Para los que alguna vez han desfilado por las calles de El Salvador, saben que participar es, más que un deber, un honor. Lo hacen con mucho orgullo, bien sea marchando, o tocando un instrumento musical o siendo parte del grupo de cachiporristas. Por ello, no es extraño que dediquen muchas horas de su tiempo libre a constantes prácticas, hasta lograr hacerlo de tal forma que su escuela, instituto o colegio sea catalogado como el mejor o uno de los mejores del desfile. Tal es su entusiasmo, que al llegar a sus casas, estos estudiantes continúen ensayando los pasos, silbando la música o marchando por el pasillo.
Escrito por Nena de Alfaro.05 de Agosto. Tomado de La Prensa Gráfica.
El Ministerio de Educación, la Secretaría de Inclusión Social y el ISDEMU, han expresado que no permitirán cachiporristas en los desfiles. Afirman que las denigra, que es amoral, que son vistas como objetos sexuales o que éstas son expuestas a delincuentes relacionados con la trata de personas. ¡Qué lástima que piensen así!
Son diversas las razones por las cuales miles de mujeres, hombres, niños y ancianos van a los desfiles. Asisten para apoyar a su escuela o barrio, por pasar un rato agradable y hacer algo diferente, para escuchar las bandas y observar a los marchantes. Pero las personas también acuden a ver a las cachiporristas, cuya participación es esperada, no pasa desapercibida, por su gracioso y coordinado caminar, por su belleza y por su destreza mientras hacen malabarismos con las varas o pompones que portan en sus manos.
Con el argumento dado por dichas dependencias del estado, no debe extrañar que en el futuro, se les ocurra además, prohibir que las mujeres jueguen voleibol de playa, pues la vestimenta es un diminuto short y una mini camiseta. Sería de esperar que unos días después impidieran la participación de El Salvador en competencias de gimnasia rítmica, en concursos de belleza y deportes acuáticos que implican el uso de calzonetas que se pegan al cuerpo delineando cada una de sus curvas. Igualmente podría afectarse la práctica del tenis, futbol y basquetbol, cuyos uniformes son tan o más sexistas que el usado por las cachiporristas. De continuar así, buen dinero hará aquel que diseñe un uniforme tipo “burka” a prueba de malos pensamientos, que pueda ser usado por las mujeres y que permita el ejercicio de todas las disciplinas deportivas.
Realmente sorprende que dichas dependencias del estado estén deliberando sobre estos asuntos, que complicarán sus intenciones y enredarán sus decisiones. Unas más que otras, las mujeres destacan por su belleza. Ojalá esta no sea la razón por la que se argumente que somos objetos sexuales. De hecho, la belleza exterior de la mujer debe verse como un complemento de su belleza interior, la cual posee una valiosa cantidad de dones que, en su conjunto, la hacen más bella.
Si lo que se pretende con esta medida es que la mujer no sea vista únicamente como un símbolo sexual, habrá que comenzar por prepararla mejor, por lanzar programas especiales de formación desde su infancia, desarrollar su autoestima, darle confianza. Si la decisión obedece a que se le reconozca como una persona capaz y tenga acceso a más puestos de trabajo, se debe facilitar su asistencia a institutos técnicos, universidades y centros de capacitación, otorgando becas, flexibilizando el horario laboral, acelerando la puesta en marcha de aquellas guarderías infantiles ofrecidas durante la campaña electoral del presente gobierno. Si lo que se persigue es que las mujeres alcancen altas posiciones tanto en el sector público como en el sector privado, mediante su habilidad única de manejar múltiples situaciones, el uso de “su sexto sentido”, la intuición y una mayor aptitud para relacionarse con los demás, habrá que apoyarlas, darles las herramientas, capacitarlas y hacerlas más competitivas.
Prohibir la participación de cachiporristas en los desfiles no evitará que unos cuantos piensen en ellas únicamente como objetos sexuales. Cuando a la mujer se le prepare, pueda optar por plazas de trabajo con salarios iguales al de los hombres; cuando se eleve su autoestima y se le valore tanto por lo que contribuye en el hogar y en la educación de sus hijos, como por su gran aporte al progreso y al desarrollo del país, entonces su belleza interior será reconocida y apreciada, pasando a ocupar el primer plano, mientras que su belleza exterior bajará al tercero, que es lo que corresponde. Solo entonces disminuirán sensiblemente los discutibles y desatinados comentarios como los expresados por el ISDEMU y algunos funcionarios de gobierno.
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