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2010/09/18

LPG-Al límite

 El Salvador enfrenta un complejo panorama económico. Por una parte, su fuerte vínculo con EUA (país que está a punto de sufrir otro desequilibrio económico y en el cual reside uno de cada cinco salvadoreños) y por otra, la divergencia existente entre el gobierno nacional y el sector productivo en cuanto al modelo de crecimiento a seguir hacen que el curso de la economía salvadoreña sea incierto.

Escrito por Rafael Ernesto Góchez.18 de Septiembre. Tomado de La Prensa Gráfica.

El Salvador es un lugar inseguro. Así lo demuestra el elevado número de homicidios, extorsiones, robos, violaciones e ilícitos (narcotráfico y crimen organizado). La tarea es enorme. Por un lado, se requiere mejorar el sistema de justicia y la seguridad pública, y por otro, subsanar el desarraigo, la desintegración familiar y la exclusión social.

El Salvador es altamente vulnerable. El mal uso del suelo, el irrespeto a las normativas ambientales, la corrupción y la miopía de los tomadores de decisión hacen que los efectos del cambio climático estén creciendo y que la mitigación y rehabilitación sean cada año más costosas.

La democracia salvadoreña es incipiente. Las recientes sentencias de la Sala de lo Constitucional alteran el status quo y por ende, los sectores afectados podrían amenazar la edificación de una gobernabilidad democrática. Acatar estas resoluciones es una tarea nacional. Consecuentemente, la ciudadanía debería apoyar las medidas que le benefician.

En este contexto, es inquietante la proyección de una recaída de la economía norteamericana. ¿Por qué? Debido a que EUA es el principal socio comercial del país y por ende, una desaceleración estadounidense afectaría el envío de remesas, las exportaciones y los empleos locales. Es decir, se frenaría el crecimiento económico y limitaría la capacidad financiera del gobierno nacional para atender las crecientes demandas sociales y ambientales.

De prolongarse la actual crisis, se corre el riesgo de que se desplomen los ánimos y perspectivas de los salvadoreños. Por ello, es imperativo construir un proyecto de país. No hay tiempo para desaciertos políticos. Urge la cooperación pública, social y privada, y el apoyo de los medios de comunicación.

Para comenzar y evitar el decaimiento, convendría resaltar que la población adulta ha vivido todo tipo de crisis. En 1965, la ciudad capital fue sacudida por un terremoto. El huracán Fifí, 1974, golpeó el territorio nacional. Los fraudes electorales, la represión y la confrontación ideológica provocaron inestabilidad política durante 1972-1979. En 1982, se dio el deslave de Montebello en el volcán de San Salvador. En 1986, la capital sufrió otro sismo. La guerra civil desangró a la sociedad salvadoreña de 1980 a 1991.

En 1998, Mitch, se convirtió en uno de los ciclones más destructivos. En enero y febrero de 2001, El Salvador fue sacudido por dos sendos terremotos. En 2002, se declaró epidemia de dengue. En 2005, suceden dos desastres consecutivos: la tormenta Stan y la erupción del volcán Ilamatepec. Las tormentas Ida y Agatha anunciaron un nuevo tipo de precipitaciones y el fenómeno de La Niña está convirtiendo al actual invierno en uno de los más copiosos de la historia salvadoreña.

Esta breve pero concluyente síntesis ilustra los retos y el camino a seguir. El tiempo apremia. La realidad exige, entre otras cosas, (1) propiciar un esfuerzo colectivo; (2) fortalecer el Estado de derecho; (3) facilitar el acceso al crédito productivo; (4) aprobar y aplicar una política y una ley de ordenamiento territorial.

Al límite

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