Este ejemplo de sensibilidad popular entrañable que hemos visto surgir por la muerte de Manyula, una elefanta que se ganó el corazón de tantos salvadoreños, debería motivarnos al cultivo de los buenos sentimientos y de las sanas reacciones.
Escrito por Editorial.24 de Septiembre. Tomado de La Prensa Gráfica.
La muerte de la elefanta Manyula, que estuvo 55 años en nuestro Parque Zoológico, ha generado un verdadero torrente de sentimiento ciudadano, con expresiones especialmente cariñosas y nostálgicas de la gente más sencilla y un evidente sentimiento de dolor por la pérdida de esa figura que se convirtió en un referente de apropiación sentimental para niños y grandes de varias generaciones. El caso tiene significaciones que van más allá de la circunstancia específica. En un ambiente que se ha venido deshumanizando de manera progresiva y hasta hoy imparable, donde hay tantas muestras cotidianas de crueldad y de insensibilidad, que la muerte de un animal –qué fea y despectiva palabra– del Zoológico produzca el impacto que ha producido el adiós de Manyula revela que hay grandes reservas de sensibilidad de la buena entre nuestra gente.
Lo cotidiano está lleno de situaciones lacerantes y de peligros de toda índole, y eso hace que la mayor parte de lo que se ve, se siente y se divulga venga marcado por signos perturbadoramente negativos. Estamos atribulados por la violencia, por la intolerancia, por la crispación, por el miedo y muchos otros factores por el estilo; de ahí que sea casi inevitable la sensación de que casi todo está mal y de que es muy difícil enderezar los rumbos nacionales. Es entonces cuando se impone la necesidad de poner en acción, con más vigor que nunca, las energías positivas, que están acumuladas en el ser y en el hacer de la ciudadanía honrada, que es la inmensa mayoría.
Los políticos y los encargados institucionales hacen en verdad muy poco para potenciar lo positivo en el ambiente, pues sus acciones y reacciones o son puramente interesadas o están cargadas de pasionismo. Habría que mover sistemáticamente el eje de la sensibilidad nacional de lo negativo hacia lo positivo, en todos los órdenes. Así las cosas empezarían a cambiar de veras.
EL CAMBIO EMPIEZA POR LAS ACTITUDES
Oímos con frecuencia –aunque en estos días con menos frecuencia– la alusión al fenómeno del cambio, enfocado desde la retórica política. En realidad, está visto y comprobado en todas partes que el “cambio” desde la política hay que ponerlo siempre entre comillas, porque casi nunca pasa de ser una táctica para ganar aceptación de momento. Lo que en verdad se necesita para que el cambio sea palanca de la evolución es que los seres humanos, así como las distintas organizaciones e instituciones que ellos forman, tomen conciencia en serio de lo que representan sus actitudes y los efectos de éstas en el desenvolvimiento del fenómeno real.
Esto implica potenciar las energías constructivas, poniendo bajo control las energías destructivas. Dicho así, pareciera una aspiración de carácter estrictamente moral; pero en verdad es el condicionamiento práctico para que el ánimo nacional comience a girar hacia lo positivo, que es lo que más estamos necesitando. Se ha llegado a creer que lo positivo es ingenuidad y que lo negativo es realismo: nada más ajeno a lo que debe y puede ser el natural desempeño de las cosas humanas. Y, en la base de ese cambio, están valores como el respeto y la tolerancia.
Este ejemplo de sensibilidad popular entrañable que hemos visto surgir por la muerte de Manyula, una elefanta que se ganó el corazón de tantos salvadoreños, debería motivarnos al cultivo de los buenos sentimientos y de las sanas reacciones. Zafémonos de una vez por todas del estigma de que los salvadoreños somos violentos ya por condición asumida. La cifra de los pacíficos, solidarios y honrados es inmensamente superior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.