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2010/08/01

La Página-"Estuve preso por un delito fortuito que cometí en defensa propia" (IV entrega)-Diario digital de noticias de El Salvador

 Lea mañana el relato de un ciudadano víctima de malos policías.

Escrito por Jaime Ulises Marinero.01 de Agosto. Tomado de Diario La Página.

 

“Me gradué de policía en 1994 y  siempre fui asignado a la división de seguridad pública, presté servicio en San Salvador, incluyendo Apopa, San Martín, San Marcos y Soyapango. En cada lugar tuve experiencias diferentes, pude darme cuenta como la gran mayoría de los sargentos, cabos y agentes procedíamos de familias pobres y éramos honrados.

Cuando comencé a ser policía rápidamente me di cuenta que  los policías no teníamos mayor margen para combatir a los delincuentes, porque teníamos en contra a la Procuraduría de Derechos Humanos que favorecía a los delincuentes y ante la menor falta de uno de nosotros se pronunciaba en contra. Por otra parte teníamos a los Inspectoría General de la Policía Nacional Civil que por muy leve que fuera el error que cometiéramos nos abría expediente.

Los jefes policiales vivían recordándonos que si cometíamos un error  nos iban a mandar expediente  a la inspectoría y a la unidad disciplinaria, lo cual casi siempre terminaba en un traslado hacia los municipios lejanos o hacia puestos peligrosos.

Yo nunca marque una falta. Cumplía con mis asignaciones, generalmente salía a patrullar y en ocasiones a actuar como en persecuciones  o a inspeccionar escenas del crimen. En los ocho años que estuve de alta habré participado en la captura de unos 50 delincuentes, la mayoría pandilleros. No sé si a todos los policías les pasa, pero uno se siente satisfecho cuando detiene a un pandillero porque es un delincuente menos en la calle.

Yo detestaba cuando me dejaban de comandante de guardia. Estar contestanto el teléfono no era lo mío, sobretodo en la noche, pero a veces me tocaba eso. Habían compañeros que les gustaba porque de esa forma no salían a patrullar.

Mi mayor proeza siendo policía fue cuando con unos compañeros rescatamos a una bebé que había sido lanzada a una fosa séptica en San Marcos. Todos los periodistas llegaron y le hicieron fotos a la niña que la cargaba una compañera. Otra proeza que hice fue arrestar en flagrancia a un pandillero que le acaba de volar la cabeza a un trabajador en la colonia Popotlán, en Apopa.

Precisamente intentando cumplir con mis funciones fue que me metí en problemas hasta que fui destituido y encarcelado. Fue en una colonia de Soyapango. En la PNC recibimos una llamada de un asesinato, por lo que abordamos una patrulla y nos movilizamos al lugar. Al llegar era positivo el aviso y estaba el cadáver de un hombre al que nadie conocía en la zona. Cuando llegaron los fiscales, medicina legal y otros policías que se quedaron a cuidar la zona, nos dijeron que nos movilizáramos rumbo a la carretera de Oro, porque alguien informó que el sospechoso del crimen se encontraba en esa ubicación.

Como tres o cuatro patrullas nos movilizamos, pero fue la mía la que lo ubicó. Le mandamos alto y el sujeto comenzó a correr, lo perseguimos y como yo era el más delgado fui quien lo alcanzó. Cuando me le iba a abalanzar, sacó un arma e intentó dispararme, pero se le bloqueó. Yo saqué mi arma y le apunté a una pierna, pero le pegué en el estómago. Otra patrulla lo llevó al hospital y a mí me detuvieron mis compañeros. Yo no opuse resistencia porque sabía que le había disparado en defensa propia.

Prepararon el informe y lo enviaron a la Fiscalía y a la inspectoría de la PNC. Resulta que a quien lesioné se salvó en el hospital y era el hijo de alguien influyente. No era la persona homicida y tenía permiso para portar armas.

En su declaratoria el lesionado dijo que era falso que él me hubiera intentado disparar y hasta dijo que no andaba balas en el arma. Agregó que nunca se había corrido y que nunca le mandamos alto. El conductor de la patrulla y el otro agente que me acompañaban declararon a favor mío, al decir que sí le habíamos mandado alto y que él se corrió. No dijeron que él había intentado disparar porque no vieron eso.

