Carlos Abrego .14 de Septiembre. Tomado de Raices.
Para que las cosas queden claras de entrada, reitero mi oposición de principio contra la nueva ley “antimaras”. No creo que la agravación de penas va a cundir algún efecto en la lucha contra la criminalidad. Tampoco creo que la estigmatización de las maras sea el buen camino. No voy a volver sobre este tema. No obstante los últimos acontecimientos ponen de relieve que estamos ante un problema que va mucho más allá del marco de la justicia. Las maras siempre fueron un problema social, que exigía soluciones sociales.
Ahora estamos frente a un problema político. Un problema político que ha hecho irrupción provocando una crisis seria y que ha puesto en jaque el funcionamiento de la sociedad y que puso a ruda prueba al Estado. Se acaba de vivir en El Salvador días intensos, en que los diversos agentes sociales y políticos entraron en acción. Se trata de un concentrado de problemas.
Todo lo ocurrido en estos tres días tiene como marco una crisis mucho más amplia, de la cual han sido una manifestación. El régimen de dominación oligárquico ha entrado en crisis profunda, esta crisis a su vez tiene lugar en momentos críticos del sistema capitalista mundial. Lo que siempre se plantea en los períodos de crisis es cuáles son las opciones fundamentales que se enfrentan. La aspiración de una salida positiva se expresó con el triunfo del FMLN y de su candidato en las elecciones presidenciales. Este triunfo expresó una fuerte aspiración al cambio. Cambio en la gestión de la política económica del gobierno, cambio en las políticas sociales, inversión del favoritismo hacia las clases dominantes, cambio en la vida social, cambio en la educación, cambio en la aplicación de la justicia, etc. La mayoría expresó con su voto algo más que darle el poder de decidir por todos a un solo hombre.
Las fuerzas favorables a la oligarquía proponen la vuelta hacia atrás, propiciaban durante la campaña el continuismo de las políticas aplicadas por los gobiernos anteriores de ARENA y como siempre alegaban que la sociedad, tal cual funciona en estos momentos, corresponde a cánones naturales. La sociedad es así y no se puede cambiar. Son estas dos fuerzas las que están en pugna en el país. Este es el transfondo.
La derecha arenera y sus partidos satélites le dejaron al nuevo gobierno una sociedad cargada de problemas de todo tipo, entre ellos un alto índice de criminalidad que venía creciendo de manera continua, un alto nivel de criminalidad juvenil y una red de bandas de delincuentes dispersas en todo el territorio nacional. La derecha fracasó en sus tentativas de combatir esta plaga social. Aunque realmente dudo que esas tentativas hayan sido sinceras. La derecha arenera entregó al nuevo gobierno un presupuesto sin recursos y las cajas vacías. El país se recibió con un alto índice de endeudamiento. La derecha arenera fue rechazada para seguir gobernando, por todos sus fracasos, por su incapacidad a resolver los problemas sociales y económicos.
Bajo nivel de conciencia
Sin embargo la situación política no se presentaba y no se presenta tan nítidamente reflejada por esta pequeña enumeración. La complejidad es que en la realidad política tiene una importancia decisiva el nivel de conciencia de los agentes en lid. Urge tener en cuenta que la aspiración por las transformaciones sociales eran intensas, pero la visión clara de cómo hay que resolverlas hacía falta y sigue haciendo falta. La campaña electoral a pesar de que en los discursos se habló y se prometió medidas concretas, lo esencial era una divisa oscura a favor del cambio y la urgencia de sacar a ARENA del poder. El partido que representaba y representa estas aspiraciones no encontró dentro de sus filas una persona que pudiera encarnar estas aspiraciones y tuvo que conformarse con buscar afuera de sus filas. La alianza sin nombre entre el candidato y el partido FMLN no fue pública, ni transparente. Lo ocurrido en este año y pico de gobierno nos muestra que la dirección del FMLN no tomó todas las precauciones y ahora tiene que supeditarse a la voluntad de Mauricio Funes. Las medidas que puedan aliviar la vida cotidiana de la gente tardan en llegar. La medidas que pudieran iniciar un giro en la gestión gubernamental aparecen ahora como imposibles. Los intereses de los grandes propietarios, de los oligarcas son preservados y siguen gozando de los beneficios de la política del gobierno.
La conciencia de clase de la oligarquía y de sus aliados es muy alta. Pero a pesar de que la ausencia de su partido en el gobierno no ha cambiado absolutamente nada esencial a su dominación, las fuerzas de derecha están dispuestas a darle batalla abierta al gobierno de Funes. La correlación política no les es favorable y lo saben perfectamente. Para reconquistar el ejecutivo necesitan que las pequeñas medidas sociales (que en el fondo son prolongaciones de las suyas) fracasen. Pero el objetivo primordial es que el gobierno no emprenda medidas que puedan poner en peligro su dominación y se demuestre que los intereses de la oligarquía son antagónicos a los intereses de toda la nación. Esta correlación de fuerza desfavorable es la que ha llevado a la derecha a aplicar políticas ambivalentes, una veces se presentan conciliantes, otras atacan brutalmente y de manera frontal al presidente, pero al que atacan de manera continua es al FMLN. Incluso sirviéndose de las divergencias entre el partido y el presidente.
