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2010/09/13

LPG-No, a la voz de la violencia

 Las calles silenciadas y desiertas se mostraron como testigos del temor y como una dolorosa evidencia simbolizando que la voz de la violencia había tomado el poder de las calles. Podríamos escribir profundos análisis coyunturales, pero el sentimiento obliga a lanzar unas palabras de ánimo y aliento para aquellos que aún creemos en la esperanza. Somos los hijos de la pobreza, niños de la guerra, venimos de la tierra y del olvido, nacimos sin nada y a pesar de los pesares nos negamos al destino irremediable de robar o asesinar, se nos cansaron las pupilas, libro tras libro, el lápiz se desgastó de escribir las tareas. Esas han sido nuestras armas, no hemos derramado sangre ni arrebatado una vida, hemos construido una historia digna para los nuestros, con sacrificio y trabajo, somos la prueba viviente de que la pobreza y la carencia no te condenan a lo peor. Somos la verdad que se contrapone contra las aseveraciones de que la desgracia justifica la violencia y el crimen.

Escrito por Víctor Segura.14 de Septiembre. Tomado de La Prensa Gráfica. 

La elección ha sido nuestra, hemos optado por ser alguien y ser mejores y aquellos que ahora empuñan las armas del terror nos encuentran cual clara evidencia de no poder justificar sus acciones como producto de una venganza social.

Tenemos derecho a que las leyes nos protejan y a caminar con libertad, a que a nuestros hijos no se les arrebate la vida injustamente, a gozar de tranquilidad. Estamos cansados de las armas y del temor, de la guerra inmunda que nos degrada y esclaviza, de pagar “la cora y la renta”, de ver las historias de violencia pintadas en las caras y los pechos simbolizando poder.

“Somos los hijos de Cuscatlán”, los que construimos los puentes derribados, los que nos levantamos de los escombros de los terremotos y sobrevivimos a las inundaciones, los que crecemos sin padres, los de noble corazón, esos de la mirada sincera que dan todo a cambio de nada, los que a pesar de la voz de la violencia caminaremos lo que sea para llegar al trabajo en pick up o a pie, los que se niegan a llorar y saben sonreír, los de abajo pero nobles, los de piel morena. Esos somos nosotros.

Para romper los entrelazados de nuestra herencia oscura tenemos que unirnos, trabajar para construir los puentes del entendimiento, ni de derecha o izquierda, la solución es de todos: del empresario innovador y del jornalero, del humilde profesor o del médico que con su ciencia cura y consuela, de la iglesia que nos recuerda que hay un Dios que todo lo ve y que nos debemos a la misericordia y la justicia.

No es momento para números y análisis profundos, es tiempo de reposo y reflexión, vale la pena vivir en este país, a pesar de la guerra y del temor, es nuestro bello El Salvador, el valle de las hamacas que huele a copinol, el del torogoz y el maquilishuat, de lluvia y maíz.

Mañana me levantaré y seguiré caminando, olvidaré el dolor, esa es mi costumbre, no por alienación, sino por corazón, porque estoy acostumbrado a levantarme de las cenizas y de la sangre, del dolor y las lágrimas. Apodérate hoy de las calles, porque mañana nos levantaremos y seguiremos hacia adelante, porque somos hijos de Cuscatlán.

Valgan estas palabras de reflexión sobre esa semana tan lamentable, amados hermanos, sigamos adelante y derrotemos a la violencia con nuestras acciones de paz.

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