Los incidentes entre “ciudadanos honrados” que han tenido desenlaces de muerte en el país han llamado la atención de la sociedad y de la clase política también. Las actitudes de prepotencia de personas que poseen armas –a pesar de ser considerados buenos ciudadanos– y sus abusos hacen reflexionar sobre la falta de campañas de conciencia y de convivencia.
Escrito por Fernando Romero.12 de Septiembre. Tomado de La Prensa Gráfica.
Fue por la intolerancia o fue por un desvarío. O por cualquier otra razón menos la cordura. El capitán de la Fuerza Aérea de El Salvador Ricardo Arnoldo Alfaro Monge, de 32 años de edad, murió el pasado sábado 21 de agosto a manos de un hombre que le doblaba la edad, un hombre cuya casa estaba al lado de la suya, una persona con quien tuvo conflictos continuos y discusiones, durante meses, que llegaban hasta los insultos, y todo por un espacio para aparcar vehículos.
El crimen sucedió en la colonia La Cima II, en la senda 4 poniente, polígono O. Allí, desde 2004, el capitán Alfaro Monge tuvo como vecino de la casa de al lado a Julio Napoleón Rodríguez Sosa, de 67 años de edad en la actualidad, quien según la mayoría de vecinos de la senda es una persona prepotente, conflictiva y “siempre anda armado” de forma visible, con una pistola en la cintura.
El hombre había acostumbrado desde hacía meses a colocar un cono anaranjado en el asfalto de la senda, cerca de la cuneta frente a su casa, para que nadie se estacionara en ese espacio. En los meses anteriores, la familia del capitán Alfaro Monge dejaba uno de sus tres vehículos justo en ese lugar, según declaraciones de vecinos.
Uno de estos testimonios de referencia sobre el caso da cuenta de que Rodríguez Sosa tiene un pick up Toyota Tacoma 4x2 gris de cabina simple, y que debido a lo angosto de la senda tenía dificultades para sacar su vehículo de su cochera cuando había carros aparcados en ese mismo lugar, que tiempo después él bloqueó con el cono anaranjado.
Los conflictos que tuvo Rodríguez Sosa con el capitán Alfaro Monge se mezclaron entre reclamos e insultos, e incluso hubo una ocasión en este año, según lo declaró uno de los familiares de la víctima, en que Rodríguez Sosa golpeó el carro del militar porque “ocupó el espacio” frente a la casa del presunto homicida.
Además, comentó el familiar, otro día Rodríguez Sosa metió medio cuerpo a la casa del capitán y le gritó: “Vení, pues, no seás culero, vení, cobarde, buscame que me vas a hallar”.
Por eso, como dijeron los familiares el día del asesinato, el capitán ya estaba en busca de otra casa para mudarse y evitarse más problemas con su vecino Rodríguez Sosa. Pero para el agravio del militar y el pesar de su familia, no hubo más tiempo para buscar una salida.
Fue por una discusión
Ese sábado 21 de agosto, Rodríguez Sosa tenía el cono puesto en el asfalto de la senda frente a su casa. El capitán Alfaro Monge se disponía a ir a su trabajo. Vestía una camiseta negra, un pantalón jeans celeste y unos zapatos tenis blancos marca Nike. Se subió a su carro y al intentar salir de la senda, el cono anaranjado de Rodríguez Sosa le interrumpía el paso. El militar se bajó de su auto y removió el cono y luego pasó con su carro, que metros más adelante lo detuvo justo a la salida de la senda 4 poniente y calle San Nicolás. Todo eso lo hizo frente a Rodríguez Sosa, quien se encontraba cortando la grama de enfrente de su casa.
Cuando Alfaro Monge bajó de su vehículo para poner el cono de Rodríguez Sosa en su lugar, el hombre sexagenario lo esperaba para reclamarle por haberlo movido. El presunto asesino vestía una camisa rosada y pantalón verde, y sobre sí se había puesto un chaleco anaranjado con franjas amarillas fluorescentes y, como siempre, según los testimonios, un arma de fuego en la cintura, un revólver Rossi calibre 38 fabricado en Brasil.