Me acusaron de intento de homicidio y me abrieron un expediente. Me trasladaron de Soyapango a  una subdelegación de San Salvador para mientras que aclaraba todo. Sin embargo, siendo presidente de la República Francisco Flores comenzó a hablar de la depuración de los malos policías y un día me llamaron a la unidad disciplinaria para que rindiera un informe de lo ocurrido. Al siguiente día se realizó la audiencia preliminar y yo me presenté porque gozaba de libertad con medidas cuatelares.

En la audiencia la jueza leyó el informe de la PDDH y en él yo era el reflejo de todo lo malo de la PNC. Me pusieron como el peor de los policías, como un asesino en potencia y hasta recomendaba depurarme de inmediato. Parecían que estaban hablando de alguien que todos los días salía a balear a personas humildes. Yo era un verdadero peligro para la sociedad y dejarme libre equivalía a poner en riesgo a todos los salvadoreños porque lo único que sabía era disparar.

La PDDH nunca me entrevistó a pesar de que uno de mis jefes les envió una notificación para que me escucharan.

El informe de la Inspectoría fue distinto y reconocía que yo nunca había tenido una falta en mi expediente y que contaba con la declaración  de dos compañeros, así como la aceptación del baleado en el sentido de que él portaba un arma “descargada”. En realidad el arma si tenía balas, pero los compañeros que prepararon el informe no dieron a conocer ese “pequeño” detalle, del cual se valió el abogado del joven.

La jueza me mandó a juicio y me envió al penal de Metapán. Cuatro meses después fue a audiencia pública en la que me condenaron a seis años y varios meses de cárcel. Yo confiaba en que iba a ser declarado inocente, por eso cuando la jueza leyó la sentencia sentí un escalofría, porque iba a salir libre a los 36 años. En mi mente se me cruzaron muchas cosas, hasta se me ocurrió suicidarme.

Me mandaron a Metapán junto a cientos de policías que estábamos presos por distintos delitos, desde algunos que de verdad participaron en homicidios, asaltos, secuestros, violaciones, hasta quienes como yo nos vimos involucrados en hechos fortuitos.

En el penal no hay diferencias. Hay agentes, cabos, sargentos y hasta subinspectores. Cada uno tiene su historia. La mayoría son culpables, pero hay quienes como yo estábamos de manera injusta.

Ahí conocía de agentes que eran parte de bandas delincuenciales. Había uno que se había quedado con miles de dólares producto de un contrabando, otro más que había violado, en estado de ebriedad, a una menor de edad. En fin, hay de todo, pero hay respeto. No nos metemos en problemas y muchos buscan hacerse evangélicos, quizá porque les pesa su conciencia.

Lo raro, dicen todos, es que no hay ningún subcomisionado o comisionado, pese a que algunos de ellos si han cometido delitos y graves. Hay un oficial que fue procesado en por lo menos seis ocasiones por el delito de acoso sexual, otros por relaciones con grandes bandas de delincuentes, por alterar investigaciones, por robos y hurtos dentro de la institución. Recuerdo el caso de un subcomisionado que se robó el dinero que se iba a gastar en miles de uniformes policiales. Lo destituyeron, pero no lo procesaron y ahora dicen que es  hasta empresario de gasolinera.

Cumplí la condena, un poco menos de lo que me sentenciaron, y salí libre. Fui a la PNC a averiguar como estaba mi situación y tajantemente me dijeron que ya no podía reingresar. Comencé  a buscar trabajo y gracias a Dios encontré uno (…) donde gano mejor que un sargento de la PNC y no corro riesgos, al menos no los que corre un policía.

En Metapán pude darme cuenta de una realidad. Los policías somos abandonados a nuestra suerte, la PNC necesita dar una buena imagen y no defiende a los suyos. A mí no me ayudaron y a muchos no les ayudan. Cuando matan  a un policía le entregan una bandera a sus parientes, pero después se olvidan de él. Muchos ex compañeros capturan a los que habían matado a policías y en la noche les daban palizas, porque la verdad es que duele cuando matan a un amigo.

En lo que estuve de alta en la PNC mataron a unos seis compañeros de delegación y eso es doloroso porque en cualquier momento le toca a uno que anda en la calle. Eso lo sentimos los del nivel básico. A los oficiales pocos les importa.

Estuve preso cerca de cinco años por un delito fortuito que cometí en defensa propia. Para la PNC ya no soy bienvenido. En ese tiempo mi esposa me abandonó… Ni modo, es una experiencia que sumo a mi vida”.

Diario digital de noticias de El Salvador

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