La necesidad de superar la indigencia y el hambre han sido el núcleo del esfuerzo mundial por alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) desde su adopción hace una década. Hasta las crisis alimenticia, de combustible y financiera de los últimos dos años, los países en desarrollo progresaban hacia su cumplimiento, si bien a ritmos diferentes.
Escrito por Robert B. Zoellick.23 de Septiembre. Tomado de La Prensa Gráfica.
Presidente del Grupo Banco Mundial
En 1981, 52 por ciento de las personas en los países en desarrollo vivía en la indigencia; hacia 2005, esa proporción bajó a 25 por ciento. El esfuerzo dio buenos resultados hasta la llegada de estas crisis; los niveles de pobreza descendieron en Asia oriental, América Latina y Europa central y oriental.
Pero este avance no llegó a todos. África subsahariana continúa a la zaga: las tasas de hambre y desnutrición han bajado, pero no como para erradicar el hambre para 2015.
Las crisis solo empeoraron esta situación. El Banco Mundial calcula que 64 millones de personas más vivían en la indigencia (con menos de $1.25 al día) en 2010; para 2015, morirán 1.2 millones de jóvenes más, 350,000 estudiantes adicionales no terminarán la primaria, y alrededor de 100 millones de personas carecerán de acceso al agua potable. Por primera vez en la historia, mil millones de personas dormirán con hambre todas las noches.
Debemos redoblar el esfuerzo para focalizar la ayuda en los pobres. Invertir en la cadena alimenticia para incrementar la productividad y la cantidad de productos agrícolas no solo ayudará a mitigar el hambre: contribuirá a superar la pobreza, pues 75 por ciento de los pobres habita zonas rurales en países en desarrollo.
Los países de bajo ingreso pueden mejorar sus programas de protección social para ayudar a los más pobres. La nutrición debe ser una parte integral de estos programas. Mejorar el nivel de nutrición conlleva múltiples efectos positivos.
El Banco Mundial trabaja con el Programa Mundial de Alimentos y la UNICEF para mejorar la interconexión entre nutrición y programas de protección social como la alimentación escolar y comida por trabajo. A través de alianzas con otros interesados, esperamos aprovechar los nuevos conocimientos sobre suplementos alimenticios y mejorar la dieta de los más humildes.
La recuperación de la economía es dispareja e incierta sin más puestos de trabajo. Debemos recuperar el terreno perdido y acelerar el paso.
El potencial de crecimiento no se limita a unos pocos mercados emergentes. La implementación de políticas más sólidas ha mejorado el desempeño económico y las oportunidades en muchos países de bajo ingreso, incluyendo el África subsahariana.
Es imperativo enfocarse en los trabajadores: emplearlos a todos y en su máxima productividad. Los países deberán contar con sistemas que generen destrezas a través del desarrollo infantil temprano, con hincapié en la nutrición, la estimulación y las habilidades cognitivas básicas. También deben asegurar que los estudiantes aprendan como resultado de normas transparentes, buenos profesores y recursos suficientes.
La recuperación también dependerá del rebote del sector privado. Las empresas invertirán y generarán puestos de trabajo solo si obtienen beneficios. Los países deberán crear un entorno de inversión más atractivo, con reglas claras, reformas regulatorias y financiamiento para la inversión privada, al tiempo que se asegura el buen gobierno y la lucha contra la corrupción.
A medida que la comunidad para el desarrollo evalúa el progreso de los ODM en la ONU esta semana, deberemos ver más allá de los números para comprender qué podemos aprender de ellos y de nuestro esfuerzo. Debemos invertir en lo que funciona y enmendar lo que no. El espíritu humano puede conseguir cosas asombrosas. Hay que dar esa oportunidad a todos.
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