El papel ambiguo del Presidente
Mauricio Funes juega un papel totalmente ambiguo, poco claro. Tiene doble gobierno, uno que está en los ministerios y el otro que se encuentra directamente en Casa Presidencial, conformado por un equipo de amigos cercanos y amigos de los amigos. Son demasiadas cosas las que se deciden por este gobierno bis. Este gobierno bis escapa a todo control institucional. Su estilo de gobierno es autoritario y usa del presidencialismo que encierra la Constitución más de lo que lo hicieron los presidentes areneros.
Es en este marco general que se dio la crisis provocada por las amenazas de los maras de incendiar las camionetas y vehículos del transporte público. Las maras por comunicados decretaron una suerte de estado de excepción. Pero cabe preguntarse ¿tienen realmente una logística para llevar a cabo su amenaza, a nivel nacional? Es urgente decir que no tienen ni siquiera la capacidad de anunciar su amenaza sin el milagroso concurso de los medios de comunicación, que en este caso han jugado el papel de caja de resonancia de las bandas delictivas. Desde casi un año la derecha y la prensa a su servicio han adoptado como motivo recurrente el problema de la inseguridad. Este también ha sido el caballito de batalla del patronato y de su Asociación. Un papel descollante lo ha jugado el presidente de la Cámara de Comercio. Todos presentan el problema de la violencia como si este fenómeno hubiera aparecido solamente ahora, como si bajo los gobiernos anteriores hubiera estado bajo control.No tengo pruebas de que exista conjunción entre las fuerzas de derecha y las bandas pandilleras. Lo que sí ha quedado claro es que la amenaza y los comunicados de las maras fueron utilizados por la derecha política y el patronato para acrecentar sus esfuerzos por desestabilizar al gobierno de Mauricio Funes. Rápidamente el partido ARENA y el patronato atizaron el ambiente, acusaron al gobierno de la situación creada y se apresuraron a decretar que el Estado estaba fallido. Ni más, ni menos. Y por supuesto retomaron su recurrente tema de la incapacidad a gobernar de la izquierda y a acusar al FMLN de todos los males que sufre el país.
Los medios fueron la caja de resonancia marera
A la complacencia de la prensa de servirle de caja de resonancia a las maras podemos agregar la casi cómplice obediencia de los empresarios de los transportes, que sin mucha reflexión, sin medir todas las consecuencias sociales y económicas para el país, resolvieron acatar el mandato de unas bandas de delincuentes. Es cierto que han sido los transportistas la corporación que más ha sufrido los ataques de las maras. Sin embargo hay en esta conducta mucha irresponsabilidad. El Ministerio del Transporte falló. Tuvo que convocar a la patronal y a las cooperativas de transportes para analizar con ellos la situación y ver con los otros ministerios encargados de asegurar el funcionamiento normal del país, qué medidas de urgencia tomar para garantizar la seguridad de los pasajeros y de los vehículos. Pero este yerro del ministro de transportes es consecuencia del estilo de gobierno del presidente, su autoritarismo, su habitual desaprobación de las iniciativas de sus colaboradores, impide realmente que en su ausencia el gobierno pueda funcionar debidamente. Y la situación era de urgencia nacional. Los ministros y el mismo Vicepresidente no tienen toda la latitud necesaria para tomar decisiones. El gobierno bis se quedó durante todo este tiempo inactivo.
El Ejército se volvió a tomar las calles y hubo un derroche de exhibicionismo militarista al sacar tanquetas de guerra contra un “enemigo” invisible y sin territorio, ni trincheras. La policía también se volcó a las calles y pudo capturar a una cuarentena de malhechores. Toda esta gente capturada no va a ser enjuiciada, no puede serlo, apelando a la nueva legislación de la “Ley antipandillas”. Pero si leemos con atención los cargos con los que van a ser presentados ante los jueces, veremos la inutilidad de la nueva ley. En el diario Co-Latino del 8 de septiembre podemos leer esto: “Asimismo, la PNC capturó a los pandilleros acusados de quemar el microbús placas MB-3133, de la ruta 12 A, en el municipio de Chalchuapa. Los detenidos serán acusados por los delitos de actos de terrorismo, daños agravados, agrupaciones ilícitas, homicidio en grado tentativa, así como, portación y tenencia ilegal de armas de fuego”. Ya está contemplada en la ley el caso de la prohibición de las “agrupaciones ilícitas”.
