fundamentales está en crisis en nuestro ambiente, y lo más inquietante es que dicha crisis se manifiesta a las claras en los comportamientos de aquéllos que, desde las estructuras más elevadas de la institucionalidad, son los encargados de velar por la vigencia de dichos valores.

Como todos sabemos, y como tanto se proclama, estos días están dedicados a exaltar los valores cívicos; y lo paradójico es que es en estos días cuando se escenifican expresiones incompatibles con la respetuosa interacción humana, tanto en el ámbito social como en el plano institucional. Detrás de todos estos desórdenes de conducta hay un deterioro evidente de las normas básicas de la convivencia pacífica. Es como si no se hubiera entendido lo suficiente que la paz es muchísimo más que una frase hecha o que un propósito genérico: es el reconocimiento de que todos somos fundamentalmente iguales y que, por consecuencia, el trato debe ser siempre armonioso y respetuoso, sin excepciones ni reservas. Se debe comenzar por eso que antes se llamaba urbanidad y se debe avanzar hacia eso que se llama solidaridad.

Ahora es más claro que nunca que nuestra sociedad, en sus variadas expresiones y en su conjunto, está urgentemente necesitada de incorporarse conscientemente a lo que comúnmente se conoce como la “escuela de la vida”, para salir de una vez por todas de este potrero inculto en el que todo puede ocurrir. Es una necesidad que los tiempos están poniendo en primera línea.

Tarea constructiva prioritaria

A partir del fin del conflicto armado, comenzó a desplegarse una nueva forma de enfocar y manejar la convivencia en el país. Y la experiencia de los ya casi dos decenios transcurridos desde 1992 enseña que con todo lo difícil que pudiera haber sino llegar, por medio del entendimiento, a la conclusión de una lucha sangrienta como la que padecimos por tantos años, más dificultoso aún resulta ir levantando las nuevas estructuras de esa convivencia de la que se destierren de manera progresiva y segura la arbitrariedad, la intolerancia, el abuso y el miedo.

En esta tarea esencial, la política está llamada a llevar la iniciativa, y el no haberlo hecho de manera consistente durante todos estos años se ha convertido en un déficit cada vez más cargante para el proceso de democratización. No es de extrañar, pues, que en estos momentos la política esté en el banquillo, con múltiples exigencias para que actúe como debe ser. Y la primera de esas exigencias es la de emprender una autorreforma modernizadora de veras.

En el ámbito ciudadano, es urgente generar los mecanismos de seguridad que desactiven la tensión social en que vivimos. Por otra parte, y como una tarea fundamental, habría que identificar las causas de las diversas expresiones de violencia social que padecemos, para ir generando mecanismos de control y erradicación de las mismas. Si no hay un tratamiento a fondo de la violencia intrafamiliar, de la violencia de género, de la violencia en todas las interrelaciones personales y de grupo, entre otras, seguiremos viendo deterioros por doquier. Se trata de que el sistema de vida vaya funcionando con naturalidad pacífica y no a empujones traumáticos.

Urge promover los valores como normas de vida

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