Ricardo Chacón.01 de Agosto. Tomado de El Diario de Hoy.
El hecho es simple y sencillo, aunque las consecuencias son enormes, de gran magnitud. Un sitio web, especializado en "subir" documentos comprometedores sobre casos de gran impacto mundial, como los atentados terroristas en Nueva York o documentos secretos que involucran a funcionarios de primera línea en casos de corrupción, dio a conocer esta semana unos 92 mil documentos oficiales sobre la guerra en Afganistán.
Varios días antes WikiLeaks, este sitio web reconocido mundialmente, de gran prestigio y pulcritud "ética", dio a conocer los documentos a tres periódicos de gran influencia mundial, como lo son el estadounidense The New York Times, el inglés The Guardian y la revista alemana Der Spiegel, que desarrollaron información mucho más analítica sobre los documentos "bomba", no sin antes haber "cumplido" con la labor técnica de medios impresos profesionales: determinar que se trataba de documentos verídicos, contrastados con otras fuentes, "depurados" en cuando a los nombres específicos, direcciones que pudiesen poner en peligro a los involucrados o comprometer la llamada "seguridad nacional".
¿De qué trataban estos documentos? De muchos casos cuestionables sobre la estrategias y tácticas de guerra desarrolladas por Estados Unidos y sus aliados, en Afganistán.
No es mi interés entrar al análisis del conflicto bélico, mucho menos cuestionar lo que hacen los estadounidenses en la zona, algunos de ellos reñidos no sólo con la eficacia y eficiencia sino con la ética y moralidad (cuestiones complejas de definir en una guerra); mi interés es mucho más simple: las cosas públicas, por muy secretas que sean, tarde o temprano salen a luz pública… y es tarea, deber, obligación de todo hombre o mujer servidor público, actuar de cara al sol.
Las decisiones tomadas en un cuarto a media luz, tratando de evitar todo tipo de "rastreador", sin tomar en cuenta a la población a la que se debe todo funcionario público, tienden a ir "por mal camino".
Dicho de otra manera, y lo voy a poner de manera cruda: ¿Quién es el pecador?, poniéndolo en estos términos: el responsable iraní que ofrecía, con fondos estadounidenses, $1,740 dólares por cada soldado afgano muerto y $3,480 por matar a un funcionario del gobierno… o el documento que recogía esta información y dada a conocer públicamente en los medios de comunicación.
Por qué he de "criminalizar" a los medios de comunicación, en este caso a WikiLeaks, o cualquier de los tres periódicos que dieron a conocer los documentos y no a los responsables de que los talibanes, como se revela, tienen acceso limitado a sofisticados misiles portátiles infrarrojos, que ya habrían comenzado a utilizar contra aeronaves operadas por las fuerzas de la OTAN en Afganistán. Son armas tierra-aire con semejante tecnología a los misiles Stinger, facilitados por la CIA a la resistencia afgana durante los años 80 para luchar contra la invasión del Ejército Rojo.
Todavía más --y esto no tiene que ver tanto con la guerra afgana--, qué culpa tienen los medios de comunicación salvadoreños, sobre todo aquellos compuestos por profesionales que queremos hacer periodismo serio, con dar cuenta, casi a diario, de la cantidad horrorosa de homicidios que castigan a nuestra nación o la ineficiencia e inoperancia de muchas de las entidades del gobierno actual, incapaces de resolver los graves problemas del país.
Es deber de los funcionarios actuar de cara al sol, es tarea nuestra si no lo hacen, el develarlos y hacerlos público.
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