La “Ley antipandillas” surgió también bajo la presión de la derecha y de su prensa. La izquierda cedió y el presidente acompañó a la derecha en sus alegatos, los ministros acataron. Por supuesto que el acto criminal de un salvajismo extremo cometido por miembros de las maras alarmó, horrorizó y espantó a toda la ciudadanía. La indignación fue a la medida del hecho. Pero la prensa supo aprovecharse del miedo para sembrar odio en la población. Pidieron medidas extremas, se alegó a favor de la pena de muerte, algunos llegaron a hablar de exterminio. No fue en un momento sosegado que se dio a luz la nueva ley. Se redactó y se discutió apresuradamente, para calmar a la población, para presentarse, cada uno por su lado, como los grandes paladines de la seguridad. El corte de esta nueva ley es el mismo que las leyes que fracasaron durante los gobiernos areneros. La ley es violenta, eleva a un grado superior la violencia del Estado, estigmatiza a grupos de individuos y los condena por su apariencia. Se trata de una respuesta violenta a la violencia criminal. El ambiente que reinaba en ese momento y que perdura hasta estos días es el de hacer prevalecer la ley de Talión.
La violencia de las maras es absoluta, ha llegado a extremos inhumanos, es totalmente inadmisible. Pero es necesario que nos demos cuenta de que esta violencia surge del interior de nuestra sociedad . Nuestra sociedad es violenta de arriba abajo. Nuestra sociedad ha sido violenta y lo sigue siendo. Las estructuras sociales son violentas, autoritarias. Las instituciones fundamentales como la familia y la escuela también son recorridas por la violencia. Violencia de los hombres contra las mujeres. El feminicidio es corriente en nuestro país, pero las instituciones machistas la ocultan. La violencia ejercida en las familias contra los menores es también horrenda.
La violencia en la sociedad
La sociedad es violenta en sus principios, en su fundamento. La violencia social más grande es la opulencia extrema y la miseria total. En El Salvador hay gente que muere por desnutrición. Esto también es un crimen permanente e impune. Mujeres que abortan por hambre, otras que apenas se salvan en los partos y otras que sucumben por debilidad congénita. Toda la vida social sufre del acaparamiento por la oligarquía de un porcentaje exorbitante de las riquezas producidas en el país. Esta clase social es inmisericorde, extremadamente egoísta, bajo su régimen es imposible que nuestros problemas encuentren ni siquiera la sombra de una solución. Esta casta es antipatriótica, no le importa el destino del país, lo único que le importa son sus capitales y los beneficios que pueda obtener. Si las tasas de ganancia son superiores en otro lugar no les importa dejar al país sin recursos. Nuestra agricultura es deficiente en estos momentos por esa actitud de buscar el beneficio privado, apartando de un revés de mano las necesidades alimentarias de la población.
Es esta casta oligárquica la principal evasora de impuestos, es ella la que rechaza contribuir al presupuesto de la nación de manera consecuente y que corresponda a su nivel acumulativo de riquezas. Son ellos los que dejaron al país sin moneda, sin bancos. A ellos no les importa ni un comino el sufrimiento de la gente, no les incumbe los problemas cotidianos que la gente humilde enfrenta.
El Estado no está fallido. Pero si hubo disfuncionamiento. Desde el lunes aparecieron los primeros paros en el transporte. Desde ese momento las autoridades debieron manifestar su voluntad de mantener el funcionamiento de la sociedad. Los llamados a la calma no eran suficientes. El partido en el gobierno se manifestó tardíamente y no propuso absolutamente nada para salir de la crisis. Su posicionamiento de denuncia no fue suficiente. El partido ARENA trató de pescar en río revuelto. Con toda deshonestidad. El patronato secundó a su partido. Lo que me ha llamado mucho la atención es el silencio del resto de partidos, su absoluta inexistencia durante la crisis.
Pero hay algo que debemos señalar con cierto orgullo. El pueblo no se dejó amedrentar y salió a las calles a buscar la manera de ir a sus trabajos. La sociedad salvadoreña ha mostrado que tiene recursos morales, que tiene fuerza para buscar soluciones reales a los problemas planteados. Por el momento en la sociedad son minoritarios los que proponen soluciones preventivas a la delincuencia. Pero estas se van abriendo camino. No creo que se trate de ir a sentarse a una mesa de negociación con “líderes” de las maras. Pero si de construir los puentes entre la sociedad y esa parte de la población que está al margen. Esa parte de la población que es emanación de nuestra propia sociedad, de su funcionamiento, que nos devuelve la imagen más monstruosa de nosotros mismos. Ellos están ahora a la deriva, sin marcos sociales, ni límites morales. La tarea no es fácil, ni se puede esperar resultados inmediatos. La solución no la va a aportar el gobierno, la solución la tenemos que buscar todos nosotros, reflexionando y ensayando medidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.