Acerca del registro legal del arma y la licencia para usarla que, se supone, debería tener Rodríguez Sosa, se consultó al Ministerio de la Defensa Nacional sobre su existencia; sin embargo, a pesar de la gestión, no se pudo tener una respuesta de parte de la cartera de Estado.
Los gritos de Rodríguez Sosa se escucharon fuerte. Un hermano del capitán Alfaro Monge salió a ver qué sucedía. El hombre de 67 años y el capitán de la Fuerza Aérea discutían mientras caminaban uno al lado del otro, a un metro de distancia entre ellos, en dirección al cono. Los insultos llegaron a su límite y en un instante Rodríguez Sosa sacó el revólver de la cintura y disparó tres veces contra el capitán. La víctima recibió un impacto de bala a la izquierda del pecho y otros dos por la espalda. Los disparos fueron mortales.
Unos vecinos del lugar llamaron al 911 de la Policía Nacional Civil, cuyo centro de llamadas dio la alerta a una patrulla con tres agentes que circulaban dentro del área. Cuando los tres policías llegaron a la escena, en la senda 4 poniente de La Cima II, vieron a un joven que estaba junto a una persona tendida en el suelo y curiosos que se acercaban a ver qué había sucedido. El joven, el hermano de la víctima, señaló a los policías a la casa de al lado de la suya y les dijo que allí dentro se encontraba el asesino.
Los agentes tocaron el timbre de la casa de Rodríguez Sosa, la 12-O, y el sospechoso abrió la ventana y preguntó qué deseaban. Los policías le ordenaron a Rodríguez Sosa salir de su casa y él obedeció. Lo registraron, pero no le encontraron ningún arma. Entonces la institución policial gestionó una orden de prevención de allanamiento con un juzgado de Paz de San Salvador, que resolvió pronto, y entonces pudieron registrar la morada del presunto homicida.
El revólver Rossi 38 fue encontrado en el costado sur poniente del techo de la casa de Rodríguez Sosa.
El hombre fue detenido por las autoridades acusado de homicidio agravado en contra del capitán Alfaro Monge, quien días después fue llorado y conmemorado por sus familiares, amigos y compañeros de armas.
La prepotencia
La palabra “prepotencia” cundió en los días siguientes, tanto en boca de testigos presenciales y de referencia que daban testimonios en detrimento del acusado, así como en la del imputado mismo cuando se refería a su presunta víctima. “Hay vecinos que se fueron de allí por él (por Alfaro Monge). Hay un vecino que él lo echó. Él usaba su uniforme (de militar) para ser prepotente. Hay gente que dice que por mí se han ido vecinos. ¿Por qué va a ser por mí, si a mí no me estorban?”, dijo Rodríguez Sosa cuando fue llevado a los tribunales de San Salvador.
Pero los testimonios de vecinos en su mayoría hablan, por el contrario, de la conducta de prepotencia que tenía Rodríguez Sosa. Un hombre, según los testimonios, muy ordenado y cuidadoso con sus cosas, quien mantenía limpia su acera y su área verde, pero el costo de esa apariencia era la conflictividad con sus vecinos. “No dejaba que la gente pasara por la acera”. “Una vez amenazó con matar al perro si hacía sus necesidades en su grama”. “Siempre andaba el arma en la cintura para mostrarla”. “Pasaba peleando con el capitán”. “Gritaba”. “Decía que no necesitaba vigilancia porque él se podía cuidar solo, y mostraba la pistola”. “Prepotente”. “Hubo gente que se mudó por su actitud, por miedo”...
El Juzgado Noveno de Paz pasó el caso al Juzgado Noveno de Instrucción, en donde se encuentra en la actualidad. La Fiscalía General de la República pidió al tribunal seis meses para investigar a profundidad el caso y recoger las pruebas suficientes para demostrar en un juicio que Rodríguez Sosa mató con agravio a Alfaro Monge, por un espacio, por un cono anaranjado.
En El Salvador, los homicidios están fuera del control de las autoridades. Y entre ellos se encuentran casos como el de Julio Napoleón Rodríguez Sosa, un ciudadano que mató a otro por un espacio de suelo para estacionar un vehículo. El acusado podría pasar sus últimos días de vida en la cárcel, con un pena de entre 30 y 50 años de prisión por el delito que cometió, si es hallado culpable.
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